El denominado cólico del lactante (CL) causa mucha angustia y desazón en los papás y es muy frecuente (entre el 10% y el 40% de los lactantes), pero afortunadamente no es grave.
Se trata de un cuadro clínico caracterizado por un llanto excesivo y repentino, de predominio vespertino (por la tarde-noche, aunque este aspecto es variable), sin causa justificable y que sucede en bebés de entre dos semanas y cuatro meses de edad.
Ocurre en lactantes que, por todo lo demás, son sanos y se da independientemente del tipo de lactancia que realiza el bebé, sea materna o artificial (fórmula).
En la práctica, el criterio de definición más habitualmente utilizado es el de Wessel que describe el CL como “episodios de llanto intenso y vigoroso al menos tres horas al día, tres días a la semana y de duración de al menos tres semanas, en un bebé sano y bien alimentado”.
Se desconocen los motivos exactos que provocan los signos y síntomas del cólico del lactante, habiéndose propuesto un número considerable de teorías o hipótesis, probablemente relacionadas todas ellas entre sí.
Incluso se debe decir que no hay pruebas de que el origen del CL sea gastrointestinal, como parece aceptarse universalmente. Se desconoce la causa exacta y en la clasificación de trastornos funcionales gastrointestinales pediátricos ha sido excluido el cuadro clínico de CL, al no disponerse de pruebas irrefutables de que esté causado por dolor abdominal.
Aún conociendo la evolución favorable del cólico del lactante, la mayoría de las veces será preciso establecer algún tipo de medida terapéutica. Se han postulado tantos tratamientos como hipótesis sobre las causas, y cualquiera de ellos puede tener una respuesta positiva, aunque sólo sea temporal. No obstante, se debe destacar que no existe evidencia científica demostrada de que alguna intervención terapéutica concreta sea verdaderamente efectiva.
Es obligado por parte del pediatra que atiende al bebé informar a los padres con seguridad, asertividad y tranquilidad sobre el problema, recalcando que el niño es sano y que el cuadro es transitorio, y que llega a mejorar hasta desaparecer de forma espontánea y completa. Debe dar pautas para que los padres consigan aceptar el llanto del bebé y acompañarle en el mismo. Pretender a toda costa que el niño simplemente calle como sea, sólo sirve para poner más nervioso a quien está sufriendo. Por el contrario, una actitud comprensiva y paciente por parte de los padres le puede ser de gran ayuda. Se debe trabajar y reforzar sobre todo el don de la paciencia en los padres, insistiendo en el concepto de darle “tiempo al tiempo”, ya que esta situación pasará. Es, si cabe, la norma o consejo a dar más efectiva, incluso en los casos más severos. Pasear al bebé, colocarle chupetes de forma insistente, ponerle música, etc. no proporciona mejores resultados que la simple información a los padres y su tranquilidad.
Como tratamiento farmacológico (medicamentos), también se han propuesto numerosas alternativas:
Otros remedios propuestos son los siguientes:
Es excelente. Se resuelve, con o sin tratamiento a los pocos meses de edad.
Los niños que padecen cólico del lactante no presentan ninguna secuela derivada por ello a largo plazo. Si no existen otras causas patológicas que puedan influir, tienen todos ellos un crecimiento y desarrollo normal.
El cólico del lactante es una afección benigna y autolimitada, que tiende a desaparecer espontáneamente alrededor de los cuatro o cinco meses de edad. Por ello hay que tener siempre presente la convicción del que el niño está sano y eso ayudará a los padres a pasar “el trance” de una forma más llevadera.