Actualizado el 10/01/2022
Los trastornos como el estrés, la depresión y la ansiedad son cada vez más comunes en nuestra sociedad y representan una de las causas más frecuentes de incapacidad temporal o permanente.
Los trastornos de la ansiedad, como fobias, pánico, etc., pueden afectar hasta el 20% de la población adulta.
La ansiedad es una emoción desagradable de nerviosismo y preocupación que surge ante una posible amenaza.
La reacción aguda de ansiedad puede ser adaptativa y no patológica. De este modo, puede cumplir la función de preparar a nuestro organismo para enfrentarse con éxito ante un reto o situación exigente. Por el contrario, la ansiedad es patológica cuando la respuesta del organismo es muy intensa y desproporcionada, interfiriendo en las relaciones y actividades cotidianas.
Dependiendo de la persona y de los factores desencadenantes, el episodio de ansiedad puede cursar con diversos síntomas, tanto físicos como psicológicos.
Finalmente, por encima del 50% de los pacientes con depresión pueden presentar síntomas de ansiedad.
Los trastornos de ansiedad son, en conjunto, la enfermedad psiquiátrica más frecuente. Se trata de afecciones en las que la ansiedad no desaparece y puede empeorar con el tiempo.
Los trastornos de ansiedad incluyen el trastorno de ansiedad generalizado y los trastornos o fobias específicas a un estímulo concreto. De este modo, los trastornos de ansiedad pueden manifestarse como:
Las causas que provocan la ansiedad son complejas y no son del todo conocidas. Algunas circunstancias pueden influir en su aparición:
Otros factores que pueden aumentar el riesgo de padecer ansiedad incluyen la acumulación de estrés, algunos trastornos de salud mental como depresión, los antecedentes de ansiedad durante la niñez, algunos patrones de personalidad, el consumo de alcohol y la falta de sueño.
Cuando una persona padece ansiedad se produce una excitación en el sistema nervioso, originándose una serie de síntomas. Estos pueden ser de carácter físico o psicológico.
En el plano físico, algunos de los síntomas de la ansiedad incluyen:
Si el estado de agitación por la ansiedad es muy elevado, también se pueden producir alteraciones del sueño, la alimentación y de la respuesta sexual, entre otros.
En el plano psicológico, se puede producir, entre otros síntomas:
Las complicaciones que se pueden derivar de la ansiedad pueden incluir la aparición de depresión, trastornos del sueño, abuso de alcohol y drogas, aislamiento social, problemas laborales y familiares y empeoramiento sustancial de la calidad de vida.
El diagnóstico de la ansiedad es básicamente clínico, siendo necesario realizar una evaluación psicológica. No existen pruebas complementarias para la ansiedad.
Esta incluye describir los pensamientos, ideas, sentimientos y comportamientos, para llegar a un diagnóstico acertado y revisar las complicaciones relacionadas.
Los trastornos de ansiedad a menudo se presentan junto con otros problemas de salud mental, como la depresión o el abuso de sustancias, lo que puede dificultar aún más el diagnóstico.
Cuando la ansiedad es patológica la psicoterapia puede ser efectiva en su control. En casos más severos también se puede contar con tratamientos farmacológicos o una combinación de ambos.
Incluye el trabajo con un terapeuta para reducir los síntomas de ansiedad. La terapia cognitivo-conductual se muestra como la técnica psicoterapéutica más eficaz para tratar los trastornos de la ansiedad. Generalmente es un tratamiento a corto plazo y se enfoca en enseñar técnicas específicas para mejorar los síntomas y conseguir gradualmente volver a las actividades que se evitan como consecuencia de la ansiedad.
Se pueden prescribir determinados medicamentos para ayudar a aliviar los síntomas, como los ansiolíticos. También se puede utilizar algún antidepresivo u otro psicofármaco en función de las características del paciente.
Los ansiolíticos más utilizados son las benzodiazepinas. Estas, además del efecto ansiolítico, tienen un efecto hipnótico, anticonvulsivante y relajante muscular. Entre sus efectos adversos figuran la sedación, somnolencia, lentitud mental, problemas de memoria y alteraciones psicomotoras. Se desaconseja su uso en personas mayores. Su mayor problema es la dependencia física y psíquica.
Algunos factores que se relacionan con un menor riesgo de padecer ansiedad incluyen:
La ansiedad crónica se alarga en el tiempo con episodios recurrentes.
Muchas veces ansiedad y estrés se usan como sinónimos. En ambos casos se produce una reacción caracterizada por una alta activación fisiológica. El estrés es un proceso más amplio de adaptación al medio. La ansiedad es una reacción emocional de alerta ante una amenaza.
Los síntomas más comunes de un ataque de ansiedad incluyen el incremento brusco de la sensación de inquietud y miedo, taquicardia y palpitaciones, aumento de la temperatura corporal, sudoración, temblores, sentirse fuera de uno mismo y sensación de irrealidad.
La ansiedad puede curarse o controlarse con un correcto tratamiento. La ansiedad es una reacción normal, el objetivo no es que desaparezca, sino aprender a controlarla y reducirla a niveles manejables y adaptativos.
La especialidad a la que pertenece la ansiedad es la psicología clínica. Dependiendo del tipo de trastorno o si está relacionada con otra enfermedad, como la depresión, también puede ser tratada por la psiquiatría.
Bibliografía