Actualizado el 10/01/2022
La depresión es la principal causa mundial de discapacidad y contribuye de forma muy importante a la carga total de enfermedad. Se estima que el 5% de los adultos de todo el mundo (280 millones) padecen depresión.
Se trata de una enfermedad mental que puede causar gran sufrimiento a la persona afectada y alterar sus actividades cotidianas. En el peor de los casos, puede llevar al suicidio. Sin embargo, existen tratamientos eficaces para la depresión, ya sea leve, moderada o grave.
La depresión o síndrome depresivo es un trastorno afectivo en el que la persona experimenta una afectación en los sentimientos y pensamientos con un estado de ánimo de tristeza, irritabilidad y una sensación de vacío. Se produce una pérdida del disfrute o del interés en actividades de manera continuada durante al menos dos semanas.
La edad de presentación más frecuente es entre los 15 y 45 años, dándose con mayor frecuencia en mujeres y en personas con acontecimientos vitales y situaciones psicosociales desfavorecidas.
Los episodios depresivos pueden clasificarse en leves, moderados o graves, en función de la intensidad de los síntomas, así como de las repercusiones en el funcionamiento de la persona. Entre un 20 y un 30% de los trastornos depresivos se convierten en crónicos.
Existen diferentes clasificaciones de los trastornos afectivos. En ocasiones es difícil distinguir entre los diferentes trastornos depresivos, pero se puede hacer una distinción entre:
La depresión es el resultado de las interacciones complejas que se establecen entre factores biológicos, psicológicos y sociales.
En la depresión suele acontecer una disfunción de los neurotransmisores. En ocasiones, dicha alteración aparece de forma endógena con una clara influencia genética sin haber factores desencadenantes externos. En otras, las circunstancias vitales desfavorecidas, cambios hormonales, enfermedades neurológicas inflamatorias o infecciones pueden influir en la aparición de la depresión.
Los síntomas de la depresión se pueden dividir en cuatro grandes grupos:
Síntomas relacionados con el estado de ánimo:
Síntomas biológicos o somáticos:
Alteraciones del comportamiento:
Pensamientos depresivos:
En función de la intensidad y las características de los episodios depresivos se pueden dispensar tratamientos psicoterapéuticos o/y farmacológicos.
En cuanto a los primeros, se pueden implementar diferentes estrategias como la activación conductual, la terapia cognitivo-conductual y la psicoterapia interpersonal.
En relación con los psicofármacos, se pueden utilizar medicamentos antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina y los antidepresivos tricíclicos. La elección del fármaco la realiza el médico según las características clínicas del paciente.
En cualquier caso, los antidepresivos no son el tratamiento de primera elección para casos de depresión leve. Tampoco están indicados en casos de depresión infantil ni como tratamiento de primera elección en adolescentes.
Finalmente, uno de los retos del tratamiento es la adherencia terapéutica, ya que una parte importante de los pacientes abandona el tratamiento y otro porcentaje significativo no lo cumple como le ha sido prescrito.
Aunque en la práctica se usan poco, los médicos pueden utilizar cuestionarios de evaluación de la depresión que pueden ser útiles para confirmar el diagnóstico y valorar la gravedad. También pueden ser útiles para el seguimiento clínico y evaluar la respuesta al tratamiento.
Pruebas complementarias como análisis de sangre y las pruebas de imagen, se reservan solo para los casos en los que se sospecha que existe una enfermedad de base que es la causante de los síntomas depresivos.
Existen factores psicosociales que se pueden relacionar con un mayor riesgo de padecer depresión:
Existe una relación entre la depresión y la salud física. Por ejemplo, las enfermedades cardiovasculares pueden producir depresión, y, a su vez, la depresión aumenta el riesgo de patologías cardiovasculares.
Otras complicaciones que se pueden derivar de la depresión incluyen:
Entre las estrategias que se han mostrado eficaces para prevenir la depresión se encuentran los programas escolares para promover un modelo de afrontamiento positivo entre niños y adolescentes. De igual modo, las intervenciones dirigidas a los padres de niños con problemas de conducta pueden reducir los síntomas depresivos de los padres y mejorar los resultados de sus hijos.
Otras actuaciones que pueden ayudar a prevenir la depresión incluyen:
Sí, puede haber distintos grados de intensidad en los que se presentan los síntomas de la depresión. La depresión leve debe ser tratada en primera instancia con tratamientos no farmacológicos.
Se trata de formularios con preguntas que el médico hace al enfermo para ayudar al diagnóstico de la depresión y evaluar la progresión del paciente frente al tratamiento. Los más frecuentemente utilizados son el Beck Depression Inventory, el Hamilton Rating Scale for Depression o el Montgomery Asberg Depression Rating Scale.
La mejor forma de saber si se tiene depresión es atender a los síntomas de la depresión y consultar con el médico.
La depresión crónica es aquella que presenta una duración mayor de dos años. Habitualmente se presenta con una intensidad leve en forma de distimia.
La depresión es una patología que puede ser tratada y diagnosticada por el médico de familia y el especialista en psiquiatría. En la parte psicoterapéutica del tratamiento participa el psicólogo.
Bibliografía