Actualizado el 10/01/2022
Los trastornos como el estrés, la depresión y la ansiedad son cada vez más comunes en nuestra sociedad y representan una de las causas más frecuentes de incapacidad temporal o permanente.
Cuando las situaciones desencadenantes del estrés se prolongan se puede producir una merma en el estado de salud.
El estrés es un recurso positivo de nuestro organismo que proporciona la dosis de excitación y los cambios fisiológicos necesarios para afrontar un desafío o situación exigente.
Desde un punto de vista evolutivo, se trata de una reacción que en el mundo salvaje nos prepararía para enfrentarnos a un competidor, evitar a un depredador o sortear un peligro con nuestro cuerpo y nuestra mente en plenitud. Con el estilo de vida actual estas reacciones no son necesarias o no lo son en tal grado.
El estrés puede ser una fuente de problemas para la salud. La alteración que supone la repetición de estímulos que provocan cansancio mental y físico puede determinar la aparición de determinados trastornos.
De este modo, se puede distinguir entre el estrés agudo, que es consecuencia de un estímulo o situación exigente, pero que desaparece en poco tiempo y el estrés crónico, que perdura en el tiempo y es el que puede acarrear problemas para la salud.
Las causas del estrés tienen una variabilidad individual importante. Lo que a una persona le produce estrés para otra puede ser intrascendente. Habitualmente, el estrés se produce por un sobreesfuerzo, una sobrecarga de trabajo, un problema familiar o de dinero. De este modo, la lista de agentes estresantes es ilimitada.
Se puede distinguir entre:
Las reacciones y cambios fisiológicos y bioquímicos que se producen en el organismo cuando se está sometido a situaciones estresantes están enfocadas a mantener el estado de alerta:
De este modo, todas estas reacciones mantenidas en el tiempo pueden perder su inicial efecto beneficioso y hacer aparecer síntomas físicos como:
El equilibrio emocional también se ve afectado, lo que puede derivar en los siguientes síntomas psicológicos:
Finalmente, la exposición a estados de estrés durante periodos prolongados provoca un deterioro de la salud. Se debilita el sistema inmunitario predisponiendo a las infecciones y favoreciendo la aparición de enfermedades.
El planteamiento para tratar el estrés contempla, principalmente, dos estrategias. Por un lado, se puede evitar o solucionar la situación que lo causa o, por otro, se puede intentar modular la reacción de ansiedad que estas situaciones provocan.
De este modo, los tratamientos más habituales para combatir el estrés son la medicación (básicamente ansiolíticos y antidepresivos), la práctica de meditación, las técnicas de relajación, el deporte y la psicoterapia.
A menudo, el estrés proviene de varias fuentes y no siempre resulta sencillo reconocerlas. En este sentido, la ayuda profesional de un psicólogo puede ser muy positiva.
Para controlar los síntomas físicos del estrés es una buena medida la práctica habitual de actividad física y técnicas de relajación.
El relajamiento muscular progresivo, que alterna la contracción y la distensión de los distintos grupos musculares puede ser un buen método con efecto calmante sobre el cuerpo.
Finalmente, es importante tener unos buenos hábitos de descanso. Unos trucos sencillos para ello pueden ser pasear a última hora del día, darse una ducha caliente antes de acostarse, leer en la cama, tomar infusiones relajantes y evitar la ingesta de sustancias excitantes como el café o las bebidas alcohólicas.
En una situación de estrés continuado la dieta también se puede ver afectada negativamente y el aporte de muchos nutrientes comprometido.
Por ello, es importante hacer hincapié en tener una dieta variada y equilibrada, que incluya un aporte adecuado de todos los grupos de alimentos, especialmente los de origen vegetal, ricos en nutrientes vinculados con un buen funcionamiento del sistema inmunitario, como la vitamina C, betacarotenos y vitamina A, ácido fólico, zinc, magnesio y cobre.
También es importante un adecuado aporte de proteínas, por lo que conviene consumir suficientes lácteos, huevos, carnes, legumbres y pescado. En este último caso, es interesante el consumo de pescado azul, por su contenido en ácidos grasos omega 3.
Para valorar si un paciente sufre estrés se debe realizar una entrevista con un psicólogo para evaluar los factores que le han producido esta situación. No obstante, existe una prueba complementaria llamada la curva del biorritmo del cortisol. El cortisol es una hormona que aumenta a lo largo del día. Cuando se mantiene muy elevada es un indicativo de estrés. Por tanto, la recogida de 4 muestras de saliva para su medición es la principal prueba complementaria para diagnosticar el estrés.
En un primer momento deben reconocerse las diferentes causas que pueden provocar el estrés. Se puede tratar de evitarlas y aprender a gestionarlas mejor. Se puede recurrir a la ayuda de un profesional de la psicología. Por último, se pueden utilizar técnicas para controlar el estrés, como la meditación, el yoga o el deporte.
También existen test sencillos que pueden servir para autoevaluar el estrés.
La especialidad médica centrada en el tratamiento del estrés es la psicología.
El estrés crónico es el que se mantiene durante un periodo prolongado de tiempo y genera un estado de estrés y ansiedad continuo. Puede derivar en otras enfermedades más graves como la obesidad, diabetes, etc.
La ansiedad es la respuesta de nuestro organismo ante una amenaza externa o interna que nos preocupa y nos prepara para huir. El estrés, por su parte, es la activación del organismo para hacer frente a una alteración, por lo que la ansiedad es una reacción del organismo ante una situación de estrés.
Cuando se está sufriendo un ataque de ansiedad se debe intentar desviar los pensamientos hacia otra cosa, contando, saliendo a tomar el aire, etc. También debe intentar controlar la respiración y pausarla poco a poco. En caso de que los síntomas de ansiedad no remitan, debe acudir a urgencias.
Bibliografía