La rosácea es un trastorno crónico de la piel que afecta sobre todo a la cara y se caracteriza por el enrojecimiento y la aparición de pápulas y pústulas. No tiene una cura definitiva, pero sí tratamientos efectivos.
La rosácea es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel que afecta predominantemente a la región central de la cara.
Entre los diferentes signos que la caracterizan se cuentan:
En la mayoría de los casos aparecen solo algunos signos.
La enfermedad puede afectar al 5 % de la población europea y suele hacer su aparición entre los 30 y los 50 años, aunque puede hacerlo a cualquier edad, incluso en la infancia. Afecta más a mujeres que a hombres, aunque estos suelen tener casos más severos.
La rosácea se encuentra entre las enfermedades dermatológicas que más afectan a la calidad de vida, debido a los sentimientos de vergüenza y ansiedad que provoca. La imagen corporal negativa que supone se relaciona en muchos casos con la aparición de síntomas depresivos.
La rosácea se clasifica en 4 tipologías, aunque en ocasiones se pueden solapar o coexistir:
La causa de la rosácea es desconocida, aunque se conoce la existencia de una predisposición genética a padecer la enfermedad. También se ha demostrado la existencia de factores predisponentes y desencadenantes, como ciertos factores ambientales, alimentarios o emocionales.
Las principales anomalías que aparecen con la rosácea son el funcionamiento anómalo neurovascular y la alteración de la inmunidad innata.
De igual modo, se aprecia una alteración de la barrera cutánea y la presencia de microorganismos como Bacillus oleronius y el ácaro Demodex folliculorum.
Aunque se ha relacionado la rosácea con el sol, la radiación no es un factor causante de la enfermedad. Sí lo es el calor que puede producir esa radiación.
Otros factores que pueden desencadenar brotes de la enfermedad incluyen:
La rosácea es tratable, pero no curable. No se puede hablar, por tanto, de un tratamiento único y curativo. El tratamiento deberá ser constante, extenderse a lo largo de los años y estar adaptado al tipo de rosácea y sus características individuales.
En el caso del tipo 1, el eritema facial (tanto el permanente como el transitorio o flushing), puede ser controlado por un tratamiento tópico con agonistas alfa-2 adrenérgicos tópicos que inducen la vasoconstricción de los vasos cutáneos superficiales. También se pueden administrar betabloqueantes orales para el tratamiento del eritema transitorio (flushing).
Los láseres y fuentes de luz pulsada intensa pueden utilizarse también para el eritema no transitiro y son la opción principal para el tratamiento de las telangiectasias o arañas vasculares.
En el tipo 2, la primera línea de tratamiento para las lesiones inflamatorias leves incluye la ivermectina o metronidazol tópicos o doxiciclina oral.
En el tipo 3, las lesiones fimatosas con inflamación han mostrado la efectividad de doxiciclina, como isotretinoína oral. En el caso de las lesiones fimatosas sin inflamación o no activas, se deben utilizar terapias físicas, como el láser o la cirugía.
En el tipo 4, para tratar la afectación ocular puede ser suficiente el uso de tratamiento local oftalmológico, como corticoides tópicos, metronidazol y ciclosporina.
El dermatólogo decidirá el tratamiento más adecuado en función de las características del paciente y del posible solapamiento de los tipos de rosácea.
Los consejos generales para los pacientes con rosácea incluyen:
Estas medidas son de especial relevancia para el control de los síntomas de la rosácea en la piel, especialmente la sequedad, el prurito y la sensación de quemazón.
Especialista en Medicina Estética
El Doctor Moisés Amselem se ha convertido en una referencia mundial en el campo de la Medicina Estética.
Bibliografía