El diagnóstico microbiológico del SARS-CoV-2 −el virus causante de la COVID-19− es fundamental para el manejo de la enfermedad individual, así como para su transmisión en un contexto de pandemia.
Las directrices sanitarias señalan que a todos aquellos casos sospechosos de infección por el SARS-CoV-2 se les realizará una PCR (u otra técnica de diagnóstico molecular que se considere adecuada) en las primeras 24 horas. Sin embargo, también es necesario disponer de pruebas rápidas, simples e idealmente con alta sensibilidad y precisión que se puedan realizar a gran escala. El objetivo es un diagnóstico precoz para el mejor manejo y monitorización de pacientes, así como la aplicación de medidas de prevención y vigilancia epidemiológica.
Se considera caso sospechoso de infección por SARS-CoV-2 a cualquier persona con un cuadro clínico de infección respiratoria aguda de aparición súbita de cualquier gravedad que curse con fiebre, tos o sensación de falta de aire. También deben considerarse pacientes con enfermedad grave del tracto respiratorio inferior sin ninguna causa clara. Otros síntomas sospechosos incluyen mialgias, diarrea y aberraciones olfativas o gustativas.
La RT-PCR o PCR −reacción en cadena de la polimerasa (por sus siglas en inglés)− es la técnica de referencia y de elección en la actualidad para el diagnóstico de COVID-19.
Es la prueba más sensible y fiable de los métodos disponibles. Tarda entre 2 y 4 horas en dar un resultado. Este puede ser positivo (presencia del virus en la muestra) o negativo (ausencia del virus).
Este procedimiento de laboratorio permite copiar una pequeña cantidad de ADN millones de veces, de modo que haya suficiente cantidad para ser detectado.
Sin embargo, el virus SARS-CoV-2 no contiene ADN de doble cadena como material genético, sino ARN de una sola cadena. Como las pruebas de PCR solo pueden hacer copias de ADN, primero hay que convertir el ARN en ADN. Esta acción se lleva a cabo por medio de una enzima llamada transcriptasa inversa (RT, por sus siglas en inglés) que convierte el ARN de una sola cadena en ADN de doble cadena. El ADN vírico se añade a un tubo de ensayo junto con los reactivos necesarios como cebadores (secciones cortas de ADN diseñadas para unirse al virus), y nucleótidos (moléculas que componen el material genético) y una enzima constructora del ADN. Finalmente, los colorantes fluorescentes añadidos al tubo de ensayo se unen al ADN copiado, aumentando su fluorescencia, lo que permite confirmar la presencia del virus en la muestra y, por tanto, que la persona está infectada.
Cuando el virus no está presente en la muestra, los colorantes no aumentan su fluorescencia y la prueba será negativa.
Las muestras más utilizadas para el diagnóstico de COVID-19 son las nasofaríngeas −que ofrecen un mayor rendimiento− y orofaríngeas. La toma de la muestra, en forma de frotis o exudado, se lleva a cabo con un hisopo. Sin embargo, también ha sido posible obtener resultados positivos para SARS-CoV-2 en muestras no respiratorias: orina, heces y sangre.
Si bien las pruebas de PCR son la forma más fiable de comprobar la presencia del virus SARS-CoV-2, también tienen limitaciones.
En primer lugar, la RT-PCR se realiza en laboratorios de Microbiología Clínica y necesita personal experto en Microbiología Molecular y medidas de Bioseguridad.
Por otro lado, se necesitan unas horas para obtener resultados. Esto implica un límite en la cantidad de pruebas que un laboratorio puede llevar a cabo. Por ello, se están poniendo en marcha test rápidos de PCR que permiten realizar hasta 1.200 pruebas al día con un procedimiento automatizado.
Otra limitación es la disponibilidad de los reactivos necesarios, especialmente en estos momentos en los que la demanda a nivel mundial de estas pruebas ha provocado escasez.
La contaminación o la degradación también pueden causar problemas por falsos positivos (cuando no se tiene el virus, pero la prueba da positivo) o falsos negativos (cuando se tiene el virus, pero la prueba da negativo).
Otra gran limitación de este tipo de pruebas es que sólo pueden indicar la presencia del virus en el momento de la prueba. No señala si se ha tenido el virus y ya se está recuperado, ni lo contagioso que pueda ser un paciente.
Finalmente, el resultado negativo de la prueba no excluye la posibilidad de infección por SARS-CoV-2.
Actualmente se dispone de diversos test basados en la reacción antígeno-anticuerpo. Principalmente, se distinguen dos tipos: los que detectan antígenos o proteínas del virus (test antigénicos) y los que detectan anticuerpos −como la inmunoglobulina IgM o IgG− en la persona (test serológicos).
En general, se trata de pruebas cualitativas que solo ofrecen resultado positivo o negativo.
Las principales técnicas en las que se basa la detección de antígenos y anticuerpos son:
La prueba se realiza a partir de una muestra de sangre.
Una gota de sangre.
Bibliografía
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