La piel es el más fiel reflejo de lo bien o lo mal que nos alimentamos. Y en el caso de la rosácea, además, se ha demostrado que tiene una incidencia más alta en personas con intolerancias y alergias alimentarias. Aquí vamos a intentar desgranar la relación entre alimentación y rosácea, poniendo en contexto este trastorno, con otras de sus posibles causas y las indicaciones dietéticas que pueden ayudar.
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La rosácea es una afección inflamatoria y crónica en la piel que se caracteriza por un enrojecimiento, principalmente en las mejillas o parte central de la cara y suele estar acompañado de pequeñas pústulas, haciendo que a veces se confunda con el acné. La rosácea es muy común y cualquier persona puede padecerla, pero existe una mayor susceptibilidad en mujeres, entre los 30-50 años y en especial de origen caucásico con piel clara.
Qué causa esta enfermedad todavía se desconoce, pero se presupone que existe una predisposición genética porque se ha observado que aumenta la probabilidad de desarrollarla si algún familiar también la padece. Se sabe que produce una dilatación en los vasos sanguíneos de la cara y un aumento del flujo sanguíneo pero no se conoce porque se desencadena el proceso.
Actualmente se investigan algunas posibles causas que pueden provocarla y se relaciona con múltiples factores que pueden intervenir como:
Una buena aportación hídrica y llevar una alimentación equilibrada que favorezca el buen funcionamiento del aparato digestivo y que asegure el aporte de nutrientes como ácidos grasos poliinsaturados, vitaminas, minerales y otras sustancias antioxidantes son imprescindibles para la buena integridad de la piel.
Aunque no se ha podido comprobar científicamente si existe una relación directa entre alimentación y rosácea, se ha demostrado que las personas con rosácea tienen una incidencia más alta en intolerancias y alergias alimentarias. Por este motivo, se recomienda descartar si se es intolerante a la histamina, ya que una acumulación en el plasma provoca efectos adversos como urticaria, sarpullido, edema e inflamación. La histamina está presente en muchos alimentos de forma natural. También hoy en día se debate descartar la sensibilidad o intolerancia al gluten ya que la enfermedad celíaca puede cursar con síntomas extraintestinales provocando afecciones en la piel, como la rosácea y el acné.
Por todo ello es muy importante llevar siempre a mano un diario donde se anote cuando aparezca una reacción: información sobre los síntomas, alimentos que se ha comido para descartar cualquier intolerancia o alergia, cantidad de exposición solar y nivel de estrés o ansiedad; para poder identificar los factores que pueden desencadenar su aparición y tener un mejor control de la enfermedad.
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Antioxidantes
Interviene en la síntesis y reparación del colágeno, fotoprotector biológico, neutraliza los radicales libres y refuerza el sistema inmunitario.
Como es una vitamina que se destruye con el calor (termolábil) y la exposición a la luz, se recomienda consumir los alimentos ricos en vitamina C en crudo para evitar la pérdida con los procesos de cocción.
Naranja, limón, mandarina, fresa, kiwi, patata, brécol, col, pimiento rojo y verde, espinaca, tomate, col, coliflor, acelga, endibias.
Protege las membranas celulares y la capa dérmica impidiendo la oxidación de las grasas y refuerza el sistema inmunitario. Es sinérgico con el selenio.
Cereales fortificados, frutos secos, germen de trigo, aceites vegetales en crudo (oliva, girasol, semilla de trigo, maíz, soja), copos de avena, hígado y mantequilla.
Intervienen en los procesos de renovación celular.
Cereales integrales, legumbres, frutos secos, plátano, levadura de cerveza, hígado y carne.
Colabora en el sistema de defensa del cuerpo, forma parte del crecimiento celular y participa junto con la vitamina A en la regeneración del tejido cutáneo, síntesis del colágeno y elastina, componentes importantes en del tejido conjuntivo de la piel.
Su déficit limita el crecimiento y la regeneración de los tejidos, por eso es ampliamente utilizado en el tratamiento de lesiones dermatológicas con componentes inflamatorios.
Mariscos (ostras y crustáceos), carnes rojas, derivados lácteos y huevos, y los cereales integrales.
Desempeña importantes funciones de desintoxicación celular. Es un protector frente al envejecimiento cutáneo. El selenio y la vitamina E, otro poderoso antioxidante, son sinérgicos
Carnes, huevos, marisco, ciertas setas y cereales.
Hay una serie de pigmentos en los alimentos que resultan tener actividad antioxidante. Los más destacados son:
El organismo es capaz de transformar en vitamina A, de ahí su denominación «provitamina A» que posee conjuntamente las propiedades de la vitamina A y la de los antioxidantes que actúan sobre los radicales libres. La vitamina A es esencial para el crecimiento, mantenimiento y reparación de las células de las mucosas, epitelios y piel.
Frutas y verduras amarillas o anaranjadas (zanahoria, calabaza, boniato, melocotón, cereza, nectarina, tomate, pimiento…), verduras de hoja verde (acelga, espinaca, berro…)
Té verde
Grasas insaturadas
Acción inmunomoduladora y antiinflamatoria. Ayudan a fortalecer la barrera protectora y a restablecer la membrana celular de la piel ante situaciones de estrés como quemaduras solares, pérdida de elasticidad o sequedad.
Alimentos ricos en omega 3: lino (semillas), semillas de calabaza, nueces y pescado azul (sardina, arenque, salmón, atún…)
Alimentos ricos en omega 6: aceite de girasol, maíz, soja, sésamo.
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