Las verrugas genitales o condilomas acuminados son consecuencia de la infección por determinados tipos de virus del papiloma humano (VPH), sobre todo los tipos 6 y 11, que están considerados de bajo riesgo oncogénico, es decir, que prácticamente nunca van a desencadenar un cáncer, a diferencia de otros serotipos de este virus.
Actualmente, las verrugas genitales se consideran una de las enfermedades de transmisión sexual más frecuentes con una incidencia que va creciendo en la mayoría de la población sexualmente activa. Aunque esta infección se considera un proceso no neoplásicos causados por el VPH, es decir, que no deriva en un cáncer, sino un proceso benigno, esta infección tiene diversos factores que le otorgan una cierta relevancia clínica. La naturaleza propia de esta enfermedad, con la aparición de las verrugas en genitales o ano, y las connotaciones vinculadas al hecho de tratarse de una enfermedad de transmisión sexual (ETS) provocan un gran impacto físico, emocional y psicosexual entre las personas afectas.
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Las verrugas genitales se transmiten mediante el contacto directo, de piel o mucosas, con una pareja sexual que presente verrugas visibles o subclínicas, es decir, que ya haya infección pero no se hayan manifestado todavía las verrugas. Se contagian al contactar piel o mucosa con piel o mucosa; no es necesario, pues, que haya penetración para que se produzca el contagio.
Los principales factores de riesgo para contraer una infección por el VPH y tener verrugas genitales son:
Cuando se produce la infección por el VPH suele haber un período de latencia de aproximadamente entre 3 semanas y 8 meses hasta que aparezcan las lesiones, con lo cual a menudo no es fácil saber cómo nos podemos haber contagiado. Cuando aparecen las lesiones estas son verrugas blandas, rosadas, de pequeño tamaño, que pueden aparecer en el glande, el cuerpo del pene, los testículos, el perineo —la zona que queda entre los testículos y el ano— y la zona de alrededor del ano, Estas verrugas pueden estar aisladas o bien manifestarse agrupadas en racimos. No suelen dar ningún tipo de síntoma, salvo un ligero picor en ocasiones.
El diagnóstico se basará en la exploración del paciente y la visualización de las lesiones en genitales, perineo o zona anal. Se pueden llevar a cabo pruebas de detección molecular de ADN a partir de biopsias de las lesiones, pero son muy costosas y no se suelen hacer a menos que haya sospecha de una lesión precursora del cáncer o las lesiones no mejoren con el tratamiento.
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Para el tratamiento de las verrugas genitales existen hoy en día diversas posibilidades, que abarcan opciones tan diversas que van desde la abstención terapéutica u observación a la combinación de varias modalidades de tratamiento. No existe evidencia científica que demuestre que un tratamiento sea mejor que otro con claridad, así que el tratamiento siempre deberá individualizarse, dado que no existe uno que sea el más apropiado en general y para todos los tipos de verrugas genitales. En el momento de elegir el tratamiento se deben tener en cuenta varios factores:
Son varias pues las opciones para acabar con las verrugas genitales. Los agentes citotóxicos en pomada son unos de los más habituales, como la podofilotoxina o el ácido tricloroacético (ATCA). Estas sustancias destruyen las lesiones y se usan sobre todo cuando las verrugas son extensas y poco voluminosas. Otra opción son las pomadas inmunomoduladoras, como el imiquimod o el polifenol E, que se usan en lesiones también poco voluminosas y aisladas. Los tratamientos tópicos tienen que hacerse durante varios días o semanas.
Otra opción terapéutica es la escisión quirúrgica de las lesiones, es decir, cortarlas mediante un bisturí frío o electroquirúrgico. Se suele realizar bajo anestesia local o bien regional, en función del número de lesiones y el área afectada. La técnica quirúrgica permite una eliminación inmediata de las lesiones, a diferencia de los tratamientos tópicos antes descritos. El tratamiento quirúrgico se utiliza cuando hayan fallado los previos o las lesiones sean muy voluminosas.
Asimismo, las verrugas genitales pueden destruirse mediante diferentes técnicas, como la crioterapias, es decir, destruyendo las lesiones mediante nitrógeno líquido a una temperatura de -196ºC, con láser de CO2 o bien mediante electrocoagulación diatérmica, que es similar al bisturí eléctrico. Otros tratamientos en fase de estudio son la terapia fotodinámica, que activa ciertas células del sistema inmunitario en la zona de la verruga y se encargan de destruirla, o bien el uso de un fármaco antivírico como es el cidofovir.
Tras el tratamiento es importante hacer visitas de control a los 3, 6 y 12 meses. Si tras este tiempo no han vuelto a aparecer lesiones no es necesario hacer más controles. La tasa de recurrencia, lo cual incluye la aparición de nuevas lesiones en los sitios previamente tratados o no, suele ser de un 20-30%. La mayoría de recidivas se observan entre los 3 y 6 meses tras finalizar el tratamiento. Tras 1 o 2 años la presencia del VPH disminuye hasta niveles indetectables de manera que el riesgo de nuevas lesiones también disminuye. Las verrugas que vuelven a aparecer se tienen que tratar nuevamente con los tratamientos empleados que hayan mostrado ser efectivos.
En caso de observar la presencia de verrugas genitales es importante ponerse en contacto con nuestro médico para iniciar un tratamiento lo antes posible.
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