Se dice que una persona tiene los ojos rojos cuando la zona blanca del ojo formada por la esclerótica (que es la membrana gruesa que constituye la parte externa del globo ocular), y la conjuntiva, (que es la membrana transparente que la cubre y protege), adquiere este color. Tener los ojos rojos es un problema muy frecuente que puede presentarse en uno o en ambos ojos e indicar desde una irritación leve sin mayor importancia que cursa con leves molestias y tiene una resolución espontánea, a ser síntoma de una lesión ocular grave que precise valoración especializada, cursar con dolor y alteraciones visuales, y necesitar tratamiento específico.
Existen dos tipos de ojos rojos en función de cómo se conforma esta tonalidad:
Las principales causas de los ojos rojos se pueden clasificar como:
o Contaminación.
o Alergias oculares.
o Humo, polvo y vapores.
o Exposición a productos químicos.
o Irritación por exposición a luz solar.
o Cuerpo extraño y erosión de la córnea.
o Uso de lentes de contacto.
o Uso excesivo de dispositivos electrónicos.
o Humo del tabaco.
o Insomnio.
o Consumo excesivo de alcohol.
o Conjuntivitis y otras infecciones.
o Traumatismos oculares.
o Glaucoma agudo.
o Cirugías recientes.
Es preciso realizar un correcto diagnóstico que permita descartar si se trata de un proceso benigno o de uno patológico más grave que requiera valoración y tratamiento especializado.
Hay que comenzar con una completa anamnesis (resumen clínico), que incluya los antecedentes familiares y personales (tanto generales como oculares), si existen alteraciones visuales o dolor, comienzo de los síntomas y sus características…etc.
Para continuar, se realizará una detenida exploración física de los ojos mediante un oftalmoscopio para valorar la agudeza y movilidad ocular, el fondo de ojo, reflejos de la pupila, existencia de lesiones en la córnea…etc. Para poder hacer una exploración en profundidad suele ser preciso el uso colirios de exploración: anestésico tópico (Benoxinato, Tetracaína y Oxibuprocaína), vasoconstrictor (Fenilefrina 10% y Fluoresceína 2%).
Una exploración más especializada puede requerir el uso de lámpara de hendidura, que es un microscopio con una luz potente para poder valorar en tres dimensiones las estructuras del ojo (párpado, conjuntiva, córnea, iris, cristalino y cámara anterior), o medir la presión intraocular.
Como el origen de los ojos rojos es muy variado y alguno de ellos puede ser grave, lo mejor es ponerse en manos de un oftalmólogo que diagnostique la causa y gravedad del episodio, especialmente si se acompaña de pérdida de visión, dolor de cabeza, presencia de secreciones o si es de aparición súbita y/o dura más de 5-6 días.
Hasta acudir al médico especialista lo máximo que se puede hacer es administrar gotas lubricantes que alivien las molestias.
Los tratamientos pautados por los oftalmólogos en función de la causa varían desde el uso de colirios antibióticos para tratar infecciones, pomadas epitelizantes para tratar erosiones corneales y el de colirios corticoides para tratar ciertos procesos inflamatorios, hasta tener que recurrir a la cirugía.
El derrame en un cojo o hemorragia conjuntival o hiposfagma es un acúmulo de sangre en la zona anterior del ojo entre la conjuntiva y la esclerótica (zona blanca del ojo). Se produce por la rotura de alguno de los capilares de la zona provocada por un traumatismo ocular, por aumento excesivo de la tensión arterial, o por alteraciones de la coagulación.
Generalmente se asocian dolor de cabeza y ojos rojos a dos circunstancias, una leve y otra más grave. Por un lado a la fatiga visual que provoca la luz azul de los dispositivos electrónicos, y por otro a un posible glaucoma, pero en este caso iría acompañado de síntomas más llamativos como pérdida de visión, náuseas y vómitos…etc.
Los agentes externos que pueden provocar tener los ojos rojos son: alérgenos ambientales, partículas de la contaminación atmosférica (humo, polvo y vapores), la exposición a productos químicos o la sobreexposición a la luz solar, el uso de lentes de contacto y/o la presencia de cuerpos extraños en la córnea.
Cuando las molestias son leves y no van acompañadas de síntomas sugerentes de un proceso más grave se puede tratar de remediar con medida higiénicas como: la aplicación de lágrimas artificiales sin necesidad de receta, la aplicación de compresas frías sobre los ojos cerrados, evitar el uso de elementos irritantes, asegurar un lavado de manos frecuente y evitar tocarse los ojos.