La reparación de una fractura ósea es el proceso por el cual los tejidos óseos del cuerpo humano tienden a regenerarse tras una fractura. De esta forma se sustituyen los tejidos que estaban dañados por unos nuevos y se crea hueso nuevo.
El proceso de reparación ósea ante una fractura recibe el nombre de consolidación ósea, y consta de cuatro fases sucesivas y dependientes, que requieren de la inmovilización de la zona fracturada. Las cuatro fases son:
La reparación ósea es un proceso que sucede de manera natural en aquellos pacientes que han sufrido una fractura en algún hueso.
No obstante, requiere la inmovilización de la zona, y si las fracturas presentan complicaciones puede ser necesario someter al paciente a una intervención quirúrgica.
Gracias a este proceso natural de reparación del hueso fracturado, se permite al paciente recuperar la movilidad y regenerar los huesos y tejidos dañados en la fractura.
Si se produce un retraso o interrupción en el proceso de la consolidación ósea, puede derivar en una pseudoartrosis al formarse un tejido fibroso denso en los extremos de la fractura, y que funcionan como una articulación falsa.
Puede ocasionarse por varios motivos, desde un exceso de movilidad de la zona fracturada hasta por un exceso de fármacos.
Previamente al proceso de consolidación ósea y ante una fractura del hueso, se deben realizar pruebas médicas, desde la exploración física del paciente a una radiografía, y en caso necesario una analítica de sangre.
Si existiese alguna otra complicación, el médico indicaría qué otro tipo de pruebas serían necesarias.
La recuperación de una fractura ósea se determina cuando los fragmentos no se mueven ni hay dolor en la exploración física de la zona, y cuando los extremos de los fragmentos están unidos por la nueva capa de hueso, además de la comprobación del callo de la fractura mediante una radiografía.
Por tanto, tras determinar la recuperación de la fractura, el paciente deberá retomar las acciones con normalidad y de manera progresiva. En caso necesario e indicado por el médico el paciente deberá acudir a rehabilitación para fortalecer la zona fracturada y evitar riesgos.
Si el proceso de recuperación de la fractura ósea no tiene ninguna complicación se conseguirá la remodelación del hueso fracturado, recuperando sus funciones anteriores.
El callo de fractura constituye el conjunto de tejidos de hueso blando que inician la unión de los extremos del hueso fracturado, y que evolucionado hacia un callo duro en el cual el tejido blando se sustituye por hueso nuevo, y tras la mineralización se consigue la unión total de los extremos soldandose entre sí y la renovación del hueso dañado por hueso nuevo.
Por tanto, el callo de fractura es el medio para unir los lados del hueso fracturado y conseguir la consolidación ósea.
La fractura no consolidada recibe el nombre de pseudoartrosis, y consiste en la formación de una falsa articulación entre los extremos de la fractura, lo que no permite la recuperación del hueso.
Ante esta posibilidad el médico deberá identificar los motivos por los que se produce y abordarlos, bien sea alargando el tratamiento, con estimulación mecánica o eléctrica, o bien recurriendo a la cirugía.
El organismo humano regenera de manera constante los huesos del cuerpo, y ante una fractura sucede el proceso de consolidación ósea, por el cual el hueso se remodela, siendo necesaria la inmovilización de la zona, generalmente con escayola.
No obstante, si la fractura presenta complicaciones, el paciente tendrá que recibir otros tratamientos como la cirugía.
Las fracturas abiertas, son aquellas en las que los fragmentos del hueso rasgan la piel y sobresalen de esta, entrando en contacto con el exterior.
Esto implica un agravamiento de la fractura, ya que además produce lesiones en los músculos, tendones y ligamentos. Suelen ser ocasionadas por traumatismos de gran potencia.