La tos ferina es una infección de las vías respiratorias que provoca tos intensa acompañada de un sonido agudo al respirar (es el llamado “gallo” de la tos ferina), también conocida como tosferina, tos convulsa, pertussis o coqueluche. Se trata de una enfermedad muy contagiosa que afecta al ser humano a nivel mundial, aunque es más frecuente en niños no vacunados. La posibilidad de contagio aumenta durante las dos primeras semanas de aparecer los primeros síntomas. En España, es una enfermedad de declaración obligatoria individualizada que se presenta frecuentemente y considerada grave, y muy grave en bebés menores de seis meses.
No existen tipos diferentes de tos ferina
La tos ferina está causada por la bacteria Bordetella Pertussis, se contagia al inhalar secreciones de saliva con gérmenes, expulsadas al hablar o toser, y que se adhieren a las vías respiratorias.
Los síntomas de la tos ferina son muy parecidos a los de un resfriado común y pueden permanecer hasta siete semanas (la tos incluso puede continuar meses después). Los primeros síntomas pueden durar hasta dos semanas y suelen consistir en moqueo, tos leve, apnea en bebés, fiebre baja y lagrimeo. Posteriormente, la tos empeora y se vuelve convulsiva, dificultando la respiración y provocando un sonido ruidoso al inspirar llamado comúnmente, “gallo”. También pueden aparecer vómitos, esputos mucosos, ojos y cara enrojecida, angustia y fatiga. Inclusive, es posible perder el conocimiento durante los ataques de tos.
En recién nacidos no suele existir el “gallo” y es habitual padecer crisis graves de apnea que pueden llegar a provocar la muerte del bebé u otras complicaciones respiratorias y neurológicas.
Lo síntomas acaban desapareciendo de forma lenta y gradual.
El tratamiento de la tos ferina se lleva a cabo en casa mediante el mantenimiento de reposo y el suministro de antibióticos para acabar con la bacteria. En el caso de bebés es común la hospitalización para recibir el tratamiento y vigilar al menor, ya que es más habitual que existan complicaciones.
Se desaconseja el uso de medicamentos contra la tos.
El uso de humidificadores o vaporizadores de vapor frío y soluciones salinas nasales son útiles para despejar la mucosidad de las vías respiratorias.
Se recomienda beber abundante líquido, incluso puede ser necesario administrarlos por vía venosa en el caso de niños muy pequeños.
En ocasiones se emplea la oxigenoterapia complementaria, sobre todo en los pacientes más pequeños a quienes la tos les provoca apnea.
La tos ferina suele ser fácil de diagnosticar, pero en ocasiones puede ser necesario acudir a pruebas complementarias como un cultivo nasofaríngeo para buscar evidencias de la bacteria, un análisis de sangre para comprobar la cantidad de glóbulos blancos o una radiografía de tórax para confirmar si existen complicaciones o infecciones respiratorias.
Cualquier alteración del medio ambiente puede desencadenar los ataques paroxísticos o bruscos típicos de la tos ferina; tales como el humo, polvo, ruidos o cambios de temperatura. Si se sufre tos ferina, se deben evitar los ambientes contaminados.
El principal factor de riesgo para contraer la tos ferina es no estar vacunado y exponerse a personas ya infectadas.
Se tiene mayor riesgo en edades tempranas (sobre todo antes del primer año de vida), durante el embarazo y si se vive en condiciones poco higiénicas.
La tos ferina puede derivar en ciertas complicaciones, sobre todo debidas al gran esfuerzo realizado continuamente al toser o provocados por la falta de oxígeno:
La prevención de esta enfermedad se lleva a cabo mediante la inmunización con la vacuna de la tos ferina; la vacuna DTPa en niños y la Tdap en adolescentes y adultos según el siguiente esquema de administración:
La tos ferina pertenece a la especialidad médica de otorrinolaringología o bien la neumología.
La vacuna de la tos ferina se recomienda ser administrada en cinco dosis antes de cumplir los 6 años (una dosis a los 2, 4 y a los 6 meses, la de refuerzo a los 15-18 meses y otra a los 6 años), posteriormente se debe administrar una vacuna recordatoria cada 10 años.
También se aconseja vacunarse a mujeres embarazadas (a partir de la semana 27 de gestación) y a toda persona que vaya a tener contacto directo y continuado con niños.
La enfermedad de la tos ferina puede durar hasta 7 semanas o incluso meses. Durante las dos primeras semanas se desarrolla el proceso de incubación, generalmente sin síntomas. Después, la fase catarral dura unas 2 semanas y la fase paroxística (repentina) con los prolongados ataques de tos se extiende de 4 a 8 semanas para llegar al período de convalecencia, donde hay un declive de la tos, y puede continuar 2 o 4 semanas más, incluso prolongarse durante meses.
La bacteria de la tos ferina se contagia manteniendo contacto directo con otra persona afectada. El proceso de contagio se lleva a cabo a través de diminutas gotas de fluido de la boca o nariz que son expulsadas al toser o hablar y se inhalan al respirar, adhiriéndose a las vías respiratorias.
Es más fácil contagiarse durante las primeras semanas de la enfermedad.
La vacuna Tdpa es la vacuna que protege a personas adolescentes y adultas de enfermedades como la difteria, el tétanos y la tos ferina. Es una vacuna de recuerdo y es de menor carga que la vacuna DTPa que se administra a niños y bebés para protegerlos de las mismas afecciones.
El comité Asesor de Vacunas de la AEP recomienda vacunarse de la tos ferina a mujeres embarazadas para proteger al bebé en los primeros meses de vida. Debe administrarse durante el tercer trimestre de la gestación (entre las semanas 27 y 36) y debe repetirse en cada embarazo.