Se define sepsis como el síndrome de respuesta inflamatoria sistémica (SRIS), es decir una respuesta de todo el organismo, anómala y exagerada, causada por una infección. Se trata de un síndrome frecuente con una incidencia estimada de 300 casos por cada 100.000 habitantes por año, con mayor afectación de los varones en torno a los 70 años. Es una patología grave que puede desencadenar la muerte del paciente, de hecho, es la primera causa de muerte en las unidades de cuidados intensivos.
Según el estado de gravedad del cuadro clínico se clasifica en:
Según la forma de transmisión se puede clasificar en:
En función de cuál es la puerta de entrada de la infección, predominará una bacteria u otra, siendo éstas las más frecuentes como microorganismos productores de la infección (E.coli, S.aureus, S.Pneumoniae y S. Epidermidis), seguido de hongos, virus y protozoos. Las vías de acceso más habituales son el tracto urinario, las vías respiratorias, el abdomen, las heridas quirúrgicas y los catéteres intravasculares.
Los síntomas pueden ser inespecíficos. Los pacientes pueden presentar fiebre con escalofríos, palpitaciones (taquicardia), respiración acelerada (taquipnea) con fallo pulmonar progresivo y falta de aire, alteración del nivel de conciencia, e hipotensión con palidez cutánea. Además, el riñón progresivamente falla y deja de filtrar la orina. En algunos pacientes aparecen lesiones en la piel producidas por las bacterias que hacen sospechar la posible causa: ampollas, lesiones hemorrágicas o lesiones de necrosis (muerte del tejido), entre otras.
El tratamiento de la sepsis se basa fundamentalmente en la utilización de antibióticos de amplio espectro y medidas de soporte para mantener la perfusión de sangre adecuada hacia todo el organismo, manteniendo una tensión arterial normal. Se administran líquidos, sueros y fármacos vasoactivos que intentan mantener la tensión arterial y frecuencia cardíaca normal. Además, se instaura un soporte respiratorio, según precise el paciente, con oxigenoterapia. La tercera vía de tratamiento es el bloqueo de los agentes mediadores de la respuesta inflamatoria exagerada que tiene el organismo y las toxinas de los microbios, con la administración de fármacos corticoides y otros antiinflamatorios.
El diagnóstico de la sepsis se realiza fundamentalmente mediante el interrogatorio clínico y la exploración física, apoyándose en pruebas de laboratorio e imagen como:
El factor desencadenante es una respuesta del organismo ante la liberación de ciertos productos de los microorganismos invasivos. Estas sustancias activan a células de sistema de defensa que producen otras sustancias (citoquinas proinflamatorias), como una respuesta exagerada que finalmente producen daños orgánicos a nivel de los vasos sanguíneos y con ello un fallo de todos los órganos.
Habitualmente la sepsis es tratada en las unidades de cuidados intensivos por especialistas en medicina intensiva. Pueden participar en la atención médicos del servicio de enfermedades infecciosas y especialistas en medicina interna.
El shock séptico se define como el cuadro más crítico de la sepsis en el que a pesar de administrar un correcto aporte de fluidos, el paciente mantiene una tensión arterial muy baja, lo que hace que no llegue suficiente sangre a los tejidos y consecuentemente aparece un fallo multiorgánico, requiriendo de la administración de fármacos vasoactivos para intentar aumentar la presión arterial.
La sepsis severa o grave es aquella asociada a la disfunción de algún órgano más hipotensión arterial.
Septicemia es un sinónimo de sepsis, una respuesta exagerada inflamatoria del organismo a una infección bacteriana generalizada.
Gran parte de los pacientes que superan un cuadro séptico presentan a largo plazo un empeoramiento general de su salud con presencia de secuelas como deterioro cognitivo y síntomas de incapacidad, requiriendo una alta demanda de atención sanitaria.