La psoriasis es una enfermedad crónica inflamatoria con afectación principalmente de la piel, producto de la influencia de diversos factores (alteración inmunológica, influencia ambiental y genética).
Es una enfermedad frecuente y habitual motivo de consulta en atención primaria y especializada, presentando una prevalencia estimada en España del 2,3% y afectando más a personas de entre los 20 – 50 años, sobre todo a mujeres.
Según la forma de presentación la gravedad de la psoriasis varía, pudiendo ir desde unas manifestaciones leves cutáneas, hasta una afectación dérmica y sistémica importante y grave debido a la influencia en la vida del paciente produciendo discapacidad física, psicológica y social.
Según la forma de presentación de la psoriasis, los tipos se dividen en:
El origen de la psoriasis viene determinado por la influencia de múltiples factores tanto individuales (genéticos, inmunológicos), como ambientales. Su causa final se desconoce.
Habitualmente la psoriasis se manifiesta en brotes más o menos duraderos e intensos. En la forma más típica de presentación de la psoriasis aparece en la piel una o varias placas de color rojo o rosado, con bordes bien definidos, habitualmente ovaladas o redondeadas y en ocasiones algo elevadas, que están recubiertas por escamas secas de color blanco nacarado y cuyo tamaño es variable. Estas lesiones pueden producir picor.
Otros tipos de lesiones de la piel producidas en las distintas variedades de psoriasis son la presencia de pequeñas heridas (fisuras) que producen dolor y se pueden sobre infectar por bacterias de la piel.
Si afecta a las uñas, se altera su estructura y en ocasiones el paciente puede perder la uña. En el cuero cabelludo aparecen placas blanquecinas que característicamente suelen picar más. El pelo en la zona de la lesión no se pierda y puede atravesar la placa blanquecina con descamación abundante.
Cuando hay afectación de las articulaciones, sobre todo de las manos, hay inflamación, dolor y deformidad de estas.
El tratamiento se divide según la forma de administración. El inicial es el de aplicación tópica. En ese formato se tienen varios fármacos con distinto mecanismo de acción, aunque la base principal del tratamiento son los corticoides tópicos. Otros fármacos utilizados son alquitranes, breas, antralina, retinoides tópicos, o la aplicación de fototerapia (tratamiento con luz ultravioleta). Acompañando siempre a estos tratamientos se utilizan siempre cremas hidratantes y queratolíticas (que retiran las capas muertas de la piel).
Después está el tratamiento sistémico, es decir, fármacos que se absorben por vía oral. Así se utilizan retinoides, fármacos inmunosupresores (Metotrexato y la Ciclosporina A) u otros tratamientos biológicos (anticuerpos monoclonales, etc…).
El diagnóstico de la psoriasis es fundamentalmente clínico por la exploración física y la observación del tipo de lesiones que presenta el paciente. Dentro de esta exploración física se procede a realizar una prueba que consiste en el denominado raspado metódico de Brocq, con el que se objetivan tres signos característicos en las lesiones psoriásicas: desprendimiento de multitud de escamas al raspar (signo de la vela), al continuar raspando se desprende una membrana transparente de la epidermis (membrana de Duncan-Dulckley), finalizando el raspado cuando aparecen lesiones de sangrado puntiforme (rocío hemorrágico de Auspitz), no apareciendo este último signo en la psoriasis invertida ni en la pustulosa.
Aunque no suele ser preciso, si existen dudas diagnósticas, se realiza una biopsia de las lesiones (quitar una pequeña muestra de la lesión para estudiarla en el laboratorio de anatomía patológica).
Factores que pueden influir en la aparición son factores físicos como traumatismo repetidos en la piel, infecciones en la piel, algunos fármacos, el clima, el estrés, factores hormonales, el alcohol o el tabaco, o factores inmunológicos.
Uno de los principales factores de riesgo es la influencia de la herencia familiar, ya que hasta un tercio de los pacientes tienen antecedentes familiares de padecimiento de la enfermedad.
Se ha asociado las infecciones faríngeas producidas por bacterias (concretamente Estreptococos beta hemolíticos del grupo A) con el desarrollo de psoriasis en gotas.
En casos leves, el diagnóstico y tratamiento lo realiza el médico de atención primaria. Cuando se presentan casos de extensiones importantes, existen complicaciones o no hay respuesta al tratamiento inicial, se deriva al paciente al dermatólogo.
La psoriasis es una enfermedad crónica que en ningún caso es contagiosa.
Sí, está demostrado que el estrés emocional puede ser un factor tanto desencadenante como de exacerbación o empeoramiento de la psoriasis.
Los pacientes con mayor afectación por psoriasis y sobre todo si son jóvenes tienen un mayor riesgo para el padecimiento de depresión y ansiedad. Además, el riesgo de suicidio con respecto a la población general se ha demostrado que está aumentado. Todo ello está relacionado con la influencia e interferencia que produce la psoriasis en la en todos los aspectos de la vida del paciente.
Los médicos pueden recomendar como ayuda en el tratamiento y el mantenimiento de la mejor integridad de la piel con sustancias hidratantes y emolientes. Así se pueden usar por ejemplo el aceite de almendras, aloe vera, cremas con base de avena, etc.
Es importante conocer las características de la enfermedad y ayudar al paciente a aceptar y adaptarse a la situación de cronicidad e intermitencia de su enfermedad, apostando por reforzar su autoestima. Así mismo es importante el acompañamiento en todos los procesos de diagnóstico médico y los tratamientos, reforzando el cumplimiento terapéutico del paciente para que sea más efectivo.