La parálisis facial es una afección que ocurre debido a un trastorno del nervio facial, consistente en la pérdida total o parcial de movimiento voluntario en un lado de la cara. Se produce por un fallo en el mismo nervio, que no lleva las órdenes nerviosas a los principales músculos encargados de la movilidad y expresión de la cara y estos se paralizan. La parálisis facial causa debilidad repentina y temporal en los músculos faciales. Esto hace que la mitad de la cara se vea caída. Puede suceder a cualquier edad, pero es más frecuente en adultos. En la mayoría de los casos, la parálisis es temporal. Es una enfermedad común y no es grave, aunque si no se trata adecuadamente puede ocasionar complicaciones importantes que afectan a la calidad de vida de las personas que la padecen.
Existen dos tipos de parálisis facial, estas son:
Existen múltiples causas que pueden provocar una alteración en el nervio facial y su mal funcionamiento.
El nervio facial está unido directamente con el cerebro y su función es controlar la musculatura de la cara, la producción de lágrimas y saliva, la percepción auditiva, el cierre y apertura de los ojos y el sentido del gusto en la lengua.
Pueden existir causas de origen interno y algunas de origen externo, entre las causas de parálisis facial podemos encontrar:
Los síntomas de la parálisis facial pueden variar de acuerdo a las características de la persona y el alcance de la lesión, los cuales pueden incluir: asimetría por falta de movilidad en un lado de la cara, dificultad en las expresiones faciales como cerrar un ojo o sonreír, babeo, alteraciones en la lagrimación y en el habla, dolor alrededor de la mandíbula, dentro o detrás de la oreja del lado afectado, dolor facial y de cabeza, disminución en la capacidad de saborear, dolor en el oído y presencia de sonidos que parecen más fuertes de lo normal, ausencia de saliva, dificultades para subir las cejas, frente lisa y alteraciones en la respiración nasal.
El tratamiento para la parálisis facial es fundamentalmente médico, aunque no existe un tratamiento propio al no existir una etiopatogenia suficientemente probada.
Para conseguir la recuperación de la movilidad facial, primero se deben tratar las causas. Si es por traumatismos se tratará con corticoides, muy eficaces en caso de dolor y en pacientes con parálisis completa. Si el origen es una infección por virus se trata con antivirales, como es el caso de herpes zoster, que se trata con Aciclovir, y si es bacteriana que se trata con antibióticos.
Por otro lado, como el párpado no cierra, es necesaria la protección ocular, por lo que se pueden utilizar gafas de sol, lágrimas artificiales, pomadas epitelizantes y se cierra con un parche durante el sueño.
Cuando el tratamiento conservador no ha tenido éxito y el nervio no se ha recuperado, se pueden realizar técnicas de reconstrucción para mejorar las secuelas por medio de cirugías.
Hay dos tipos de tecnicas de reconstruccion:
Para el diagnóstico y tratamiento es necesario realizar un examen físico completo acompañado de un exploración neurológica básica clínico. Las pruebas complementarias servirán para saber la gravedad de la lesión o de otra causa distinta a la idiopática.
Entre las pruebas complementarias están: análisis de sangre, entre ellos glucemia, conteo sanguíneo completo (CSC), tasa de sedimentación eritrocítica (ESR) o examen de Lyme. Tomografía computarizada de la cabeza, electromiografía y resonancia magnética de la cabeza.
Aún no se conoce un factor específico que pueda desencadenar la parálisis facial.
Los factores que aumentan el riesgo de padecer esta enfermedad son: la edad, ya que tiene peor pronóstico en gente mayor de 55 años, la hipertensión arterial, los traumatismos craneales, las infecciones de oído, el estar embarazada (especialmente durante el tercer trimestre o en la primera semana después del parto), tener una infección de las vías respiratorias superiores como gripe o resfriado o algún otro virus o bacteria. También afecta la diabetes mellitus.
Las complicaciones de la parálisis facial pueden incluir:
No hay forma de prevenir la parálisis facial.
La parálisis facial pertenece a la especialidad de neurología, que es la parte de la medicina que se ocupa de la anatomía, la fisiología y las enfermedades del sistema nervioso.
En la mayoría de los casos la parálisis facial es reversible. En más de un 85% de los casos se consigue la recuperación total de la función del nervio. El tiempo medio de recuperación es de aproximadamente 4-6 semanas, llegando hasta los 6 meses para una recuperación completa.
La parestesia es un fenómeno que consiste en la aparición de sensaciones punzantes, de hormigueo, de picor, de entumecimiento o de quemazón en distintas partes del cuerpo. Es más habitual que se produzca en los brazos, en las manos, en las piernas y en los pies.
La parálisis facial afecta al nervio facial o VII par craneal. Pero también se pueden ver afectados otros músculos que están inervados por el nervio facial como son: cutáneo del cuello, estilohioideo, vientre posterior del digástrico, músculo del estribo, estilogloso, glosoestafilino, palatoestafilino, periestafilino interno, músculos cutáneos del cráneo, músculos de los párpados, músculos de la nariz, músculos auriculares y músculos de la boca y de los labios.
Cada nervio facial dirige los músculos de un lado de la cara, incluso aquellos que controlan parpadear y cerrar el ojo y las expresiones faciales como sonreír y fruncir el ceño. Además, el nervio facial transporta impulsos nerviosos a las glándulas lacrimales, las glándulas salivares, y los músculos de un pequeño hueso en el medio del oído llamado estribo. El nervio facial también transmite sensaciones del gusto provenientes de la lengua.
El el nervio glosofaríngeo es el noveno nervio craneal. Está compuesto por fibras sensitivas y motoras; las fibras sensitivas inervan el seno carotídeo, lengua, garganta, faringe, velo del paladar y las papilas gustativas del tercio posterior de la lengua, mientras que las fibras motoras se extienden por la lengua y la faringe. Realiza funciones de deglución y secreción de saliva, controla las sensaciones de la lengua y participa en el control reflejo de la respiración y la presión arterial.