La hiperpotasemia o hiperkaliemia es un trastorno electrolítico, es decir por aumento de un elemento, el potasio, del organismo donde existe una elevación del este en la sangre por encima de 5.5mEq/L (miliequivalentes por litro). La hiperpotasemia es un problema que afecta de forma más frecuente a pacientes mayores que deben tomar fármacos que pueden aumentar la concentración de potasio en sangre. En pacientes hospitalizados se da en un 10% de los casos. Es la alteración electrolítica más grave, ya que puede producir alteraciones cardíacas mortales en poco espacio de tiempo.
Según la cantidad de potasio en plasma que se detecte se divide la hiperpotasemia en:
Además, se establece que puede existir una pseudohiperpotasemia, es decir, una concentración real de potasio normal, aunque aparezcan cifras elevadas en los análisis debido un mal procesamiento de la muestra.
La pseudohiperpotasemia aparece por un cierre repetido del puño durante la extracción de la muestra de sangre o un exceso de presión en el torniquete que se realiza en la parte superior del brazo antes de la extracción. También por un traumatismo en la punción venosa, por la destrucción de los glóbulos rojos de la muestra de sangre o por un aumento de las células sanguíneas en esta.
Otra de las causas e un aporte excesivo de potasio habitualmente en pacientes en los que no les funciona bien el riñón. Suele asociarse a aporte por fármacos por vía parenteral (intravenosa) que contengan potasio.
La tercera causa descrita es la salida de potasio que existe dentro de las células fuera de ellas (al espacio extracelular). Esta situación aparece en procesos de alteración metabólica como acidosis metabólica o respiratoria, déficit de insulina o aumento del azúcar en sangre (hiperglucemia), destrucción de tejidos (en quemaduras, traumatismos extensos…etc.), o incluso por realizar un ejercicio físico muy intenso, por la toma de fármacos como betabloqueantes, digoxina, algunos relajantes musculares…etc.
Por último, se puede producir hiperpotasemia por mala función del riñón en enfermedades como insuficiencia renal aguda o crónica, hipoaldosteronismo, o por fármacos que disminuyen la secreción renal de potasio.
Los síntomas que aparecen se deben a la alteración que se produce de la transmisión del impulso de los nervios a los músculos (transmisión neuromuscular) a nivel del músculo del corazón y del resto de músculos del organismo. Así puede aparecer debilidad muscular, alteración de la sensibilidad como hormigueo o entumecimiento, astenia (cansancio, y debilidad), alteraciones en la articulación del habla, dificultad para tragar, incluso parálisis muscular y dificultad para la deambulación. Pueden aparecer manifestaciones gastrointestinales como náuseas, vómitos y dolor abdominal, o íleo paralítico (mal funcionamiento del intestino). A nivel cardíaco pueden aparecer arritmias ventriculares (alteraciones del ritmo del corazón muy graves) e incluso la parada cardíaca. Pueden aparecer otras alteraciones del sistema renal y del sistema endocrino.
Lo primero que se hace es eliminar cualquier aporte externo de potasio (tanto dietético como farmacológico). Aquellos pacientes con unos niveles de potasio por debajo de 6 mEq/L que se encuentran asintomáticos pueden corregir esto únicamente con medidas dietéticas (dieta pobre en potasio). Además, se pueden asociar fármacos denominados resinas de intercambio catiónico o diuréticos si los niveles oscilan entre 6 – 6.5 mEq/L (hiperpotasemia leve).
En los casos de hiperpotasemia moderada sin que existan alteraciones en el electrocardiograma, se utiliza la administración de glucosa + insulina. También se puede utilizar Salbutamol en una nebulización (inhalado) o bicarbonato sódico intravenoso.
En los episodios de hiperpotasemia grave con niveles de potasio por encima de 7 mEq/L y alteraciones del ritmo del corazón, se utiliza tratamiento intravenoso con gluconato o cloruro cálcico, diuréticos, insulina, Salbutamol en nebulización o intravenoso y enemas de resinas de intercambio.
Cuando existe insuficiencia renal grave o las medidas anteriores fallan, se recurre a la realización de diálisis, siendo la hemodiálisis más eficaz que la diálisis peritoneal en la eliminación de potasio.
El diagnóstico se realiza con una analítica de sangre con determinación hemograma, bioquímica con iones (potasio, sodio y calcio), glucosa, urea y creatinina. Además se determinan enzimas musculares como la creatin-Kinasa. También se realiza analítica de orina y gasometría arterial. Se puede realizar un estudio del llamado eje hipófisis-suprarrenal con determinación de renina, aldosterona y cortisol en plasma. Además se realiza electrocardiograma y radiografía de tórax.
El factor desencadenante de la hiperpotasemia es una concentración en el plasma sanguíneo del potasio por una aporte excesivo, por un defecto de su eliminación a nivel renal, o por una alteración en su distribución en el organismo.
Las complicaciones más graves se dan por un aumento muy elevado de la concentración de potasio plasmática y son la expresión más intensa de las manifestaciones clínicas que presenta como:
La hiperpotasemia es una alteración tratada habitualmente a nivel hospitalario tanto en el servicio de urgencias como en los pacientes ingresados, pudiéndose tratar al paciente por parte de los especialistas en medicina interna, intensivistas, nefrólogos o cardiólogos.
La hipernatremia es la elevación de la concentración de sodio en sangre por encima de 145 mEq/L producida mayoritariamente porque el aporte de líquidos esté disminuida.
La hiperfosfatemina es el aumento de la concentración del fosfato en la sangre por encima de 4.5 mg/dL producidos frecuentemente por alteraciones en la glándula paratiroides (hipotaratiroidismo) o por alteraciones renales.
Es la disminución de la concentración de potasio en sangre por debajo de 3.5 mEq/L, una alteración muy prevalente en nuestro medio, ya que una de las causas más frecuentes es la pérdida de potasio por la aparición de vómitos o diarrea.
La leche en polvo, los quesos, carnes como liebre y conejo, embutidos, peces, moluscos y crustáceos como la vieira, palometa, caviar, jurel, boquerón, surimi, caballa, salmón, pulpo, pez espada, percebe, pescados ahumados, los huevos, todos los frutos secos, todas las legumbres, verduras y hortalizas como la pimienta negra, el perejil, patata, ajo, espinaca, acelga, champiñón, trufa, col de Bruselas, cardo, escarola, brócoli, endivia, col, coliflor, remolacha, cereales y derivados como la harina de soja, germen de trigo, cebada, avena, maíz y frutas como dátiles, coco, grosella negra, plátano, aguacate, kiwi, y el melón.
Verduras y hortalizas como el calabacín, cebolla, lechuga, pepinillos, pimientos y otros siempre que sean cocidos como la lombarda, el repollo, las berenjenas o los espárragos y los nabos, frutas como la manzana, pera, sandía y mandarina. La carne de pollo o de gallina, la sardina asada, o la pasta.