La hepatitis C, también conocida como VHC o HCV, es una enfermedad vírica que afecta al hígado produciendo alteraciones en el organismo. Se da tanto en hombres como en mujeres, teniendo mayor riesgo de sufrirla aquellas personas que practican sexo sin protección, consumen drogas intravenosas, o trabajan en el sector sanitario. Pertenece a la especialidad de infectología y es considerada una enfermedad de tipo grave.
Todas las hepatitis afectan directamente al hígado, pero se diferencian según su gravedad y forma de contagio. Las principales hepatitis son:
La hepatitis C es una enfermedad vírica que afecta al hígado llegando incluso a anular sus funciones si no se trata correctamente la enfermedad.
El virus de la hepatitis C se transmite a través de sangre contaminada que entra en el torrente sanguíneo de una persona sana por diferentes motivos, como la práctica de sexo sin protección, el consumo de drogas inyectables o el contagio al estar expuestos al virus.
Esta enfermedad en muchas ocasiones no presenta síntomas hasta casi diez años después de haberse contraído. Por ello, es importante realizarse análisis de sangre, ya que los síntomas no siempre son evidentes. Los principales de la hepatitis C son:
Para tratar la hepatitis C el paciente debe tomar medicamentos antivirales así como vacunarse contra la hepatitis A y la hepatitis B de forma que no se complique su recuperación, ya que ambas enfermedades también afectan al hígado.
En algunos casos, si el hígado está muy dañado, el paciente deberá someterse a un trasplante.
Como la hepatitis C puede tardar en presentar síntomas hasta varios años después, es importante que los pacientes que tienen factores de riesgo se realicen la prueba.
La prueba se basa en una analítica sanguínea para detectar la presencia del virus VHC, y en caso de que este dé positivo, se realizarán análisis complementarios para comprobar la cantidad de virus que hay en la sangre e identificar el genotipo.
Por otro lado, se realizarán pruebas en el hígado para evaluar si existe daño hepático.
La hepatitis C se desarrolla cuando el virus VCH ingresa en la sangre del paciente, por tanto, cualquier acción que pueda provocar este suceso es un factor desencadenante.
Existen una serie de factores de riesgo que pueden provocar que el paciente tenga mayor tendencia a sufrir la hepatitis C. Estos factores de riesgo son:
La hepatitis C es una enfermedad vírica, por tanto, es tratada por la especialidad médica de infectología.
La hepatitis D, puesto que para desarrollarse el paciente también estará contagiado de la hepatitis B, lo que ocasiona que los síntomas se agraven.
También es de gravedad la hepatitis autoinmune.
El VHC es el Virus de la Hepatitis C, por tanto un VHC positivo significa que el paciente está infectado por el virus y por tanto padece hepatitis C.
La hepatitis B. No obstante, la hepatitis C también puede transmitirse sexualmente si durante el coito se produce un sangrado o fisura aunque sea mínimo.
La hepatitis se puede contagiar por los fluidos corporales (VHB, VHD), por la sangre (VHC) o por el consumo de alimentos o agua contagiados (VHA) por el virus.
El anti-VHC son los anticuerpos que genera el organismo ante la presencia del virus de la hepatitis C para hacerle frente, por tanto, es un indicativo de que el paciente sufre esta enfermedad.