Un absceso es una infección que se caracteriza por causar inflamación o acumulación de pus en un área de tejido cutáneo o subcutáneo. También puede darse en los órganos internos o entre sus cavidades. Estos pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo y los más peligrosos son los que se forman internamente, ya que no son perceptibles a simple vista. Generalmente son producidos por bacterias. Los abscesos pueden aparecer a cualquier edad, son muy comunes, especialmente los cutáneos. Generalmente son leves, aunque la gravedad va a depender del tipo de absceso y su localización.
Existen dos tipos de abscesos principales, aunque también existen otros que van a depender de su morfología y su localización, estos son:
Los tipos más comunes de abscesos según su localización son: absceso cutáneo y subcutáneo, dental, amebiano hepático, batholiniano, cerebral, anorectal, glúteo, epidural, mamario, pulmonares, forúnculo, orzuelo, antrax, chalazión, paroniquia, periamigdalino, retrofaríngeo, garganta y panadizo.
La causa principal de los abscesos es una infección por bacterias como la Staphylococcus aureus y la Streptococcus pyogenes, y otros gérmenes que entran en el cuerpo y forman la infección. Para combatirla, el sistema inmunitario envía glóbulos blancos y estos junto con otras sustancias de desechos, se acumulan en la herida y forman el pus, es decir, un absceso, el cual en ocasiones es posible que no drene y que empiece a doler.
También es común que los abscesos se asocien a dificultades con el sistema inmune. Además, puede que se contagien por exponerse a un ambiente sucio y también por tener mala circulación.
Los síntomas de un absceso van a depender si son superficiales o profundos. Los principales que podemos mencionar son: dolor, calor, hinchazón, dolor a la palpación y enrojecimiento, presencia de pus, fiebre, escalofríos, cansancio y malestar general.
El tratamiento fundamental para un absceso es el drenaje quirúrgico, que a veces puede ir acompañado de antibióticos.
Los abscesos externos o superficiales pueden resolverse con aplicación de calor y antibioterapia vía oral, sin embargo, su desaparición total suele requerir un drenaje. En ocasiones si son menores sólo requieren una incisión y un drenaje en la zona del absceso. Debe retirarse todo el pus, el tejido necrótico y los restos.
Puede ser necesaria la eliminación del espacio abierto (muerto) con un empaquetamiento con gasas o colocación de un drenaje para prevenir la reaparición del mismo.
Los abscesos profundos a veces pueden drenarse con la aspiración percutánea con una aguja (guiada por ecografía o tomografía computarizada), que puede evitar realizar un drenaje quirúrgico abierto.
Los fármacos antimicrobianos son generalmente ineficaces sin drenaje, se utilizan cuando la infección invade otras partes del cuerpo y para evitar que vuelvan aparecer. La indicación depende del patógeno probable que causa la infección y siempre debe ser guiada por un cultivo de antibiograma y las pruebas de sensibilidad microbianas, para saber cuál es el antibiótico adecuado para el absceso a tratar.
El diagnóstico de un absceso externo o superficial se hace con una evaluación clínica, un examen físico que realice el médico puede ser suficiente, pero en ocasiones se puede realizar una muestra de fluido para determinar qué tipo de microorganismo está causando el problema.
Para un absceso interno o profundo, además, se realizan pruebas especializadas. Las más comunes son: la ecografía, que no es invasiva y detecta muchos abscesos de los tejidos blandos, la tomografía computarizada, que es precisa en la mayoría de los casos, y la resonancia magnética que suele ser más sensible.
Los factores de riesgo que predisponen a un absceso van a depender del tipo de absceso y su localización. De forma general podemos mencionar: dieta desequilibrada, sistema inmunológico deficiente, la presencia de cuerpos extraños, necrosis tisular (gangrena), hematoma o acumulación de líquido en el tejido, traumatismos… etc.
Las complicaciones de los abscesos van a depender del tipo del mismo, los más comunes son:
La prevención de los abscesos va a depender de la localización y la causa:
Los abscesos pertenecen a varias especialidades que los pueden tratar y que van depender del tipo y de su localización, es decir, un médico general puede tratar un absceso cutáneo superficial que no tenga ninguna complicación. Pero si hay que drenar o realizar cirugía lo debe tratar el dermatólogo, un cirujano general y en algunos casos, especialistas en infecciones.
Un absceso interno es el que se forma en los órganos internos o en los espacios que hay entre ellos, y produce dolor local y al tacto. Aparece cuando hay problemas en el estado de salud del paciente e indica que un órgano está funcionando mal. Por ejemplo, una infección hepática puede causar un absceso hepático, o una infección pulmonar puede causar un absceso pulmonar… etc.
Un absceso cutáneo es una acumulación de pus localizada en la piel como resultado de una infección bacteriana. Puede aparecer en cualquier superficie cutánea y en cualquier parte del cuerpo.
Un absceso en el glúteo es una acumulacion de pus y de material infectado en la piel que se localiza en la región glútea o zonas adyacentes, es un tipo de absceso cutáneo y es bastante común.
Un absceso en la garganta, también llamado periamigdalino porque se forman en las amígdalas, es un acumulación de pus detrás de las mismas o en lo lados de la garganta. En algunas ocasiones, las bacterias como Streptococcus y Staphilococcus que infectan la garganta proliferan y penetran profundamente en los tejidos circundantes, a lo que se le llama celulitis.
Los abscesos más comunes son los cutáneos, ya que pueden aparecer en todas partes del cuerpo.