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Trucos Para Superar Airosa la Menopausia

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Sofocos, disminución de la libido, irritabilidad… ninguna mujer querría pasar por eso y, de hecho, no siempre se experimentan todos los síntomas ni de la misma manera. Pero todas, antes o después, llegaremos a la menopausia. Por tanto, en lugar de lamentarnos, tratemos de aceptarla y conocerla. Cuanto más sepamos sobre los cambios que vamos a experimentar en la menopausia, mejor podremos afrontarlos y combatirlos.
Cuanto más sepamos sobre los cambios que vamos a experimentar en la menopausia, mejor podremos afrontarlos y combatirlos.

Cese de la menstruación

La menopausia es un proceso biológico, como lo fue la adolescencia, etapa de transición entre dos estados hormonales distintos que tendrá efectos físicos y emocionales variados en cada mujer. Se produce cuando cesa la función ovárica en la mujer, algo que sucede alrededor de los 50 años. La consecuencia del fallo ovárico es la desaparición de las reglas, pero a nivel fisiológico afecta desde dos puntos de vista: por un lado, el ovario agotado deja de producir óvulos, con lo que finaliza la edad reproductiva y, por otro, deja de fabricar estrógenos, y es ese déficit de estrógenos el responsable de toda la sintomatología de la menopausia.

Síntomas

Hay mujeres que no refieren ningún síntoma, y el tránsito a ese “nuevo estado hormonal” se produce progresivamente. Pero la mayoría experimenta algunos cambios que se pueden clasificar según sean:

  • Síntomas vasomotores: es el síntoma más popular y más llamativo, formado por un cuadro agudo de vasodilatación cutánea, con sensación de calor que viene del interior del cuerpo, ascendiendo del abdomen o tórax a la cara, con rubor y sudoración en ocasiones. Son los llamados sofocos, y pueden darse antes de que desaparezca la menstruación, cuando las reglas se retrasan, y permanecer durante un periodo variable. Frecuentemente son más intensos el primer año y van decreciendo en intensidad de forma progresiva.
  • Síntomas locales: son más progresivos pero que tarde o temprano todas las mujeres los acusan. A nivel de la mucosa vulvar y vaginal el déficit estrogénico tiene como consecuencia adelgazamiento y deshidratación, lo cual provoca atrofia, sequedad, pérdida de elasticidad y, por lo tanto, dolor o molestia con las relaciones sexuales y picor. Esta atrofia afecta a todo el sistema genitourinario provocando también síntomas urinarios, más propensión a cistitis, disminución de la capacidad vesical con lo que aumenta la frecuencia urinaria o se han de levantar por la noche a orinar, y si hay tendencia a la incontinencia urinaria con los esfuerzos ésta se acentúa, igual que si había un poquito de prolapso de la vejiga o el útero, al debilitarse los tejidos también suele empeorar.
  • Síntomas generales: algunos más evidentes, como cambios de humor o del estado de ánimo, con tendencia a la irritabilidad, ansiedad o depresión. Disminución de la líbido, alteraciones del sueño… Por suerte, no afectan a todas las menopáusicas.

Otros no tan palpables, pero que afectan silenciosamente: en el momento en que dejamos de tener estrógenos se acelera el proceso de descalcificación progresiva del hueso que lo debilita y aumenta el riesgo de fractura, se llama osteoporosis. Y simultáneamente dejamos de beneficiarnos del efecto protector que tenían los estrógenos sobre el sistema cardiovascular equiparándonos a los hombres en incidencia de infarto, angina, hipertensión…

Suena muy poco glamuroso visto así, y ninguna de nosotras quisiera tener que pasar a ese nuevo estado. Pero hay que asumirlo como una nueva etapa y centrarnos en todo lo que podemos hacer para sobrellevarlo de la manera más digna y saludable posible y encararlo positivamente.

Trucos para llevarlo lo mejor posible

Estas son mis recomendaciones generales para todas las mujeres postmenopáusicas, y las premenopáusicas, que todavía tienen más margen de maniobra para anticiparse a los cambios:

  • Evita el sobrepeso: al entrar en la menopausia el metabolismo se organiza diferente y es muy frecuente ganar algo de peso, así que deberemos vigilar más que nunca nuestra dieta y nuestros hábitos para mantener un peso adecuado. De esta manera contribuimos a mantener a raya los problemas cardiovasculares y evitaremos la sobrecarga de las articulaciones aliviando o evitando los dolores articulares, que son frecuentes en las menopáusicas.
  • Dieta adecuada: más que nunca debemos ser cuidadosas con lo que comemos, favorecer un aporte adecuado de calcio con lácteos, cereales, frutos secos y semillas para evitar la osteoporosis. Disminuir la ingesta de grasas animales para contrarrestar el aumento inevitable de los niveles de colesterol que conlleva la edad y evitar el sobrepeso. No abusar de la sal, que será un factor de riesgo más de hipertensión, y asegurarnos un aporte suficiente de vitaminas.
  • Ejercicio físico: previene la hipertensión y la diabetes, y es importante para mantener la forma física, la densidad de los huesos y bajar los niveles de colesterol “malo”. Nos ayudará a evitar ese incremento de peso muchas veces inherente a este estado hormonal nuevo. Además, en la postmenopausia cambia la distribución de la grasa corporal asemejándonos más al patrón masculino: la grasa se acumula más en el abdomen y cintura, y menos en caderas y nalgas… ¡No queremos eso!, y la única forma de mantener la línea femenina será haciendo algo de ejercicio físico.
  • Ejercita también la musculatura del suelo pélvico: los ejercicios de Kegel o los abdominales hipopresivos son el tratamiento de la incontinencia urinaria de esfuerzo leve que puede empezar a manifestarse en esta fase.
  • Tomar el sol, sin excesos: las radiaciones solares son nocivas, pero para el mantenimiento de la densidad ósea es necesaria la vitamina D que obtenemos de la luz solar. Se recomiendan 15 minutos diarios, que mejor si los hacemos coincidir un paseo al aire libre, que nos hará segregar endorfinas para combatir la tendencia a la ansiedad y depresión, más frecuente en la menopausia.
  • Hidratación: bebe suficiente líquido para mantener una buena función renal y contrarrestar la sequedad de la piel y las mucosas que tarde o temprano todas notaremos. Y también incide en la hidratación vaginal, pues la atrofia que conlleva la menopausia provoca dolor con las relaciones sexuales, y con la disminución de la líbido que, a menudo, se asocia suman un “pack” que favorecerá la reducción de la cantidad y calidad de las relaciones y a empeorar la atrofia (las mujeres que mantienen una vida sexual activa y frecuente se atrofian mucho menos). Para mejorar este aspecto hay variedad de cremas y aceites hidratantes y lubricantes que se convertirán en esenciales.
  • Mantén un buen estado de ánimo: el cataclismo hormonal pasa factura y puedes estar más irritable, susceptible, decaída, con baja autoestima… Es importante hablarlo con tu familia, que ellos sepan cómo te sientes favorece empatizar y comprender. El ejercicio, pasar tiempo al aire libre, tener vida social, mantener costumbres saludables en definitiva, te hará sentir mejor.
  • Y sin lugar a dudas evita hábitos no saludables: tabaco, alcohol y cafeína en exceso no ayudan y contribuyen a la osteoporosis y a los sofocos.

Estos consejos deberían ser norma universal para todas nosotras, pero hay veces que no es suficiente y hace falta un tratamiento médico. A ese respecto me gustaría romper una lanza a favor del desprestigiado tratamiento hormonal:  no se puede recomendar en todos los casos, pero hay mujeres que lo necesitan y se pueden beneficiar mucho de sus efectos. Si tu ginecólogo lo recomienda no lo rechaces sin tener la información necesaria.

Sobre el tratamiento hormonal sustitutivo

En la década de los 90 se puso de moda la administración de hormonas a todas las mujeres menopáusicas como si fuese el elixir de la eterna juventud, y se vio que, en función del contexto, dosis y duración del tratamiento, aumentaba el riesgo de sufrir cáncer de mama, de ovario, tromboembolismos… en las mujeres tratadas más de 10 años. Ante este hecho nos pasamos al extremo contrario y se dejó de tratar a muchas mujeres a las que les hacía falta. Y los extremos nunca son buenos.

Este tratamiento consiste en administrar los estrógenos (y progesterona si es necesaria) que nuestros ovarios han dejado de fabricar, y es el único tratamiento altamente efectivo para paliar los sofocos, además de contribuir al mantenimiento de la masa ósea, la líbido y la salud cardiovascular.

La recomendación actual es que hay que tratar a las mujeres con menopausia precoz y a todas aquellas a las que los síntomas de la menopausia merman su calidad de vida, siempre bajo control médico, a la mínima dosis efectiva y por un tiempo limitado. Con esas consideraciones este tratamiento es seguro y beneficioso.

Otro nivel en el que los estrógenos son altamente efectivos es si se aplican de forma tópica vaginal para pacientes con atrofia. En este caso el efecto es local, la absorción sistémica prácticamente nula y, por tanto, muy seguros. No todas las pacientes sufren el mismo grado de atrofia ni les afecta de la misma manera, pero para las que las cremas hidratantes no las conforten suficientemente, los tratamientos con pomadas de estrógenos y el láser son la alternativa.

En su lugar…

Existen tratamientos fitoterápicos como las isoflavonas de soja, la cimicífuga racemosa, el trébol rojo, la salvia o el lúpulo, de los que no existe suficiente evidencia científica sobre su efecto en el manejo de los síntomas de la menopausia, pero pueden ser una alternativa para las mujeres que no quieren o no pueden tomar el tratamiento hormonal, ofreciendo un alivio leve en la frecuencia y/o intensidad de los sofocos por lo que pueden resultar útiles en algunas ocasiones.