Los peelings realmente efectivos, con ácidos a concentraciones altas, o abrasiones físicas, deben ser realizados por un médico, ya sea dermatólogo o médico estético, porque son técnicas que no están exentas de riesgos y deben conocerse bien. El peeling o exfoliación es una técnica dermoestética que persigue decapar la piel para eliminar ciertas imperfecciones superficiales, como arrugas finas, puntos de grasa o manchas provocadas por la edad y el sol.
El peeling se puede realizar con métodos físicos o químicos:
El ácido glicólico deriva de la caña de azúcar y es, por lo tanto, un ácido frutal. Químicamente es un alfa-hidroxiácido. Se usa desde hace años para tratar el acné, ya que puede “destaponar” los orificios foliculares tapados por queratina. Además, tiene un efecto regulador de la grasa, y puede controlar los “brillos” de la piel, volviéndola más mate y estéticamente agradable.
Los derivados sintéticos de la vitamina A o retinol son muy útiles en dermatología estética. El ácido retinoico sirve para tratar el acné y también los trastornos de la queratinización de la piel. A nivel de estética, sirve para retirar las células muertas y estimular la producción de colágeno de la dermis. Es un medicamento antienvejecimiento eficaz, que además ha sido aprobado con esta indicación por las autoridades sanitarias. Existen varios derivados por vía oral, como el acitretino, que se usa como tratamiento de la psoriasis, y el isotretinoíno, que se utiliza para el acné.
El fenol o fórmula de Baker sirve para hacer un peeling más profundo y, por tanto, es una técnica más agresiva que decapa más la piel, y puede tratar arrugas más profundas. Se emplea mucho para la cara, y también para las manos y el escote. El tiempo de recuperación después de un peeling de fenol puede ser algo más largo.
Antes de realizarse, el paciente debe firmar por ley un consentimiento informado. Así se asegura que sabe lo que se le va a hacer, y que conoce los posibles efectos secundarios y complicaciones. Se recomienda no haber tomado el sol ni rayos UVA durante el mes previo, ni haberse realizado otras técnicas de limpieza facial agresivas.
El procedimiento se realiza con anestesia local, mediante cremas o con aguja. Se hace una limpieza y desengrasado de la piel, y se aplica de forma controlada el ácido por capas, observando la respuesta de la piel, y finalizando la técnica con un lavado o tamponado del ácido. La sensación de picor y quemazón es fácilmente soportable.
El peeling tiene efecto sobre la superficie de la piel, pero se ha demostrado que la inducción de cierta inflamación activa la producción y el remodelado de colágeno de la dermis mejorando la consistencia y firmeza de la piel. Esto ocurre sobre todo en los peelings más agresivos y profundos, como los realizados con fenol o tricloroacético.
Habitualmente, se recomiendan hidratantes o mascarillas faciales los días posteriores. La piel estará enrojecida, e irá descamando durante unos días, y es muy importante no exponerse al sol ni a los rayos UVA para que no se formen manchas. Por ello, no se suelen hacer peelings en verano, cuando hay más riesgo de que la luminosidad intensa pueda alterar los efectos positivos del peeling. Las épocas ideales son el otoño y el invierno.
Son raras, pero el peeling puede complicarse por infecciones (por ejemplo, las infecciones por el virus herpes), hematomas, o alteraciones de la pigmentación si el paciente se expone al sol. En personas que padecen herpes labiales con frecuencia, puede ser necesario dar un medicamento antivírico para evitar que aparezca y se extienda por toda la cara.
Son variables, en general entre unos meses y un año. Lo ideal es repetir un peeling cada año o cada dos años para mantener los efectos positivos sobre la piel. La técnica puede repetirse todas las veces que se quiera, y puede combinarse con otros procedimientos como los láseres o la cirugía.
Dr. Jorge Romaní
Especialista en Dermatología
Dermatólogo colaborador de Advance Medical