Eliminar las arrugas es el sueño de muchos cuando empiezan a ser demasiado evidentes. El lifting, estiramiento o ritidectomía, se convierte entonces en una opción válida en manos de cirujanos plásticos expertos.
Con el paso del tiempo, la piel pierde su firmeza y elasticidad, por un proceso llamado elastosis. Además, la repetida contracción muscular ejercida por los músculos de la expresión facial va creando arrugas cada vez más evidentes. Un signo típico es la pérdida del óvalo facial, que ocurre a partir de los 40 o 45 años. El lifting consiste en eliminar el exceso de piel en la cara y el cuello, y tensar los músculos. Es una intervención quirúrgica practicada generalmente por los cirujanos plásticos que está destinada fundamentalmente a eliminar las arrugas faciales.
El lifting está especialmente indicado para las arrugas del canto externo del ojo (las llamadas “patas de gallo”), las arrugas del labio superior (llamado “código de barras”), el surco nasogeniano (la zona que se extiende desde las aletas de la nariz hasta las comisuras de los labios) y la zona bajo la barbilla, comúnmente conocida como “papada”.
Actualmente, la tendencia es hacer operaciones más limitadas a una pequeña área de la cara, como la mandíbula, con incisiones muy pequeñas y estiramientos que movilizan menos superficie de la piel.
Antes de realizarse, el paciente debe firmar por ley un consentimiento informado. El médico debe de realizar una historia clínica exhaustiva ya que las personas que presentan trastornos de coagulación, diabetes o mala cicatrización no son buenas candidatas para un lifting.
El cirujano practicará una incisión en la línea de implantación del cuero cabelludo, hacia las orejas, rodeando el lóbulo por detrás. Así, la cicatriz quedará escondida y no será visible. Si se quiere actuar sobre la “papada”, se hará otra incisión por debajo de la barbilla. Entonces se separa la piel, se tensa, se retira el tejido sobrante, y se sutura con puntos especiales que se marcan poco sobre la piel, y aseguran una cicatriz estética. En muchos casos, el lifting se acompaña de otra técnica, la blefaroplastia, para eliminar las bolsas de los ojos.
No suele ser necesaria una anestesia profunda, sólo una sedación y anestesia local. Esto hace que sea una operación con un postoperatorio rápido. Generalmente el paciente sólo pasa una noche en el hospital. Al salir del quirófano el aspecto es muy aparatoso, con vendajes por toda la cara, y drenajes que absorben el posible hematoma que se puede formar. También se suele aplicar hielo y una analgesia correcta para controlar el dolor
Tras la intervención hay un dolor, un abultamiento y una sensación de acorchamiento de la cara, que van desapareciendo con los días. Los puntos suelen retirarse a la semana. Los hematomas producidos por la movilización de la piel, la grasa y el músculo, se van reabsorbiendo y desaparecen en poco tiempo. En general, al paciente se le informa que puede llevar una vida normal a las tres semanas de la operación.
Son muy raras, aunque en algunos casos puede haber hemorragias, infecciones, hematomas persistentes, trastornos de la sensibilidad o mala cicatrización. Para someterse a un lifting, es aconsejable dejar de fumar, ya que el tabaco altera la oxigenación y la capacidad de curación en una intervención quirúrgica. También hay que protegerse del sol con fotoprotectores de factor alto, para evitar la pigmentación postinflamatoria.
Los efectos no son permanentes, porque la ley de la gravedad y la edad van teniendo nuevamente efecto sobre la cara operada. No es fácil dar una estimación de tiempo, porque varía con cada persona y sus circunstancias de vida sana, tabaco, exposición al sol, etc. En general, los efectos de un lifting son visibles hasta los cinco a diez años posteriores a su realización. A partir de ese momento, el lifting u otras técnicas de rejuvenecimiento facial pueden repetirse.