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Terapia de Pareja

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Existen muchos tipos de problemas, y cada uno tiene una forma específica de solución. Cuando se nos estropea la moto, la llevamos a reparar a un mecánico de motos y no a un mecánico de coches. Si bien un mecánico de coches podría ayudarnos a repararla más que, por ejemplo, un carnicero, de la misma manera, los problemas de pareja hay que trabajarlos en pareja, y no de forma individual. Ambos miembros son parte del problema y, por tanto, también de la solución.

La terapia de pareja no sólo está indicada para recuperar una relación, sino que también es útil para gestionar una ruptura de la forma menos conflictiva posible, cuando esa es la decisión más adecuada.

Aunque habitualmente cuesta más ir a terapia de pareja que al mecánico (incluso cuando el malestar que nos genera una moto estropeada es mucho menor que una pareja en crisis), lo cierto es que la terapia de pareja cada vez está más demandada en nuestra sociedad y en los últimos años han aumentado considerablemente el número de consultas.

¿En qué consiste?

La terapia de pareja es un asesoramiento psicoterapéutico con un experto en dinámicas relacionales para mejorar un problema o situación difícil dentro de la pareja. Uno (o ambos miembros de la pareja) siente un malestar importante que dificulta el día a día. Las dificultades en la comunicación suele ser el común denominador.

El objetivo fundamental es resolver los problemas interpersonales dentro de la relación y sentirse más a gusto con el otro y con uno mismo.  Una pareja sana no es la que no tiene problemas, sino la que sabe cómo manejarlos, enfrentándose y flexibilizándose.

Es importante considerar que la terapia de pareja no sólo está indicada para recuperar una relación, sino que también es útil para gestionar una ruptura de la forma menos conflictiva posible, cuando esa es la decisión más adecuada.

¿Cuándo consultar?

No hay unos parámetros claros que indiquen cuándo debería consultarse. Lo recomendable es que ambos sientan que necesitan aliviar el malestar, con objetivos similares y motivación para solucionar. Si bien lo ideal sería que la terapia no se postergara, la mayoría de las parejas convive una media de entre cinco y seis años con el problema antes de acudir a terapia.

¿Cuántas sesiones son necesarias?

Dependerá del problema, el momento en que se encuentre, la motivación para resolverlo, las capacidades que despliegue cada miembro, etc. En ocasiones, una intervención breve, muy focalizada y que desatasque ciertos puntos puede cambiar el rumbo de la relación en tan solo un par de sesiones.

¿Cuáles son los motivos de consulta más habituales?

Las discusiones, rutina, dificultades sexuales, dependencia, celos, infidelidad, dificultades en la convivencia, problemas con las familias de origen, diferencias en la crianza de los hijos, situaciones difíciles específicas (duelo o enfermedad de alguien cercano), etc. son algunas de las demandas más habituales de terapia de pareja. El denominador común de todas ellas suele ser las dificultades en la comunicación. Habitualmente los miembros de la pareja tienen a polarizarse en las opiniones, alejándose aún más a cada intento de diálogo y afianzándose en la rigidez en vez de en la flexibilidad.

¿Duración y frecuencia?

Habitualmente se empieza con una sesión de una hora y media de duración cada 15 días, aunque esto puede variar en función del problema o el modelo terapéutico.

¿Existen tipos diferentes de terapia?

Sí, hay diferentes modelos u orientaciones teóricas, que entienden y manejan los problemas de maneras diferentes. El modelo más reconocido es el sistémico, aunque también existen otros muy habituales y efectivos, como el cognitivo-conductual, el psicodinámico, el humanista, etc.

¿Y si uno de los miembros de la pareja no quiere ir a terapia?

Antes de nada, sería indicado entender por qué el 50% de la relación no quiere consultar (¿ha tirado la toalla?, ¿no percibe que haya un problema?, ¿no quiere expresar la intimidad ante un tercero?, etc.), ya que según cuál sea la respuesta también podemos ver si es posible o no reconstruir la pareja. Si hay posibilidades de solución, se puede pedir a la parte que no quiere asistir que acompañe a la que sí, aunque sólo sea para estar presente y escuchar lo que se tiene que decir. Habitualmente, el miembro que en principio no deseaba ir, acaba mostrando su punto de vista e involucrándose.

¿Qué ayuda a producir el cambio?

Es fundamental reforzar la empatía entre los miembros de la pareja de forma que puedan realmente entender las necesidades del otro, atendiendo las responsabilidades propias y comunes, así como potenciar la escucha activa, abandonando los monólogos y cultivando los diálogos. Para ello puede ser de utilidad instruir en nuevas pautas comunicacionales que potencien el vínculo y la reciprocidad, para así reforzar las bases de la ilusión y potenciar un proyecto común. En ocasiones pueden darse actividades para realizar fuera de sesión y así afianzar los cambios.

¿Qué efectividad tienen?

Datos clínicos concluyen que alrededor del 75% de las parejas que consultan mejoran tras la terapia. El porcentaje aumenta si se aborda el problema en un estadio inicial.