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Síndrome del Bebé Sacudido y Consecuencias Oculares

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Sacudir o zarandear a los bebés es muy peligroso. Debido a su inmadurez y anatomía podemos causar lesiones oculares y neurológicas muy graves y de consecuencias nefastas. El síndrome del bebé sacudido constituye la causa más frecuente de mortalidad infantil en los países desarrollados, y las lesiones que causa son responsables de la mayoría de las discapacidades, incluso a largo plazo.
El motivo más frecuente de la aparición del síndrome del bebé sacudido es la frustración e impaciencia de los padres o cuidadores tras un episodio de llanto inconsolable y prolongado.

¿Qué es el síndrome del bebé sacudido?

Es el conjunto de lesiones cerebrales que se producen al sacudir vigorosamente a un bebé. Aunque parezca mentira, no es nada raro observar bebés en urgencias o en nuestra consulta de pediatría con este síndrome. Se estima que su incidencia en el mundo es de 20-25 casos por cada 100.000 niños menores de dos años. En España, 100 de cada 450.000 niños nacidos al año pueden padecer este síndrome.

¿Es un diagnóstico reciente?

Seguro que no es algo nuevo y que en toda la historia de la humanidad se han producido este tipo de abusos. Pero no fue hasta 1946 que el radiólogo J. Caffey publicó una serie de casos médicamente inexplicables de bebés con fracturas de huesos largos y hemorragias cerebrales. En el año 1972, se acuñó el términoWhiplash shaken infant syndrome” para definir el conjunto de signos y síntomas que presentaban los niños como consecuencia de haber sido repetidamente sacudidos por un adulto. Se clasificó dentro del maltrato físico infantil.

¿Cómo puede ocurrir?

La anatomía de los bebés es, en algunos aspectos, diferente a la de los niños mayores y, evidentemente, a la del adulto.

La cabeza de los bebés es mucho más grande, proporcionalmente, que el resto de su cuerpo. De hecho, representa el 25% de su peso. Además, la musculatura del cuello es débil y, durante los primeros meses de vida, es incapaz de sostener la cabeza. Existe una hipotonía fisiológica que hace a los bebés especialmente vulnerables.

El cerebro, además, está como “flotando” dentro del cráneo, de manera que no está tan sujeto como en el adulto. Por tanto, el zarandeo o la sacudida brusca del bebé hace que el cerebro golpee con brusquedad contra los huesos del cráneo. Imaginar lo inevitable es fácil: este traumatismo ocasiona inflamación, contusión e incluso hemorragias en el frágil cerebro del bebé. Además de las lesiones neurológicas, se pueden producir otros sangrados en la retina (capa más interna del ojo) y lesiones en la médula espinal a nivel cervical.

En menos de cinco segundos de sacudida son suficientes para provocar daños, en ocasiones irreversibles en el niño.

¿Cómo reconocer este síndrome?

Tras el zarandeo el niño puede quedarse adormilado y es incapaz de reaccionar o bien estar muy irritable tras unas horas. Su diagnóstico precoz es difícil, ya que los síntomas pueden confundirse con otras situaciones médicas, y los datos aportados por los padres o cuidadores hacen difícil sospechar de esta forma de maltrato.

No hay ningún síntoma específico pero las hemorrragias retinianas (sangrados en la capa más interna del ojo) aparecen casi en el 100% de los bebés zarandeados. Por lo tanto, una revisión oftalmológica es obligada cuando se sospecha esta situación. Además, lo característico, es que se presenten en ambos ojos.

Los síntomas más comunes en las primeras horas tras el zarandeo, y que llevan a los cuidadores a buscar asistencia médica, son muy variables: somnolencia, irritabilidad, alteraciones del tono muscular, convulsiones, vómitos, falta de apetito, piel pálida o cianótica (color azulado), problemas respiratorios, pérdida de conciencia, coma e incluso muerte. Todos estos síntomas son debidos a la inflamación del cerebro secundaria al traumatismo.

Pruebas diagnósticas

La resonancia magnética y el TAC son las pruebas de imagen imprescindibles para diagnosticar y detectar las hemorragias y hematomas subdurales (dentro del cráneo y que afectan al cerebro).

La exploración ocular y el fondo de ojo es imprescindible ya que nos permite detectar si hay hemorragias retinianas bilaterales.

Un análisis de sangre permite el diagnóstico diferencial con otras entidades que pueden dar síntomas similares.

A pesar de todas las pruebas, es fundamental esclarecer cuál ha sido la conducta de la familia y los cuidados o descuidos que ha padecido el bebé.


¿Cómo puede suceder?

Aunque parezca mentira, el motivo más frecuente de la aparición de este síndrome es la frustración e impaciencia de los padres o cuidadores tras un episodio de llanto inconsolable y prolongado. La falta de información y de control emocional del adulto lo lleva a sacudirlo en un intento de calmar su frustración y querer acallar, como sea, al bebé.

La segunda causa más frecuente son las maniobras de “reanimación” que se aplican en la casa o escuela infantil ante un episodio  que el adulto interpreta amenazante para la vida del bebé: espasmo del llanto, atragantamiento o tos intensa.

Aunque se clasifica como una forma de abuso, en ocasiones, el zarandeo se produce por el inadecuado manejo del llanto del bebé.

Secuelas

Lamentablemente, los niños que padecen esta situación tienen secuelas a largo plazo en la mayoría de los casos. Es tan grave, que uno de cada diez fallece por las lesiones neurológicas producidas. Aproximadamente un 50% tiene secuelas graves e irreversibles como parálisis cerebral, retraso mental, ceguera o epilepsia. En los casos menos graves, puede haber repercusión neurológica del tipo retraso de las adquisiciones, retraso motor, retraso en el habla o problemas de aprendizaje.

Factores de riesgo

Cuando se sospecha un posible maltrato la historia clínica, social y familiar es fundamental. La existencia de problemas dentro del núcleo familiar puede ser desencadenante de conductas inapropiadas, pero no siempre es así. Ser padres jóvenes, tener problemas socioeconómicos o laborales, alcoholismo, drogadicción o la mala relación de la pareja, pueden favorecer la aparición de conductas agresivas.

Dada la gravedad de la situación la sospecha de un síndrome de zarandeo debe ser denunciada a las autoridades.

Prevención: educar a las familias

Siempre se puede prevenir el síndrome del niño sacudido, porque es una errónea acción del adulto la que provoca las lesiones. Es muy probable que la intención no sea hacer daño al bebé, pero las familias deben estar informadas de las consecuencias de un zarandeo para evitar daños irreversibles.

  • Educar a las familias y a los padres en la importancia de reconocer las necesidades de su hijo cuando llora: por hambre, cansancio, calor, dolor o, simplemente, necesidad de contacto. Informar de que la manera más adecuada de resolver o manejar la situación es mediante la contención del bebé, el contacto y el cariño.
  • Avisar de que, todo llanto inconsolable en el bebé puede ser síntoma de que algo no va bien y es una situación de peso para acudir a urgencias para que sea valorado por un pediatra.
  • Es interesante que los padres realicen un sencillo curso de primeros auxilios para intervenir en situaciones donde el niño se quede sin respiración (atragantamiento, por ejemplo) para poder realizar las maniobras adecuadas y no zarandear al niño (esto sólo puede empeorar la situación).