En la rodilla disponemos de dos meniscos: el interno y el externo y se encuentran alojados en el espacio interarticular entre el fémur y la tibia. Su función es la de amortiguar la fuerza y la carga que recaen sobre la superficie articular durante el movimiento favoreciendo la congruencia articular.
Los meniscos son estructuras fibrocartilaginosas en forma de media luna situadas en las articulaciones, concretamente entre las superficies articulares de los dos huesos que la conforman. A pesar de que los meniscos de las rodillas son los protagonistas, existen muchas otras articulaciones con menisco en el cuerpo humano como son la clavícula, las costillas, la muñeca y la mandíbula.
El menisco interno tiene forma de semiluna mientras que el externo es casi circular. Curiosamente son más frecuentes las lesiones del menisco interno. Cada menisco posee un cuerpo y unos extremos llamados cuernos.
Por ser de consistencia cartilaginosa no es posible visualizarlos en una radiografía convencional por lo que cuando la exploración nos sugiere una posible lesión meniscal precisamos hacer un estudio mediante una resonancia magnética nuclear para confirmarla. Asimismo, y en función del tipo de lesión, existe una batería de tratamientos a considerar en función, sobre todo, de la edad del paciente, hábito deportivo, actividad laboral y entorno médico.
De entre las lesiones meniscales más frecuentes podríamos citar el quiste meniscal, el bloqueo meniscal, la meniscitis y la rotura meniscal.
En general, podríamos citar la entorsis de rodilla o giro brusco como principal causa de lesiones meniscales. Supone un cizallamiento de su superficie pudiendo ocasionar una simple inflamación (meniscitis) o una solución de continuidad (rotura meniscal). En pacientes jóvenes estos giros bruscos de la rodilla aparecen normalmente durante la práctica de actividad deportiva (futbol, skate, artes marciales…). Sin embargo, en edad adulta es mucho más frecuente la lesión meniscal por causa artrósico-degenerativa o traumática.
Ante una lesión meniscal de rodilla podemos encontrarnos un dolor en fase aguda a nivel de la cara interna o externa coincidiendo con la línea interarticular donde se alberga el menisco lesionado. Puede o no aparecer derrame articular e incluso un bloqueo articular que impediría al paciente extender totalmente su rodilla. Dicho sea de paso, en caso de bloqueo meniscal es necesario acudir a urgencias para recolocar el menisco en su espacio articular. A pesar de que en el servicio de urgencias no se realiza la resonancia magnética nuclear es importante la visita ya que la exploración será muy evidente y específica. Existen múltiples maniobras meniscales para la exploración de los meniscos de las rodillas. Asimismo, nos pueden solicitar una radiografía que puede mostrar lesiones asociadas al menisco y el estado óseo de la articulación.
En fase aguda iniciaremos un tratamiento sintomático, generalmente con analgésicos y/o antiinflamatorios. Aplicaremos frío local (crioterapia) sobre la zona afecta, pero siempre interponiendo un paño entre la piel y el hielo para evitar quemaduras cutáneas y con una frecuencia alta y duración aproximada de 15-20 minutos en cada ocasión. Además, realizaremos un reposo relativo, no hace falta que estemos en reposo absoluto en cama, pero podemos estar sentados en el sofá con la pierna en alto y aplicándonos la crioterapia. En algunas ocasiones será necesaria la colocación de un vendaje con finalidad antiinflamatoria.
En este caso el tratamiento es resolutivo, aunque puede ser necesaria la realización de un tratamiento rehabilitador para erradicar absolutamente los síntomas. Ahora bien, si no conseguimos controlar los síntomas debemos acudir nuevamente a visita médica pues puede ser el momento de solicitar la resonancia para ver el estado del menisco dañado.
La resonancia magnética nuclear es la prueba prínceps para valorar tanto las lesiones meniscales como las ligamentosas y cartilaginosas. Una vez confirmada la lesión meniscal podemos encontrarnos diferentes alternativas terapéuticas. Normalmente se opta por el tratamiento conservador en primer lugar, haciendo hincapié en el tratamiento rehabilitador. Ocasionalmente, pueden administrarse infiltraciones con corticoides o terapias biológicas. Por supuesto, recomendaremos reposo deportivo.
En caso de que el tratamiento conservador no consiga erradicar los síntomas o la lesión meniscal sea severa debemos optar por la opción quirúrgica donde, de nuevo, encontraremos diferentes opciones terapéuticas, siendo las más frecuentemente empleadas:
Ambos procedimientos se realizan mediante la técnica artroscópica sin necesidad de incisión cutánea y cuya recuperación es de corta duración, aunque suele precisarse un tratamiento rehabilitador coadyuvante.