En la actualidad, la obesidad y el sobrepeso son un problema de salud pública con proporciones epidémicas a nivel mundial y, más concretamente, en España se estima que la obesidad afecta al 16,9% de la población mayor de 15 años. El hecho de disminuir esta incidencia de obesidad se traduce también en una disminución de gasto médico para tratar las múltiples enfermedades asociadas a este desorden: cardiopatías, diabetes, hipertensión, etc.
Por ello, es importante conocer qué es realmente la obesidad y cuáles son sus consecuencias para la salud para poder revertir sus complicaciones a corto y largo plazo.
El término obesidad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se aplica a personas cuyo índice de masa corporal (IMC) es mayor de 30, es decir, es un valor numérico que sólo tiene en cuenta dos parámetros (peso y altura) según la fórmula: peso (kg)/altura (m2). Además, la obesidad en sí, puede subclasificarse en diferentes grados, entendiendo la obesidad extrema como el grado más complejo y problemático de todos ellos.
IMC |
|
30-34,9 |
Obesidad de tipo I |
35-39,9 |
Obesidad de tipo II |
40-49,9 |
Obesidad de tipo III (mórbida) |
>50 |
Obesidad de tipo IV (extrema) |
Sin embargo, debido a su simplicidad, este valor es poco preciso para conocer los riesgos metabólicos que puede padecer una persona (dislipemias, hipertensión, etc.). Por ello, aunque ayuda mucho como clasificación previa, también es importante determinar la distribución de la grasa en el organismo ya que la grasa visceral (acumulada en la zona abdominal) se asocia a un mayor riesgo de alteraciones metabólicas. Para ello, se realiza la medición del Perímetro de cintura (PC) que permite estimar, de manera indirecta, la localización dicha grasa. Una vez conocido este parámetro, se establece como límite máximo un PC de 102 cm en los hombres y de 88 cm en las mujeres.
Entendiendo que una comorbilidad es el efecto de una enfermedad derivada de otra enfermedad primaria, en el caso de la obesidad, sus comorbilidades asociadas se clasifican según si son metabólicas, mecánicas o psico-sociales, según el siguiente esquema:
Metabólicas |
Mecánicas |
Psico-sociales |
Diabetes Mellitus 2 |
Hipoventilación |
Depresión |
Dislipidemias (alteraciones de los valores de colesterol y triglicéridos) |
Apnea del sueño |
Ansiedad |
Hipertensión arterial |
Miocardiopatía |
Alteraciones conductuales |
Cardiovasculares |
Insuficiencia cardíaca |
Mayor riesgo adiciones |
Neoplasias |
Osteoartrosis |
Discriminación social |
Colelitiasis |
||
Hígado graso |
||
Ovario poliquístico |
No obstante, de todas las alteraciones mencionadas, la diabetes tipo 2 y el síndrome de apnea obstructiva del sueño (SAOS) se presentan con mayor frecuencia en personas con obesidad que algunos tipos de neoplasias o el síndrome del ovario poliquístico, cuya incidencia es menor, aunque existente.
Además, hay que destacar que estas comorbilidades se pueden presentar aisladas (se puede padecer diabetes, pero no hipertensión) o combinadas entre sí, como es el caso del denominado “síndrome metabólico” que conlleva el riesgo de padecer diabetes y patología cardiovascular a la vez. Para su diagnóstico, es necesario que la persona padezca al menos tres de los siguientes factores de riesgo:
Por último, es importante destacar que en ciertos grupos de población como las embarazadas, es importante el control del exceso de peso, ya que además de aumentar la incidencia de ciertas patologías como la diabetes gestacional, el sobrepeso y el exceso de azúcar en la sangre de la madre, propicia la producción de insulina, aumentando así el riesgo de obesidad del futuro hijo a los 10 años de vida. Por ello, la prevención de la obesidad infanto-juvenil debe tenerse en cuenta ya desde el embarazo.
Además de las mencionadas patologías asociadas al exceso de peso, hay que tener en cuenta que la enfermedad coronaria es la principal causa de muerte en individuos con sobrepeso y obesidad y que, en personas con un IMC de 35, se duplica la mortalidad por cualquier causa. De hecho, a partir de un IMC de 25 ya se empieza a elevar la morbilidad por cualquier causa ya sea metabólica, oncológica o cardiovascular, por ello es importante intervenir en la reducción del sobrepeso en los estadios menores para prevenir daños futuros como la hipertensión o la intolerancia a la glucosa.
El hecho de reducir el problema de la obesidad a un balance energético (se come más de lo que se gasta) es reduccionista e inútil ya que se ha demostrado que la obesidad es una consecuencia de múltiples factores asociados a ella, entre los que destacan el estilo de vida (alimentación, ejercicio, hábitos tóxicos) y los factores biopsicosociales (educación, estatus económico, relaciones sociales, estrés, etc.)
Por este motivo, es importante tomar conciencia de cuáles son las causas del aumento de peso de cada individuo y modificar los hábitos para prevenir la obesidad y sus complicaciones, dado que es un factor de riesgo cardiovascular, independientemente de los valores que revelen los análisis de sangre.
La clave para la identificación y prevención del sobrepeso y la obesidad radica en realizar una valoración multidisciplinar por parte de especialistas (nutricionistas, médicos, psicólogos y entrenadores) para implementar cambios en los hábitos de vida que se puedan mantener en el tiempo.
Si bien es cierto que las personas obesas pueden presentar una mayor incidencia de comorbilidades metabólicas, en los últimos años se ha acuñado el concepto de “Obesos Metabólicamente Sanos” para referirse a aquel grupo de personas que, aun teniendo un IMC mayor o igual a 30 kg/m2, no presentan más de dos de las siguientes complicaciones metabólicas y que, además, no toman medicación para sus tratamientos:
Sin embargo, recientes estudios indican que las personas obesas consideradas metabólicamente sanas, es decir, aun teniendo la presión arterial normal y una analítica sin alteraciones, presentan igualmente un riesgo cardiovascular elevado similar al del resto de obesos que presentan algún trastorno metabólico.