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Recuperación y Tratamiento de un Esguince

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En el mundo del deporte los esguinces se encuentran entre las lesiones más habituales y su localización más frecuente es el tobillo y la rodilla. Los deportes que suelen aparecer en las primeras posiciones de las listas en las que las lesiones ligamentosas de tipo agudo son frecuentes, suelen ser aquellos en los que existe contacto como futbol, baloncesto o rugby. Te explicamos cómo se trata un esguince y en qué consiste la recuperación.
Los ligamentos deben ofrecer estabilidad, pero a su vez un cierto grado de flexibilidad para permitir adaptarse a los movimientos sin una extrema rigidez articular. En ocasiones esta flexibilidad no es suficiente y es cuando puede lesionarse, sufriendo un esguince.

Por qué se produce

Nuestras articulaciones están formadas por diferentes elementos y cada uno de ellos tiene su función concreta, pero ofrecer estabilidad y permitir el movimiento suelen ser funciones comunes a todos ellos. Entre los elementos de una articulación encontramos los ligamentos, que son bandas de tejido conectivo que unen los huesos entre sí, a diferencia de los tendones que unen músculo a hueso.

Estas bandas tienen características que, hasta cierto punto, pueden resultar contradictorias entre sí. Deben ofrecer estabilidad, pero a su vez un cierto grado de flexibilidad para permitir adaptarse a los movimientos sin una extrema rigidez articular. En ocasiones esta flexibilidad no es suficiente y es cuando puede lesionarse, sufriendo un esguince. En general ocurre cuando la articulación pierde el eje, como por ejemplo en una entorsis (torcedura).

En función de la gravedad de la lesión se clasificará en grado I, grado II o grado III.

  • El esguince de grado I corresponde al más leve. De inicio hay dolor leve, pero éste desaparece en un periodo corto de tiempo. Apenas hay inflamación y no se produce rotura del ligamento.
  • El esguince de grado II presenta una rotura de la banda, pero ésta es parcial. Se acompaña de edema (hinchazón) y de hematoma. El dolor es más agudo y se acompaña de inestabilidad articular.
  • El esguince de grado III equivale a una rotura completa del ligamento. El edema y el dolor son importantes y hay una imposibilidad de apoyo estable.

Tratamiento inicial

En general el tratamiento inicial seguirá el método RICE, que se denomina así por sus siglas en inglés: R (Rest -reposo-), I (Ice -hielo-), C (Compression -Compresión-), E (Elevation -Elevación-), para minimizar la sintomatología desde el primer momento tras la lesión. Por su parte, la administración de fármacos antiinflamatorios y analgésicos ayudará a mejorar la calidad de vida del paciente, reduciendo las molestias y el dolor.

  • El reposo no tiene por qué ser absoluto, ya que dependerá del grado de la lesión, así como de la actividad que desarrolle la persona en su día a día.
  • La crioterapia (hielo) tiene función antiinflamatoria, produce una vasoconstricción que reduce el edema, así como una disminución de la temperatura de la zona afectada. Se recomienda colocar hielo varias veces a lo largo del día en el área lesionada en sesiones de unos 15 segundos, sobre todo en las primeras 24-48 horas tras el esguince.
  • El vendaje compresivo actúa a dos niveles: provoca inmovilización de la articulación y actúa sobre el edema. Se realiza con material que proporciona estabilidad pero que no es completamente rígido, como podría ser un yeso. Se trata de un vendaje funcional.
  • Al elevar la articulación, algo que es posible sobre todo cuando el esguince afecta a las extremidades inferiores, se favorece el retorno venoso y, por tanto, se actúa sobre la inflamación.

Seguimiento de la lesión

Además del tratamiento inicial habrá que hacer seguimiento para valorar la evolución de la lesión, e ir incorporando la rehabilitación para conseguir la recuperación de la funcionalidad de la articulación afectada en un periodo de tiempo adecuado.

  • La rehabilitación es esencial para conseguir recuperar la movilidad adecuada, más aún en los casos en que el paciente es un deportista y requiere de un gesto deportivo determinado para practicar su deporte al nivel previo a la lesión.
  • Apenas el dolor lo permita, y dependiendo de la afectación ligamentosa, se recomienda empezar a hacer apoyos para que los tejidos no lesionados mantengan cierta funcionalidad y los lesionados empiecen a recuperarse. No hay que olvidar que en función de la región afectada se puede seguir entrenado. Si la lesión se circunscribe a las extremidades superiores se puede, y se debe, seguir entrenando el resto del cuerpo y lo mismo pasa si son las extremidades inferiores las que han resultado afectadas.
  • De manera progresiva, se van incorporando al programa de rehabilitación ejercicios para recuperar la movilidad, así como de fortalecimiento de los ligamentos. Las bandas fibrosas que han perdido su continuidad deben recuperarse y es necesario un trabajo específico. Efectuar movimientos articulares concretos, tanto asistidos por el profesional como realizados por el propio paciente, es una práctica habitual, pues de forma gradual se amplía la capacidad de esa articulación para realizar gestos propios y la amplitud de movimiento.
  • Por ejemplo, en el caso del tobillo los ejercicios de propiocepción (de equilibrio y estabilidad) son muy habituales, su objetivo es fortalecer músculos y ligamentos además de trabajar el equilibrio usando superficies inestables. El paciente “reaprende” a controlar su estabilidad recuperando la articulación que ha quedado inestable tras la lesión y para ello es necesario recuperar no sólo las estructuras más físicas sino también la parte más funcional.
  • Incorporar terapias manuales como el masaje “cyriax”, una técnica de fricción profunda, o el uso de métodos de recuperación tisular acelerará la evolución. En este último caso estas técnicas actúan por longitud de ondas favoreciendo, entre otros, el aporte de oxígeno y de nutrientes a los tejidos que promueven la regeneración.

Conocer el estado previo

Es importante además de una correcta recuperación y tratamiento conocer si exista algún déficit que ha podido aumentar el riesgo de lesión. Poseer una musculatura y articulaciones débiles y poco estables va a favorecer la aparición de estas lesiones por lo que es esencial incorporar al programa de rehabilitación no sólo ejercicios enfocados a mejorar los tejidos afectados sino también ejercicios de prevención cuyo objetivo será fortalecer aquellas estructuras adyacentes que intervienen en el movimiento para reducir el riesgo a posteriori.