La alimentación ha pasado a formar parte de una de las rutinas que hacemos mal sin apenas ser conscientes de ello. En algunas ocasiones, picamos entre horas o acudimos a la nevera o a la despensa para coger una pequeña parte de alimento que no disfrutamos y, el aburrimiento, la depresión o la ansiedad, puede hacernos comer de una forma desordenada. A diario apenas masticamos la comida y la ingerimos en el mínimo tiempo posible, estas prisas hacen que nuestra alimentación no sea buena.
La alimentación consciente o mindfoodness nos va a permitir comer más despacio, masticar y tragar más lentamente, lo que hace que nuestra saciedad sea mayor y nos permita, al mismo tiempo, disfrutar de la comida como nunca lo hemos hecho. Este proceso es lento y supone un entrenamiento para poder lograrlo de forma adecuada.
La alimentación consciente está basada en la teoría del mindfulness, en la cual, lo importante es el aquí y el ahora, tratando de hacer consciente todas las pequeñas cosas de nuestro alrededor. En el caso de la comida, consiste en realizar una alimentación consciente, sabiendo qué comemos y disfrutando de cada bocado, tratando de percibir los aromas, las texturas, los colores de los alimentos, viendo las diferencias entre ellos y las existentes al combinarlos entre sí.
En la alimentación consciente, se trata de hacer un reconocimiento de nuestro entorno, por ello, es bueno no solo prestar atención a la comida, sino también a los manteles, platos, cubiertos y adornos de la misma.
Todo esto nos permite comer prestando atención, centrándonos en el alimento al masticar, en el gesto de tragar, percibiendo diferentes matices que antes no habíamos percibido y descubriendo cada alimento de nuevo como si nunca antes lo hubiéramos comido.
El entrenamiento es poco a poco, comenzando con unos pocos bocados en cada comida. Este ritual nos permite ralentizar la forma de comer, saciarnos, y no ingerir alimentos que no necesitamos o que no percibimos.
La alimentación consciente ayuda a la salud, controlando lo que comemos, evitando comer cuando no lo necesitamos, permite reconocer cuándo comemos por ansiedad o por causas emocionales, cuándo comemos sin hambre o de forma innecesaria. Nos permite conocer nuestras necesidades reales de alimento y no comer de forma inconsciente.
Al mismo tiempo, nos va a permitir conocer cuándo estamos saciados. Las personas que comen muy rápido no se sacian y esto hace que coman más de lo que necesitan y, por tanto, ganen peso. Al comer más lentamente, la sensación de saciedad aparece y comemos una menor cantidad de alimento.
Es, en definitiva, una buen forma de controlar el sobrepeso. También permite conocer nuestro estado de ánimo ante la comida y ejercer control sobre ello.
La alimentación consciente puede ayudar a bajar de peso. El control consciente de lo que comemos, de qué tipo de alimentos ingerimos y el control del tiempo que tardamos en ingerir los alimentos, haciendo que este sea más lento, favorece la saciedad y permite una menor ingesta de los alimentos. Al mismo tiempo, al hacer un consumo de alimentos conscientemente, evitamos el picoteo indiscriminado de alimentos y favorecemos una mejor alimentación y, todo ello, contribuye a la pérdida de peso.
La alimentación consciente permite disfrutar de la comida con los cinco sentidos; mediante la vista al ver el alimento, como suena al masticarlo, a qué huele con el olfato, como es el tacto del alimento y, por último, su gusto.
Se debe servir la comida en platos y no poner gran cantidad de comidas en fuentes ni en platos con mucho colorido o muy hondos, ya que dificultan saber cuánto comemos.
Debemos dejar de un lado el móvil, el ordenador, la lectura o la televisión, y centrarnos en la comida, paladeando la misma.
Se debe tardar al menos 20 minutos en comer, esto aumentará la sensación de saciedad y permitirá que comamos menos.