Hablar de quimioterapia implica hacerlo de cáncer y eso, lo sabemos, no resulta agradable. Sin embargo, si pensamos en la quimioterapia como una de las terapias que salva vidas, ya que se utiliza para destruir y prevenir el crecimiento, multiplicación y diseminación de las células malignas y/o cancerosas, sin duda vale la pena saber más. Y más si tenemos en cuenta que abarca una amplia variedad de estrategias y abordajes terapéuticos que, a menudo, generan confusión en el paciente por la dificultad en su comprensión o por falta de información específica proporcionada. Vayamos por partes…
La quimioterapia es un amplio conjunto de fármacos que se emplean en medicina como tratamiento del cáncer. Tiene como principal objetivo combatir las células de organismo que presentan un anormal crecimiento, bien sea destruyéndolas o controlando su crecimiento. Es en este momento de división celular incontrolada cuando la quimioterapia produce la destrucción de las células cancerosas para evitar que éstas continúen multiplicándose.
La duración y frecuencia de cada tipo de quimioterapia dependen del tipo de cáncer a tratar, de los objetivos del tratamiento, de los fármacos usados y de la tolerancia y respuesta del paciente al tratamiento.
En función de los objetivos pretendidos para el tratamiento de cada tipo de cáncer, los fármacos quimioterápicos pueden administrarse de diferentes maneras, lo que se conoce como estrategias quimioterápicas.
Por ello, es habitual que, en función del tipo de patología oncológica, se intente disminuir el tamaño del tumor antes de realizar una intervención quirúrgica (quimioterapia neoadyuvante), curar o eliminar la diseminación del cáncer para evitar recaídas futuras (quimioterapia adyuvante) o controlar los síntomas con la intención de mejorar la supervivencia y la calidad de vida del paciente (quimioterapia paliativa).
El abordaje de estas estrategias quimioterápicas suele ser multidisciplinario. Además del oncólogo, el cirujano y el radioterapeuta, suelen participar otros médicos de diferentes especialidades, farmacéuticos químicos, psicólogos, personal de enfermería o nutricionistas.
La quimioterapia puede administrarse diariamente, cada semana o cada mes, mediante ciclos, que alternan la administración de fármacos con períodos de descanso. Esto permite al organismo volver a fabricar células sanas y recuperarse del efecto de la medicación. Existen diferentes vías de administración:
La administración intravenosa es el método más común de administración de la quimioterapia, puesto que permite una rápida entrada en el sistema circulatorio. El torrente sanguíneo se encarga de transportarla por todo el organismo y la mayoría de fármacos son fácilmente absorbidos en un menor tiempo y con una mayor velocidad.
En farmacología, ningún tipo de tratamiento con medicamentos se libra de producir algún tipo de efecto secundario sobre el organismo a pesar de que la gran mayoría de fármacos van dirigidos sobre unos receptores celulares concretos.
Desafortunadamente, el inconveniente principal es que la actuación de estos fármacos no discrimina entre las células sanas y las cancerosas. Por tanto, la acción de estos fármacos sobre las células sanas es la que produce los efectos secundarios. Por lo anterior, cabe esperar que los órganos y tejidos del cuerpo humano que más afectados por el tratamiento quimioterápico sean aquéllos que se encuentran en constante multiplicación celular, es decir, los que continuamente se están regenerando.
Por ello, los efectos secundarios más frecuentes se van a evidenciar sobre: el cabello, que crece continuamente durante toda la vida; la piel, la mucosa oral y gastrointestinal, que se renuevan rápida y constantemente; o la médula ósea, un tipo de tejido esponjoso que se encuentra en el interior de algunos de los principales huesos del organismo en donde se desarrollan todas las células sanguíneas. Es importante recordar que casi todos los efectos secundarios de la quimioterapia son temporales.
Estos efectos secundarios no siempre se producen. Su aparición depende del tipo de tratamiento, de las dosis farmacológicas utilizadas, de la vía de administración y de cómo reaccione cada paciente, entre otros múltiples factores. El hecho de no presentar efectos secundarios no es sinónimo de que el tratamiento no esté funcionando.
Además de la cirugía, la radioterapia, la quimioterapia y otras estrategias farmacoterapéuticas que pueden llevarse a cabo, la batalla contra el cáncer tiene un importante componente psicosocial de la persona afectada. Un buen estado anímico y una actitud mental positiva contribuyen de manera efectiva a un mejor pronóstico de la enfermedad. Asimismo, igual de trascendental es intentar mantener un ejercicio físico suave y diario como caminar, junto con una dieta sana y equilibrada para mejorar el bienestar del organismo.