¿Sabías que el recambio articular de la rodilla es la cirugía traumatológica más frecuente en personas de más de 60 años? ¿Sabías que entre tú y yo es muy probable que uno de los dos acabemos con una prótesis de rodilla en nuestra vejez? Pero… ¿sólo en la vejez está indicada la prótesis de rodilla? No, ni mucho menos. Los adultos de cualquier edad pueden ser candidatos a una prótesis de rodilla, aunque es mucho más frecuente entre los 60 y los 80 años.
La articulación de la rodilla es la más grande del cuerpo y está formada por estructuras complejas con la finalidad de soportar la mayor parte del peso corporal cuando estamos en bipedestación (de pie). La rodilla está compuesta por tres huesos (fémur, tibia y rótula), dos meniscos (externo e interno) y varios ligamentos estabilizadores (externo, interno, cruzado anterior y cruzado posterior). Cualquiera de estas estructuras puede lesionarse y a cualquier edad. Por ello, la patología de rodilla es tan frecuente en la consulta del traumatólogo.
La prótesis de rodilla es la articulación artificial que sustituye a la articulación dañada o desgastada. El nombre técnico sería: artroplastia, pero también se puede llamar prótesis de rodilla y recambio de rodilla. Es una intervención irreversible, es decir, en caso de que la cirugía no evolucione favorablemente deberá colocarse otra prótesis, pero nunca más se colocará un hueso.
Existen diferentes tipos de artroplastias, pudiendo ser parcial o monocompartimental (sólo se recambia una parte de la articulación) o total o tricompartimental (cuando se realiza un recambio de todas las estructuras óseas de la rodilla).
La prótesis de rodilla está formada por dos componentes metálicos (normalmente sellados al hueso con cemento). Uno se ancla en la parte inferior del fémur y el otro en la parte superior de la tibia. Entre ambos se interpone una pieza de polietileno que haría las funciones meniscales.
Las causas más frecuentes que ocasionan un recambio articular son la gonartrosis (artrosis de rodilla), la artritis reumatoide, el tumor o la displasia y un traumatismo grave.
La gonartrosis es más frecuente en mujeres que en varones y suele aparecer a partir de los 50 años. Produce un dolor de intensidad creciente a lo largo de los años y de carácter mecánico (aumenta al caminar y mejora con el reposo). Progresivamente aparecerá incapacidad funcional y deformidad articular que conllevará al uso de muletas o bastón para hacer posible la deambulación.
A pesar de que los síntomas y la exploración son muy característicos nos ayudamos de una prueba de imagen (radiografía) para confirmar el diagnóstico y clasificar la artrosis según su severidad (grado I sería leve y grado IV sería severa).
El tratamiento es conservador o médico en las primeras etapas de la enfermedad. Consiste en rehabilitación, tratamiento antiinflamatorio y/o infiltración local. Sin embargo, aquellos casos de artrosis evolucionada y radiológicamente severa (grados III y IV) que cursan con dolor incontrolable, progresiva limitación de las actividades habitual y deformidades importantes deben ser abordados quirúrgicamente.
Es muy importante valorar el perfil del paciente antes de la cirugía. Existen situaciones que pudieran contraindicar la cirugía: edades extremas, pacientes encamados irreversiblemente, pacientes con demencia o enfermedades terminales…
Los pacientes de edad avanzada, con obesidad, profesión desfavorable para las rodillas y con lesiones previas (ya sean deportivas o degenerativas: condropatías, lesiones meniscales, rupturas ligamentosas, artrosis…)
En absoluto. La colocación de una artroplastia en la rodilla implica un acto quirúrgico complejo y, por tanto, sólo se contempla como alternativa terapéutica cuando las otras opciones han fracasado, por ejemplo, en pacientes con dolor intenso, impotencia funcional o una calidad de vida mermada.
Esta intervención es considerada una cirugía mayor por lo que el paciente debe ser sometido a unas pruebas preoperatorias (analítica de sangre, radiografía de tórax y electrocardiograma) para valorar el riesgo anestésico y quirúrgico.
Posteriormente, se programa la fecha de intervención y se revisa la medicación crónica del paciente, ya que alguna debe ser interrumpida temporalmente con motivo de la cirugía.
Nos recomendarán perder peso (si tenemos sobrepeso) y un buen control metabólico (diabetes, hipertensión) para asegurarnos el éxito quirúrgico. El fortalecimiento de los músculos de la rodilla será de ayuda para la recuperación funcional posterior.
Puede durar 20 años, pero ello va a depender del cuidado y el perfil del paciente. Algunos de los factores que parecen influir en su longevidad serían:
La sustitución de una prótesis por otra es un proceso muy complejo, por ello se tiende a esperar el máximo de tiempo posible para la colocación de la primera prótesis. Así, si tienes pensado vivir hasta los 80 años lo ideal sería colocarte la prótesis sobre los 60 y evitar así su recambio. No te preocupes, si necesitas otra prótesis, es una intervención complicada pero no imposible.