Los quistes de ovario son una de las patologías más frecuentes en la consulta de ginecología, que afectan a mujeres de todas las edades. Debemos desmentir el prejuicio que frecuentemente los asocia a una patología peligrosa ya que casi en su totalidad son benignos. Además, muchos de ellos desaparecen solos sin ningún tratamiento y no dan síntomas. De hecho, suelen diagnosticarse casualmente en una exploración ginecológica o ecografía.
La palabra quiste deriva de una palabra griega que significa saco o bolsa cerrada. Y contiene diferente material dependiendo del tipo de quiste. Los más frecuentes son llamados quistes funcionales del ovario, que quiere decir que surgen del propio funcionamiento del ovario y se eliminan espontáneamente. Este tipo de quistes se dan en mujeres en edad fértil mientras tienen periodo menstrual.
Para entender esto hace falta una pequeña lección de fisiología y anatomía: toda mujer durante los años que tiene reglas prepara en su ovario un óvulo que crece en el interior de una pequeña bolsa de líquido llamada folículo. Cuando tiene el tamaño y madurez suficiente se abre para dejar salir al óvulo y ser recogido y conducido por la trompa en lo que se denomina “ovulación”. Esto ocurre una vez al mes en condiciones normales. Cuando se da un pequeño error en este proceso nos encontramos con la aparición de los quistes funcionales:
Estos son, pues, los quistes más frecuentes, se dan en mujeres entre su primera regla y la menopausia y son absolutamente benignos.
El otro gran grupo se llama quistes orgánicos. La diferencia es que no van a desaparecer solos, se trata de algún tipo de células del ovario que crecen y forman una bolsa de contenido distinto según el tipo de células que han proliferado:
Todos ellos también son benignos, los teratomas son más frecuentes en mujeres jóvenes, y los endometriomas también aparecen en la edad fértil, pero los cistoadenomas pueden darse a cualquier edad, incluso después de la menopausia. La diferencia significativa con los funcionales es que habitualmente no desaparecen por lo que en muchas ocasiones se propone tratamiento quirúrgico.
Desgraciadamente, en el ovario también crecen tumores malignos (carcinomas o cistoadenocarcinomas) o tumores de bajo potencial de malignidad (borderline), aunque son mucho menos frecuentes. Estos a menudo tienen un componente quístico, pero mezclado con parte sólida y no se les suele confundir con un “quiste simple” de ovario.
Pues la mayoría de veces ninguno, suelen ser un hallazgo casual durante una exploración o ecografía ginecológica, lo cual cual significa que pasan desapercibidos sin diagnóstico y que la mayoría de mujeres habrán tenido alguno a lo largo de su vida.
Si dan síntomas es según su tamaño por el espacio que ocupan: sensación de peso en el bajo vientre, molestia o dolor leve de forma espontánea o durante las relaciones sexuales, sensación de ganas de orinar o defecar si comprimen vejiga o recto…
En otras ocasiones pueden alterar el patrón menstrual pues interfieren con la función ovárica de secreción de hormonas.
Rara vez dan síntomas graves, sólo en los casos en que se accidentan: si se rompen, torsionan o sangran pueden dar un cuadro de abdomen agudo con náuseas y vómitos o hemorragia importante que requiera intervención urgente, pero son complicaciones muy infrecuentes.
El diagnóstico se basa en las pruebas de imagen, principalmente la ecografía transvaginal. En casos dudosos nos puede aportar alguna información extra un TAC o Resonancia Magnética. Para distinguirlos de los tumores malignos de ovario se pueden solicitar marcadores tumorales en sangre, que están elevados en casos de malignidad pero también en ocasiones en otras patologías ginecológicas benignas.
Ya hemos comentado que con los quistes funcionales no hacen falta tratamientos pues desaparecen espontáneamente. De todas maneras, en ocasiones se pueden prescribir anticonceptivos hormonales para acelerar su resolución.
Los quistes orgánicos no desaparecen espontáneamente y habitualmente se requiere su extirpación quirúrgica. En esos casos la técnica de elección es la laparoscopia (cirugía mínimamente invasiva en la que no es necesario abrir el abdomen y se hace a través de unas pequeñas incisiones). La cirugía puede incluir la extracción completa del ovario o solamente el quiste y dejar el tejido sano. El criterio para hacer una u otra cosa es médico, y se valorará el tipo de quiste, la edad de la paciente y su deseo reproductivo.