El término más adecuado para el autismo es Trastorno del Espectro Autista (TEA), un trastorno neurobiológico del desarrollo que se manifiesta durante los tres primeros años de vida en la etapa infantil y que se mantendrá durante la edad adulta. La incidencia es de 60 casos por cada 10.000 niños. En España hay 13.000 afectados (1-2 casos por cada 1.000 niños). Dentro del TEA encontramos la asociación de Síndrome de Asperger y el Trastorno Generalizado del desarrollo.
EL TEA incluye graves retrasos del desarrollo permanentes y profundos que afectan a la socialización, la comunicación, la imaginación y la conducta, entre otras cosas. La manifestación varía mucho en función de cada individuo en grado y forma.
Las principales son:
La causa, aunque no está clara, en parte se encuentra en las conexiones neuronales, que se atribuye con frecuencia a mutaciones genéticas.
Los casos más graves de niños con TEA presentan ausencia total del habla durante toda su vida y conductas extremadamente repetitivas, inusuales: a veces se autolesionan y son agresivos. Esta conducta persiste a lo largo de los años y es difícilmente modificable.
En los niños encontramos algunos rasgos que pueden ser indicativos de TEA:
El diagnóstico se suele hacer tarde, por lo que se retrasan las intervenciones adecuadas que permiten mejorar el pronóstico, y es más difícil conseguir mejorar su conducta y capacidad de relacionarse con los demás.
Las manifestaciones del autismo pueden aparecer incluso antes del año de vida, pero en la mayoría de los casos el diagnóstico se hace hacia los cuatro años de edad, lo que retrasa la intervención y aumenta la ansiedad de la familia.
Hay algunos casos de TEA diagnosticados antes de los dos años, pero hay que ser muy prudentes. El autismo no se caracteriza por la ausencia de conductas normotípicas (es decir, que un niño no sea capaz de hablar cuando le corresponde puede tener un retraso del aprendizaje y no ser un niño con autismo, etc…). Muchos niños con TEA responden a su nombre o tiene una atención compartida incipiente o imitan su conducta.
Va a estar dirigido a mejorar las dificultades comunicativas, sociales y emocionales con la ayuda de padres, educadores y distintos profesionales de la salud. La variabilidad clínica exige que el tratamiento sea individualizado.
La atención precoz consiste en el conjunto de actuaciones y tratamientos dirigidos a mejorar los trastornos del neurodesarrollo en sus primeras etapas. Los niños con TEA se beneficiarán de un seguimiento con un psicólogo infantil conocedor de este problema, y de una escuela donde se le pueda ofrecer un cuidado especializado de manera que pueda optimizar su aprendizaje. La intervención más efectiva es la educativa.
Un buen conocimiento de la enfermedad por todos los que rodean al niño, casa, escuela, psicopedagogos…. hará que sea más llevadera.
En este sentido, pertenecer a alguna asociación (www.autismo.org.es a nivel de España), contactar con familias que también tengan hijos con TEA y contar con el soporte a nivel de nuestro médico o psicólogo hará que los adultos puedan llevar mejor esta situación y normalizar su vida y la de su hijo al máximo.
Con este artículo espero haber dado una pincelada de los rasgos indispensables para que nuestros niños con TEA sean diagnosticados más precozmente.