El parto en el agua es una alternativa al parto tradicional que, en muchos países, ha ido aumentando en frecuencia para muchas embarazadas como alternativa a la hora de dar a luz a sus bebés, con inmersión de la gestante en una piscina o bañera con agua caliente.
Las mujeres que pueden someterse a este tipo de parto deben haber llevado un embarazo normal, sin complicaciones y sin presentar enfermedades añadidas o sobrevenidas durante la gestación. En este sentido, solo pueden elegir este tipo de técnicas las mujeres cuyo embarazo se clasifique como:
El desarrollo del parto se da en un ambiente cómodo, con una temperatura ambiental controlada de aproximadamente 24ºC y una temperatura del agua en torno a los 37ºC. Se debe mantener el agua limpia y clara, renovándola adecuadamente.
Durante el parto, se realizan los controles maternos y fetales estipulados para detectar sufrimiento fetal o riesgo materno (registro cardiotocográfico intermitente mediante telemetría sumergible, etc.). Además, se procura que la mujer realice ingesta de líquidos de manera frecuente.
Se ha demostrado el beneficio para la gestante con un embarazo sin complicaciones, en cuanto al alivio del dolor durante la primera fase del parto cuando las contracciones uterinas son ya dolorosas. Disminuye así el uso de anestesia farmacológica (epidural, raquídea…) y se puede, además, reducir el tiempo del trabajo de parto en esta fase.
La mamá se encuentra más relajada y con mayor posibilidad de movimiento y sobrelleva mejor las molestias típicas de esta fase que se van intensificando según avanza el parto. Se ha observado la menor necesidad de instaurar tratamiento con oxitocina en los partos bajo el agua, ya que, de manera fisiológica, esta hormona puede aumentar su producción en la mujer con esta técnica, produciéndose también una liberación de serotonina.
Con este tipo de partos se busca humanizar más el proceso y reducir la medicación a la mínima imprescindible para que el parto se produzca de forma lo más fisiológica posible.
Durante su desarrollo, se ha descrito una mejor dilatación del suelo pélvico con esta técnica, además de una disminución del número de episiotomías realizadas a las pacientes y el sufrimiento de desgarros en el periné. También, se ha descrito un aumento de la satisfacción materna en cuanto a su experiencia al dar a luz con esta modalidad.
Asimismo, se ha objetivado una disminución de la tensión arterial de la mujer si esta es sumergida hasta los hombros.
Dentro de los riesgos de esta técnica se están estableciendo muchos estudios para evaluar la seguridad y eficacia para la gestante y el bebé.
No se han descrito grandes complicaciones o riesgos para la gestante por el hecho de que se desarrolle el parto en el agua.
Por el contrario, no está del todo claro el hecho de que, en la segunda fase del parto o expulsivo, esta técnica aporte mayores beneficios que el parto convencional para el bebé.
Aunque es infrecuente, sí se han descrito casos de complicaciones graves, como infecciones o sepsis del feto, aspiración de agua en el recién nacido y producción de neumonía, rotura del cordón umbilical, encefalopatía hipóxico-isquémica del recién nacido, intoxicación hídrica con hiponatremia, muerte del bebé o persistencia de complicaciones neurológicas a largo plazo, etc… por lo que las recomendaciones de los expertos por ese motivo se pueden ceñir a su uso sólo en la primera fase del parto.
Habitualmente, se utiliza esta técnica con el fin de aliviar y mejorar la asistencia a la embarazada en la primera fase del parto, no siendo el fin último el que el periodo expulsivo del parto cuando nace finalmente el bebé se realice dentro del agua. Para ese momento, los profesionales suelen preferir vaciar la bañera y así evitar que surja cualquier complicación asociada a la técnica y que, como se han descrito en la literatura científica, pueden llegar a ser muy graves.
En la última fase del parto, el alumbramiento, cuando se expulsa la placenta, hay que extremar la precaución, no existiendo evidencia científica que avale un beneficio en este sentido, relacionándose sin embargo el mantener a la mujer en el agua con un aumento del tiempo preciso para que se produzca esta expulsión.
Las recomendaciones tras el parto de forma fisiológica y sin complicaciones usando esta técnica son similares a las de los partos semejantes por vía vaginal fuera del ambiente hídrico.
Se deben extremar las precauciones y vigilancia del feto si la fase expulsiva del parto, cuando tiene fin el nacimiento del bebé, se precipita antes de haber retirado el agua, por las posibles complicaciones que puedan desencadenarse en el bebé que, aunque infrecuentes, siempre han de tenerse en cuenta.
Medidas de higiene y cuidado del bebé y la madre, actividad física, alimentación sana y equilibrada, el desarrollo de la lactancia materna si es posible, etc., son los aspectos tratados por el médico y la matrona a la hora de dar el alta a la paciente.