Actualmente, hay varias pruebas sencillas que pueden detectar precozmente el cáncer. Entre ellas, la citología, también conocida como prueba de Papanicolau, es la técnica más utilizada para la detección precoz de cáncer de cuello uterino. Es sencilla, barata, poco invasiva y permite analizar las células del cuello del útero (cérvix).
El cáncer de cuello del útero es la tercera neoplasia más frecuente en las mujeres. El cribado universal de las mujeres sanas mediante la citología cervical ha demostrado ampliamente su eficacia, ya que, desde su aplicación, se ha conseguido reducir en un 70-80% la incidencia y mortalidad por cáncer de cuello del útero. Además, la detección de lesiones precancerosas evita un tratamiento muy eficaz y evita la progresión a un carcinoma invasor.
Esta prueba la realiza el ginecólogo en su consulta, no hace falta que la paciente esté ingresada, porque es un procedimiento muy sencillo que apenas requiere de unos minutos. En posición ginecológica, el médico introduce en la vagina un espéculo que permite abrir la cavidad vaginal y visualizar completamente el cérvix. Las molestias son mínimas o nulas, sobre todo en manos expertas y si la mujer está tranquila y relajada. Se recogen tres tomas: del interior del cuello, del exterior del cuello, y del fondo de la vagina.
Las pequeñas muestras de tejido del cuello del útero son analizadas en el laboratorio, con el fin de detectar la presencia de células anormales o cancerosas.
Por lo tanto, es ideal para diagnosticar a tiempo anomalías en las células o paredes del cuello del útero. Si se detecta el cáncer de cuello uterino en etapas tempranas, permite realizar un tratamiento precoz y eficaz.
La entrega del resultado puede tardar entre tres y ocho días, cuando el resultado requiere de una segunda lectura, la entrega puede tardar hasta dos semanas.
Se recomienda no tener relaciones sexuales 48 horas previas a la toma, que la menstruación haya finalizado entre cuatro o cinco días antes, no realizarse lavados vaginales ni utilizar tratamientos tópicos en la última semana antes de la prueba (óvulos, espermicidas o cremas vaginales).
Se utiliza como detección precoz para el diagnóstico del cáncer de cuello del útero en fases incipientes. Es la forma más efectiva de detectar el Virus del Papiloma Humano (VPH), principal causante del cáncer del cuello uterino. Hay que saber que, en sí misma no es una prueba diagnóstica. Cuando los resultados son positivos o se observan células anormales, se debe realizar una biopsia para confirmar la existencia o no de un cáncer de cuello de útero.
Esta prueba es específica para el cáncer del cuello del útero y no puede diagnosticar otros cánceres ginecológicos. También puede ser de utilidad para diagnósticas la existencia de infecciones vaginales.
Durante los primeros años de vida sexual se observa una elevada incidencia de infección por el VPH (Virus del Papiloma Humano), pero la mayoría de estas infecciones son transitorias y desaparecen solas. Las mujeres mayores de 30 años experimentan una clara disminución de la prevalencia de la infección por VPH, pero las infecciones suelen ser más persistentes y no desaparecen con tanta espontaneidad, lo que explica el mayor riesgo e incidencia de lesiones precursoras de cáncer a partir de esta edad.
Todas las mujeres sexualmente activas o mayores de 21 años, aunque no tengan relaciones sexuales, deberían hacerse la citología, pero las diferentes asociaciones médicas no se ponen de acuerdo al 100%. En España, cada sociedad médica propone una periodicidad distinta:
Se debe aplicar el cribado a todas las mujeres que han iniciado su actividad sexual y tienen entre los 25 y 65 años. En los protocolos de cribado puede realizarse la citología junto o no a un test de detección del VPH (Virus del Papiloma Humano). Ampliamos aquí las recomendaciones de la SEGO: