La muerte súbita es una de las situaciones más dramáticas que puede vivir una familia. Podemos diferenciar dos situaciones: la que se da en bebés menores de un año (Síndrome de Muerte Súbita del Lactante – SMLS-) y la que afecta a personas adultas.
Se define como la aparición repentina e inesperada de una parada cardiaca en una persona aparentemente sana y en buen estado. Es la causa de muerte principal en los lactantes menores de un año, aunque es más frecuente entre los 2 y 4 meses de edad. Las causas no son claras, pero parece que hay medidas que disminuyen el riesgo de padecerla.
En la mayoría de casos, se produce mientras los niños duermen.
Los factores de riesgo estudiados hasta la fecha, que parecen favorecer un episodio de muerte súbita en el bebé serían:
En la literatura médica, el factor más peligroso es la posición al dormir. Dormir boca abajo parece que ejerce presión en la mandíbula del bebé, se estrecha la vía aérea y es más difícil respirar, provocando la asfixia del niño.
También se barajan otras hipótesis, como anomalías en las estructuras cerebrales (en concreto, en el núcleo arcuato del hipotálamo), que regulan la respiración y el despertar.
En función de la edad, podemos observar diferentes causas de muerte súbita.
Se manifiesta con una pérdida brusca y completa del conocimiento que no responde a ningún tipo de estímulo. La parada respiratoria llega inmediatamente y se puede apreciar un tono azulado en la piel.
Sin una atención médica inmediata, los pacientes que sufren muerte súbita fallecen en pocos minutos.
Si se presencia el momento de la parada cardiorrespiratoria, con las medidas de reanimación adecuadas y el uso de un desfibrilador (en muchos estadios y centros comerciales ya disponen de desfibriladores automáticos) se puede conseguir que la arritmia desaparezca y que el paciente se recupere. A esto se le llama una “muerte súbita reanimada”.
En una muerte súbita el tiempo corre en nuestra contra. Cuando el corazón deja de bombear sangre se anula el riego sanguíneo del cerebro y del resto del cuerpo. Es decir, que el oxígeno y los nutrientes dejan de llegar a los órganos vitales y se dañan. El órgano más vulnerable es el cerebro. Por lo tanto, unos pocos minutos de parada cardiaca pueden ser la causa de lesiones cerebrales graves. Estas son las principales secuelas en los pacientes que son reanimados.
Lo primero que debemos hacer es llamar al 112 (número de emergencias), empezar maniobras de reanimación básica y localizar lo antes posible un desfibrilador automático.
Como ya hemos comentado, el único tratamiento eficaz es la desfibrilación. Esta maniobra consiste en administrar, al corazón, una descarga eléctrica controlada con un dispositivo que se conoce como desfibrilador. Es una manera de resetear al corazón, administrando una descarga a todas sus células miocárdicas a la vez.
El pronóstico de los pacientes que sufren una muerte súbita depende del tiempo que transcurre entre la parada y la desfibrilación. Por cada minuto de demora tenemos un 10% menos de posibilidades de que el paciente se recupere.
Las muertes de deportistas, aparentemente sanos, en competiciones, ha favorecido la compra de dichos dispositivos en clubs deportivos, estadios y centros comerciales. Son muy fáciles de colocar y ellos mismos diagnostican el problema del paciente, como el tipo de arritmia y realizan automáticamente la descarga.
Al ser una causa que no da la cara y se presenta en personas jóvenes y sanas, es muy recomendable realizarse un chequeo antes de iniciar la actividad física reglada o de competición.
Los médicos del deporte son los encargados de evaluar el estado basal del corazón y su resistencia al esfuerzo. Para ello se realizan un electro cardiograma y una ergometría.
Son exámenes obligatorios para todas aquellas personas que van a practicar actividad física o deporte a nivel competitivo o de alto rendimiento.