El linfoma no Hodgkin es el tumor de las paradojas: el tumor que no es un tumor sino muchos y que en ocasiones es mejor cuando es peor (la probabilidad de curación aumenta cuando el tumor es más agresivo).
Un linfoma es un tipo de tumor maligno originado en el tejido linfoide. Se inicia cuando una de las células del tejido linfoide sufre una mutación genética que provoca que se multiplique sin control, creando un tumor que va creciendo y frecuentemente afectando a tejidos de su alrededor. El tejido linfático está distribuido por todo nuestro organismo en forma de vasos linfáticos (un sistema similar al sistema venoso) y de ganglios linfáticos, aunque también pertenecen al tejido linfático órganos como el bazo, las amígdalas o el timo (un pequeño órgano situado en la parte superior del tórax, por detrás del esternón). Gran parte de este tejido está directamente relacionado con el sistema inmune (las defensas) del organismo, por lo que este tipo de tumores pertenecen a los llamados tumores hematológicos, como las leucemias.
Dado que el tejido linfático está distribuido por todo nuestro cuerpo, el tumor puede originarse en cualquier localización, aunque es más frecuente que se origine en el cuello, en el tórax o en el abdomen. En raras ocasiones, estos tumores pueden originarse en otras localizaciones como en la piel, el cerebro, el corazón, etc.
El linfoma no Hodgkin no se trata en realidad de un tipo concreto de cáncer, sino que bajo este nombre se engloban más de 20 tipos distintos, cada uno con unas particularidades que lo diferencian del resto. El nombre de Linfoma no Hodgkin se utiliza para diferenciarlo del Linfoma de Hodgkin, un tipo concreto de linfoma con unas características y un pronóstico muy diferente al resto de linfomas.
Se estima que en 2017 se han diagnosticado aproximadamente unos 6.429 nuevos casos de Linfoma no Hodgkin, siendo el noveno tipo de cáncer más frecuente de nuestro país. Es alrededor de un 30% más frecuente en hombres que en mujeres.
La mortalidad del Linfoma no Hodgkin ha ido disminuyendo progresivamente en los últimos años gracias a los avances en los tratamientos que se utilizan, llegando en la actualidad a una tasa de supervivencia media a los cinco años superior al 70%, aunque para los tipos de más bajo riesgo la tasa de supervivencias a los cinco años es superior al 91%.
El motivo de la aparición de un Linfoma no Hodgkin, como ya hemos dicho, es una mutación en una de las células del tejido linfático. La causa de estas mutaciones es desconocida, pero lo que sí que se conocen son factores que pueden favorecer su aparición:
Los síntomas que puede provocar un linfoma no Hodgkin son muy inespecíficos, ya que dependen en gran parte de la localización en la que aparezca el tumor y del tipo de tumor en concreto que se trate.
Más del 60% de los casos se detectarán por la palpación de un bulto en alguna localización (en muchas ocasiones un ganglio aumentado de tamaño).
En alrededor de un 40% de los casos se presenta un síndrome con síntomas generales como fiebre, pérdida de peso, episodios de sudoración profusa sin motivo aparente, etc. Más rara es la presentación del linfoma en forma de cansancio, falta de apetito, malestar general, dolores óseos, etc.
Dependerá en gran medida de la localización del tumor. Se suelen usar técnicas de imagen como la ecografía (en tumores más superficiales) o el TAC (en tumores más profundos como en tórax o abdomen) para identificar la localización y el número de lesiones (en muchos casos pueden haber varios ganglios afectados).
Es preciso realizar un estudio del tejido mediante una biopsia (en la mayoría de casos obtenida mediante cirugía), aunque en algún caso se puede realizar un diagnóstico con una punción del tumor o incluso con una biopsia de médula ósea (alrededor de un 40% de casos afectan también a la médula ósea).
En el caso del Linfoma no Hodgkin es muy importante destacar que hay tipos agresivos y tipos indolentes, por lo que el tratamiento y el pronóstico se basarán en gran medida en el tipo concreto de tumor del que se trate. El tratamiento también dependerá de la edad del paciente, de la extensión y de la localización de la enfermedad. En general, el tratamiento se basará en el uso de quimioterapia y en aquellos casos de tumores más localizados, de radioterapia.
En este tipo de cáncer, se produce la paradoja de que los tumores más indolentes (menos malignos), pese a que tienen buena respuesta al tratamiento, en escasas ocasiones se consigue su curación completa, y en muchas ocasiones se reproducen al cabo de los años. Sin embargo, los tumores más agresivos responden incluso mejor al tratamiento de quimioterapia que los tumores más indolentes, y en muchas ocasiones se consigue la curación completa de la enfermedad.