Esta es una palabra que toda embarazada conoce. Para que no queden dudas sobre esta infección te explicamos todo lo que deberías saber.
La toxoplasmosis es una infección provocada por el parásito Toxoplasma gondii, que habita en el intestino de animales como gatos y cerdos. Muchas personas en el mundo tienen este parásito, pero la mayoría no presenta síntomas. En otras sí puede causar serios problemas, entre ellas las que tienen sistemas inmunitarios debilitados y bebés de madres que contrajeron la infección durante el embarazo. Los problemas pueden incluir lesiones en el cerebro, los ojos y otros órganos.
La mayoría de las personas no tienen síntomas porque su sistema inmunitario impide que el parásito provoque la enfermedad. Si los hay, suelen aparecer alrededor de una a dos semanas después de entrar en contacto con el parásito. A veces, las personas que tienen toxoplasmosis pueden experimentar síntomas parecidos a los de la gripe.
En las personas que tienen un sistema inmunitario débil, la toxoplasmosis puede provocar problemas médicos graves, como:
Podemos contraer la infección:
Los médicos pueden diagnosticar la toxoplasmosis mediante pruebas de laboratorio que permiten detectar parásitos microscópicos en la sangre, el líquido cefalorraquídeo, el líquido amniótico, la placenta, los ganglios linfáticos, la médula ósea u otros tejidos corporales.
Pero lo más frecuente es que los médicos soliciten un análisis de sangre para medir la cantidad de anticuerpos que contiene la sangre del paciente.
Existen unas pruebas genéticas que permiten identificar los genes de ADN de los parásitos de la toxoplasmosis que han invadido el organismo de una persona. Estas pruebas son especialmente útiles para analizar el líquido amniótico a fin de detectar toxoplasmosis congénitas en los fetos.
En los lactantes, los médicos preguntan a las madres sobre aspectos como la exposición a gatos en el medio doméstico, a alimentos o a aguas contaminadas. A los bebés les pueden practicar pruebas oculares, auditivas y del sistema nervioso, análisis del líquido cefalorraquídeo u otras pruebas para detectar posibles cambios en el cerebro.
Cuando una mujer contrae la toxoplasmosis (incluso aunque no presente síntomas) durante el embarazo y no recibe tratamiento alguno, existe la posibilidad de que trasmita la infección al feto. Los bebés que se infectan durante el primer trimestre de gestación son los que tienden a presentar síntomas más graves.
Es poco probable que una mujer que contrajo la toxoplasmosis antes de quedarse embarazada trasmita la infección a su bebé, porque ambos se habrán hecho inmunes a la infección. Pero la toxoplasmosis se podría reactivar, lo que significa que podría volver a afectar a una embarazada previamente infectada cuyo sistema inmunitario estuviera debilitado. Por lo general, es mucho mejor esperar a buscar un embarazo hasta que hayan pasado, como mínimo, seis meses tras una infección por toxoplasmosis.
Hasta el 90% de los niños que nacen con toxoplasmosis congénita no presentan síntomas durante la lactancia inicial, pero un importante porcentaje de estos niños presentará signos de la infección varios meses o varios años después. Los niños prematuros y muy pequeños presentan signos evidentes de la infección al nacer o poco tiempo después.
Entre los signos y los síntomas, en caso de que aparezcan, se incluyen:
Algunos bebés con toxoplasmosis congénita tienen anomalías en el cerebro y el sistema nervioso que pueden causar:
Estos niños también son de alto riesgo para desarrollar lesiones oculares que afectan a la retina y que provocan problemas visuales graves.
A menos que la persona infectada tenga el sistema inmunitario debilitado o esté embarazada, no suele ser necesario tratarla por padecer una infección por toxoplasmosis.
En cambio, si una mujer embarazada contrae una infección por toxoplasmosis, su médico y un especialista en enfermedades infecciosas colaborarán para desarrollar su programa de tratamiento. Las investigaciones indican que el hecho de tratar a la madre puede ayudar a reducir la gravedad de la enfermedad en el lactante, aunque no siempre permite impedir la trasmisión de la toxoplasmosis al bebé.
Los niños que nacen con toxoplasmosis congénita se tratan con distintas combinaciones de medicamentos contra la toxoplasmosis, habitualmente a lo largo del primer año de vida.
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