La implantología nació hace relativamente poco tiempo y constituye en la actualidad la principal herramienta de tratamiento en pacientes con pérdida parcial o total de dientes. En caso de pérdida total o absoluta de todas las piezas dentales se recurre a la colocación de unos implantes en la arcada que corresponda que nos permita anclar la dentadura completa fija, de forma que la percepción del paciente es que vuelve a tener su dentadura.
Existen múltiples indicaciones en la actualidad para la colocación de implantes, ya sean unitarios o múltiples. Los implantes unitarios tienen una indicación prínceps en la reposición de un único diente sin afectar a los dientes contiguos. Hasta no hace demasiado tiempo para reponer un diente enfermo o perdido se colocaba una prótesis parcial fija (conocido popularmente como puente fijo) como opción prácticamente única. Se anclaba en el diente inmediatamente anterior y posterior al diente perdido de forma que era preciso implicar a dos dientes sanos para reponer el ausente. Otros pacientes preferían la opción de la prótesis removible (de quita y pon) que contenía el diente ausente y unos anclajes metálicos que abrazaban a los dientes contiguos. Si bien estos tratamientos no han desaparecido, podríamos decir que están en desuso, aunque puede ser un recurso para aquellos pacientes que presentan alguna o varias contraindicaciones para la colocación de implantes.
Como ya sabemos el implante colocado en la boca hace la función de una raíz dental fisiológica. Es decir, sostiene o aloja a la corona protésica dental (que equivaldría a la parte visible del diente en la boca). Por tanto, siempre que hablamos de la colocación de un implante nos referimos a la colocación del tornillo metálico en el interior del hueso (maxilar o mandibular) y siempre que hablamos de la carga del implante nos referimos a la colocación definitiva de la corona metálica sobre dicho tornillo.
Respecto a la tipología de implantes podríamos diferenciar dos grandes grupos:
Ambas opciones son válidas y, a pesar de que cada odontólogo tiene su preferencia personal, es muy importante tener en cuenta el perfil del paciente para elegir la opción terapéutica más adecuada. Aunque se realiza un estudio y una planificación terapéutica podemos encontrarnos con un fracaso del implante (por muy diferentes motivos) en cuyo caso va a ser preciso su retirada y no podremos contemplar su reposición hasta un tiempo más tarde. Debemos indagar el motivo del fracaso.
No olvidemos que un implante dental está realizado en un material biocompatible (normalmente de titanio) de calidad máxima y cuya integración en el hueso está extremadamente comprobada. Sin embargo, puede ocurrir que el paciente desarrolle una alergia o intolerancia al titanio, que el hueso no posea la calidad suficiente para integrar el implante o que la técnica o perfil del paciente no cumplan los objetivos esperados.
Existen problemas predecibles y solucionables tanto antes como durante y después de la colocación del implante. Otras complicaciones son, sin embargo, de mal pronóstico.
Antes de la cirugía podemos encontrarnos con la necesidad de realizar una profilaxis antibiótica o de modificar la medicación crónica del paciente.
Durante la intervención y, a pesar de que se realiza un estudio de la calidad ósea antes de la cirugía (mediante un TAC) podemos encontrarnos con un hueso menos denso y/o de baja altura que puede comprometer la integración del implante. En estos casos se opta por la colocación de un relleno de hueso autólogo (obtenido del propio paciente) o artificial, con la finalidad de compensar la falta de hueso.
Tras la colocación del implante realizamos unos controles frecuentes y exquisitos para detectar cualquier posible complicación precoz o tardía.
De cualquier manera, la implantología es la responsable de la recuperación de la sonrisa en gran parte de la población senil en la actualidad. Es una opción de rehabilitación protésica definitiva y excelente.