La flora o microbiota intestinal juega un papel importante en la prevención de enfermedades, pues es parte de nuestro sistema de defensa. Por eso se recomienda mantenerla en equilibrio y aquí entran en juego los probióticos y prebióticos. Los primeros hacen referencia a microorganismos vivos que enriquecen directamente la flora del intestino, y los segundos son sustancias que forman parte de algunos alimentos, sobre todo vegetales, que no son digeribles en sí por nuestro sistema digestivo, pero que sirven como alimento de las bacterias beneficiosas y, por tanto, tienen la capacidad de favorecer su crecimiento selectivo y su actividad. Ambos elementos, tomados en cantidades adecuadas, pueden producir efectos beneficiosos para la salud.
La microbiota intestinal es el nombre que recibe la población de microbios que vive en nuestro intestino. Contiene billones de microorganismos, incluyendo como mínimo 1.000 especies diferentes de bacterias, y puede llegar a pesar hasta 2 kg. Además, sólo un tercio de la microbiota intestinal es común a la mayoría de la gente, mientras que los otros dos tercios son específicos de cada persona.
Aunque cada uno de nosotros tiene una microbiota única, ésta cumple las mismas funciones fisiológicas, con un impacto directo en nuestra salud. Algunas de estas funciones son:
Estas bacterias viven en simbiosis con nuestro intestino en un delicado equilibrio, que puede verse afectado por la alimentación, el estrés, las enfermedades, o algunos medicamentos.
Son el sustrato alimenticio de los probióticos. Son un tipo de hidratos de carbono llamados oligosacáridos (se encuentran en la composición de diversas hortalizas y frutas) que nuestro intestino no puede digerir, y tienen la capacidad de modificar de forma selectiva la flora intestinal y estimular el crecimiento de bacterias beneficiosas, disminuyendo la cantidad de microorganismos potencialmente patógenos.
Se encuentran presentes en alimentos como plátanos, espárragos, ajo, tomates, puerro, trigo integral, alcachofa, cebolla o achicoria. Sus numerosos efectos positivos son:
Son bacterias vivas y levaduras que residen en nuestro cuerpo y que, al ser administradas en cantidades adecuadas, podrían conferir un beneficio para la salud, especialmente para la del sistema digestivo.
Estos microorganismos ayudan a reforzar el sistema inmunológico, además, pueden sobrevivir a la digestión llegando al colon intactos (vivos) y ayudando a restituir la flora intestinal que pueda haber sido alterada por diversas causas.
Los probióticos están destinados a mejorar la población de bacterias beneficiosas intestinales que se encuentran en el intestino, ya que promueven su desarrollo. Al crecer en el intestino y adherirse a la mucosa intestinal, evitan que otras bacterias dañinas se implanten y ejerzan sus funciones negativas, actuando como una barrera que evita la colonización del intestino por gérmenes patógenos.
Según estudios científicos se sabe que los probióticos están vinculados a un gran número de beneficios en individuos sanos, podrían contribuir a prevenir infecciones del tracto respiratorio superior, infecciones del tracto urinario, alergias, y el riesgo cardiovascular en adultos.
Se recomienda que los alimentos que proporcionan probióticos se encuentren dentro de una dieta equilibrada. Éstos son alimentos que han sido fermentados, transformándose en otro tipo de alimentos, con otras propiedades, más fáciles de digerir, con la presencia de mayor concentración de nutrientes… Los probióticos que más se utilizan son los que pertenecen a las especies Lactobacillus y Bifidobacterium, siendo los primeros los que más se han empleado durante años para la conservación de alimentos mediante la fermentación, como es el caso de la leche al fermentarse para producir yogur.
Los mejores alimentos con probióticos son el kéfir, yogur natural, natto, tempeh, chucrut, miso, pan de masa madre, té Kombucha, kimchi…
Estudios médicos no han demostrado que los probióticos sean perjudiciales para las personas sanas. Sin embargo, las personas que tienen un sistema inmunológico débil (como personas con cáncer o con riesgo de infección) deben preguntar antes a su médico si pueden comer o beber productos probióticos o tomar suplementos probióticos.
Los efectos secundarios más comunes del consumo de probióticos pueden incluir gases e hinchazón, aunque por lo general son leves y temporales.