La piel es la primera barrera del organismo frente a los agentes externos y las infecciones cutáneas, uno de los motivos más frecuentes de consulta dermatológica. Los principales factores de riesgo son el deterioro de la integridad de la piel, la falta de higiene, la humedad y las inmunodeficiencias.
La foliculitis es una afección cutánea caracterizada por la inflamación de los folículos pilosos. Se trata de una afección frecuente que suele estar causada por una infección bacteriana. En ocasiones, también puede estar causada por hongos y virus.
En primera instancia se manifiestan como pequeños bultos rojos o espinillas alrededor de los folículos pilosos.
En el peor de los casos, la infección puede propagarse y dar lugar a la aparición de úlceras. Las infecciones más graves también pueden causar la pérdida permanente del cabello y la aparición de cicatrices.
Los síntomas que suelen acompañar a la foliculitis incluyen:
El principal agente causante de las infecciones de los folículos pilosos es Staphyilococcus aureus, aunque también pueden producirse por Streptococcus pyogenes, Pseudomonas aeruginosa y Klebsiella spp., entre otros.
Existen varios factores predisponentes entre los que se encuentran diferentes patologías:
Clínicamente se trata de lesiones entorno a pelos situados en la cara, el cuello, las axilas o los glúteos. Su evolución puede pasar por diferentes estadios:
El diagnóstico es clínico. Se recomienda el estudio microbiológico cuando las lesiones presentan una mala evolución o son atípicas.
La evolución de las infecciones bacterianas depende de varios factores:
Un hecho importante y que hay que tener en cuenta es la existencia de portadores sanos de estafilococos. La localización más habitual son las fosas nasales y existe un riesgo de autoinoculación y la posibilidad de infección a otros individuos del entorno que sean susceptibles.
Las infecciones del folículo pilosos o pilosebáceo se pueden clasificar en:
En la foliculitis superficial la presentación clínica es en forma de pápulas eritematosas perifoliculares, sobre las que se desarrollan pústulas blanco-amarillentas, centradas por un pelo y rodeadas por un halo inflamatorio.
Al desecarse la pústula se forma una costra que al desprenderse no deja cicatriz. Se observa, con mayor frecuencia, en la cara, cuero cabelludo, extremidades y axilas.
En este tipo de foliculitis se ve afectado el folículo en su profundidad. Incluye las siguientes entidades:
En la foliculitis superficial el tratamiento se llevará a cabo con jabones que respeten el pH ácido de la piel, antisépticos locales como la clorhexidina y antibióticos tópicos como la mupirocina, eritromicina, clindamicina o ácido fusídico. En los casos muy extensos o cuando el tratamiento tópico no resuelva el cuadro, se puede recurrir a un tratamiento antibiótico oral con amoxicilina-ácido clavulánico, clindamicina, levofloxacino, cefalexina o cefuroxima.
Es recomendable llevar a cabo un cultivo con antibiograma para indagar sobre las resistencias específicas de los microorganismos causantes a los antibióticos.
El tratamiento de las foliculitis profundas incluye la evitación del afeitado o la depilación de las zonas afectadas y la aplicación de antisépticos, mupirocina y antibióticos sistémicos.
En los forúnculos el tratamiento tópico suele ser suficiente. Pueden aplicarse fomentos con soluciones antisépticas o cremas antibióticas con ácido fusídico, mupirocina o gentamicina.
En el ántrax, a diferencia de los forúnculos, siempre se requiere un tratamiento antibiótico sistémico e inmediato, asociado al drenaje quirúrgico de la lesión.