Puede ser que al oír la palabra tuberculosis nos suene a enfermedad lejana y propia del pasado, pero desgraciadamente no es así, sino que es un problema serio, generalizado y muy actual.
La tuberculosis, llamada antiguamente “tisis”, es una infección bacteriana contagiosa que compromete principalmente a los pulmones, pero que puede propagarse a otros órganos.
La especie de bacteria más importante y representativa causante de la tuberculosis en humanos es el Mycobacterium tuberculosis o también llamado Bacilo de Koch (en honor al científico que la descubrió, Robert Koch, en 1882). Como curiosidad, otra bacteria del mismo grupo, llamada Mycobacterium bovis, fue en algún momento del pasado una causa importante de tuberculosis transmitida por vía digestiva, tras la ingesta leche no pasteurizada, procedente de vacas tuberculosas infectadas por este germen. Incluso en la actualidad, causa un pequeño porcentaje de casos en todo el mundo.
La enfermedad se contagia por vía aérea mediante partículas en suspensión en el aire, o núcleos de gotitas, cuando las personas con enfermedad activa estornudan, hablan o escupen. La inhalación de una sola de las bacterias puede causar la infección. La forma extrapulmonar no es contagiosa. Cabe destacar que los niños eliminan escasos bacilos a través de las secreciones respiratorias, por lo que no suelen transmitir la infección. La tuberculosis no es una enfermedad hereditaria.
La tuberculosis está presente en todo el mundo. En 2016, 10,4 millones de personas enfermaron de tuberculosis, siendo el 56% de ellos varones, el 34% mujeres y el 10% niños.
Es la segunda causa de muerte a nivel global y la primera entre las enfermedades infecciosas. Más del 95% de las muertes se producen en países de recursos deficitarios. En concreto, siete países acaparan el 64% de la mortalidad total: encabeza esta triste lista la India, seguida de Indonesia, China, Filipinas, Pakistán, Nigeria y Sudáfrica.
Una persona infectada no siempre enferma. Los principales factores de riesgo que predisponen a desarrollar la enfermedad tuberculosa son:
Los síntomas clásicos de la neumonía tuberculosa incluyen la tos crónica con esputo sanguinolento, febrícula, cansancio, pérdida de apetito, malestar general, sudores nocturnos y pérdida de peso. Como secuela, la tuberculosis pulmonar puede formar cavidades en el pulmón.
La infección de otros órganos causa una amplia variedad de cuadros clínicos tales como:
Algunas veces los bacilos pueden permanecer viables y latentes, sin manifestación de síntomas, durante muchos años en el organismo humano (generando la llamada infección latente tuberculosa).
Debido a la gran cantidad de formas clínicas diferentes que pueden llegar a afectar a la práctica totalidad de órganos del cuerpo humano, es una enfermedad que compete a todas las especialidades de la medicina.
El diagnóstico se basa en la detección del germen en cualquier muestra del tracto respiratorio (tuberculosis pulmonar) o fuera de él (tuberculosis extrapulmonar), mediante las siguientes pruebas:
El tratamiento de la tuberculosis es complicado y requiere largos periodos de sometimiento a antibioticoterapia. En los últimos años la tuberculosis ha experimentado una creciente resistencia a los antibióticos habitualmente utilizados.
Como medida de prevención, en algunos países se ha sometido a la población (principalmente infantil) a vacunación con la vacuna BCG (Bacilo de Calmette-Guérin), desarrollada en el Instituto Pasteur (Francia), a principios del siglo XX. La vacunación sistemática a los recién nacidos en España se abandonó en el año 1980 (1974 en Cataluña), manteniéndose actualmente sólo en el País Vasco.
La vacuna BCG no reduce el riesgo de infección. Disminuye el riesgo de progresión de infección tuberculosa latente a tuberculosis activa, especialmente la forma diseminada o la afección del sistema nervioso central en niños.
La tuberculosis es curable, pero es necesario un diagnóstico temprano (acudir inmediatamente al médico) ya que es una enfermedad grave si no se sigue el tratamiento adecuado. Si se trata correctamente, la tuberculosis causada por cepas sensibles a los fármacos se cura prácticamente en todos los casos, pero sin tratamiento el 50 a 65% de los pacientes pueden morir en un plazo de cinco años.
Es indispensable no abandonar el tratamiento porque, con ello, se favorece la recaída y el empeoramiento clínico rápido, así como la proliferación de resistencias del bacilo a los medicamentos.