Cualquier patología que afecta a una articulación limitará su movilidad y, por tanto, la calidad de vida de quien la sufre, que será mayor o menor en función de la gravedad de dicha afectación. Es lo que ocurre en la espondilitis anquilosante, una enfermedad crónica de carácter inflamatorio que afecta básicamente a la columna vertebral y a la articulación sacroilíaca y produce un anquilosamiento entre vértebras que se sueldan entre sí, además de posibles cuadros de sacroiliitis, espondilitis, espondiolodiscitis, entesitis y artritis.
Las causas son, a día de hoy, poco específicas. Algunos expertos hablan de una posible relación entre ciertos gérmenes intestinales y la enfermedad, pero este es un tema que aún ha de seguir estudiándose. Hay indicios, eso sí, que indican que esta relación puede existir. Por otro lado, parece que hay un componente genético, como el que se conoce como HLAB27. Es un presente en un pequeño porcentaje de la población general (8% de los caucásicos), aunque no significa que todas las personas que presentan este gen desarrollarán la enfermedad, ya que sólo el 10% de los portadores llegarán a sufrirla. De hecho, se aconseja hacer un estudio genético únicamente a las personas que presentan sintomatología de espondilitis anquilopoiética (síntomas inflamatorios de articulaciones).
Afecta de manera más habitual a gente joven entre 20-30 años y es raro su inicio pasados los 45 años. Su prevalencia es mayor en hombres que en mujeres.
La espondilitis puede cursar con brotes y se caracteriza por un dolor especialmente localizado en la zona lumbar o en la parte central de la columna vertebral, de aparición nocturna, que despierta al paciente y le obliga a levantarse en muchas ocasiones.
El hecho de no ser un dolor mecánico sirve para realizar el diagnóstico diferencial con otras patologías relacionadas con problemas de la columna como las artrosis o discopatías. Acompañando a este dolor, el paciente refiere una rigidez matutina que puede durar entre 30 minutos y horas y, por tanto, limita en gran medida sus posibilidades de realizar una vida en condiciones normales.
Otra zona típica de afectación son las articulaciones sacrolíacas, y en este caso se caracteriza por un dolor en la zona de los glúteos que puede confundirse con un dolor parecido a la ciática ya que se irradia a la parte posterior de las extremidades inferiores.
Además de las articulaciones propiamente dichas, la espondilitis provoca alteraciones en otras estructuras como son los tendones ocasionando entesitis, que es la inflamación de la zona de inserción del tendón en el hueso. No es propiamente una afectación articular, pero sí que llega a limitar la movilidad, el tendón de Aquiles o el esternón son localizaciones donde pueden aparecer molestias.
Existen también manifestaciones extra articulares, enfermedades inflamatorias que no afectan a estructuras óseas, sino que se encuentran en otras localizaciones. La presencia de dolor, ojo rojo, sensibilidad a la luz (fotofobia), disminución de la visión o visión borrosa debe hacer pensar en una uveítis que requiere de un diagnostico precoz porque puede conducir a ceguera. La Enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa, que afectan al intestino, son posibles patologías también asociadas a la espondilitis que causan diarreas o pérdidas de peso sin motivo justificado. Por último, pero no menos importante, lesiones cutáneas de extensión variable que afectan a zonas articulares (rodillas y codos) de manera más importante, pero que pueden afectar también a la cabeza son signos de psoriasis una enfermedad autoinmune que ocasiona descamación.
La sintomatología típica de esta enfermedad, los dolores nocturnos localizados en la zona central-lumbar son bastante indicativos de dicha patología, pero serán las pruebas complementarias las que ayuden al diagnóstico. El diagnóstico por la imagen es determinante ya que se observa en las radiografías, la existencia de lesiones típicas en las vértebras y articulaciones sacroilíacas, aunque hay casos en que se necesiten otras pruebas como una resonancia magnética.
En cuanto al abordaje terapéutico, éste debe ser combinado e incluir tanto terapia farmacológica como actividad física.