Este nombre viene del griego, ”emphysema”, que significa soplar o insuflar aire, algo que está relacionado con esta enfermedad respiratoria. Afecta a personas mayores de 40 años y más frecuentemente a hombres. La causa más directamente asociada es el tabaquismo e implica un problema de salud pública debido a su elevada prevalencia y su traducción económica y social.
Es una enfermedad englobada dentro de la entidad “enfermedad pulmonar obstructiva crónica” (EPOC) junto a la bronquitis crónica.
La enfermedad pulmonar obstructiva crónica tiene repercusión sistémica y evolución progresiva. Se caracteriza por la presencia de una obstrucción crónica al flujo aéreo asociada a una reacción inflamatoria frente a partículas nocivas o irritantes (la principal el tabaco). Cursa con episodios de empeoramiento llamados exacerbaciones que pueden implicar un ingreso hospitalario y empeoramiento progresivo basal del paciente.
El principal factor de riesgo es la exposición al humo de tabaco: entre el 80-90% de los pacientes con EPOC son fumadores. Otros factores que pueden influir son: genéticos (como el déficit de la proteína α1-1-antitripsina, encargada de la proteger el tejido pulmonar), exposición laboral, contaminación ambiental, edad, infecciones en edades tempranas, etc.
Se postula que la enfermedad se inicia con un proceso inflamatorio (inducida por el humo del tabaco debido a su contenido en oxidantes) que produce un estrechamiento de las vías respiratorias, sobre todo distales. Evoluciona con la destrucción del tejido elástico de las paredes de las vías respiratorias distales o bronquiolos (la disminución de la capacidad elástica del pulmón provoca el colapso de las vías aéreas distales).
El humo del tabaco y otros contaminantes provocan la liberación de productos químicos que dañan las paredes de los alvéolos. La lesión progresa con el tiempo dificultándose la expulsión de aire y afectando a la oxigenación.
Durante la inspiración, el aire entra en el alveolo, pero la falta de elasticidad en la pared hace que se dificulte su salida quedando atrapado durante la espiración y dando lugar a la creación de unos espacios de atrapamiento aéreo llamados bullas, características del enfisema. Es decir, en caso de enfisema, si comparamos el alveolo con un globo comprobaríamos que, debido a la enfermedad, sería posible la entrada de aire, pero se vaciaría con dificultad quedando un remanente de aire en cada inspiración y comprometiendo la oxigenación.
La pérdida progresiva de la elasticidad pulmonar y la destrucción de la estructura pulmonar provocaría el colapso de las pequeñas vías aéreas durante la respiración, conduciendo a una obstrucción respiratoria y a una retención de aire poco oxigenado en los pulmones.
Según la causa desencadenante podríamos hablar de:
Por curiosidad, según el área pulmonar afectada encontraremos cuatro tipos de enfisema: panacinar, centrolobulillar, paraseptal (se asocia con neumotórax espontáneo) e irregular. Según la gravedad de los síntomas podríamos hablar de: leve, moderado, grave y muy grave.
Al inicio los síntomas pueden estar ausentes o ser mínimos. Sospecharemos esta enfermedad ante una persona fumadora de más de 40 años y algunos de estos síntomas:
La función pulmonar empeorará con la progresión de la enfermedad y se harán más evidentes y frecuentes los síntomas de disnea, tos y expectoración.
Las infecciosas (como la tuberculosis), cancerígenas, asma bronquial (en personas más jóvenes con tos crónica de predominio nocturno y disnea de intensidad variable), bronquiectasias (con expectoración abundante y purulenta), etc.
El objetivo del tratamiento es evitar la progresión de la enfermedad y estabilizar los síntomas para conseguir mayor calidad de vida y reducir los ingresos hospitalarios de repetición y la mortalidad.
Para ello se utilizarán medidas farmacológicas, no farmacológicas y cuidados especiales.
La elección del tratamiento será individualizada, en función de los síntomas, los valores de la frecuencia, la gravedad de las exacerbaciones y la espirometría. Sin embargo, en todos los pacientes debemos incidir en el cese del hábito tabáquico (si es preciso se ofrece ayuda para potenciar la deshabituación tabáquica)
De entre los tratamientos farmacológicos el tratamiento por excelencia lo constituyen los fármacos broncodilatadores. No modifican el deterioro de la función pulmonar, pero mejoran los síntomas, reducen la frecuencia y gravedad de las exacerbaciones y mejoran la calidad de vida.
La vía de administración de elección es la inhalatoria dado que minimiza los efectos secundarios. En fase avanzada de la enfermedad se puede precisar oxigenoterapia y programas de rehabilitación respiratoria.
Como ves, se trata de una patología claramente asociada al tabaco. Si estás pensando en dejar de fumar tienes un buen argumento para dejar de hacerlo. Esta es una de las enfermedades incurables asociadas al tabaco. Las otras son de pronóstico igual o peor. Por favor, reflexiona.