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El Sueño y la Salud

Sesión de Terapia psicológica

Cuando alguien tiene problemas de insomnio o le cuesta conciliar el sueño no hay que mirar a otro lado. Conviene buscar el origen del problema y para ello hay muchas pruebas y tratamientos que pueden ayudarnos.

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El sueño es una actividad vital y fisiológicamente imprescindible para la regulación de los biorritmos.  Es muy importante para el bienestar físico y mental, es decir, mejora el estado físico, el intelectual y el humor. Pero al hábito del sueño no se le concede la importancia de otros hábitos, como el de la alimentación saludable o el ejercicio físico. Y dormir poco o mal de forma habitual puede hacer que la salud se resienta.

Dentro de las recomendaciones saludables del estilo de vida se incluye el disfrutar de una etapa de sueño satisfactoria.

¿Qué permite el sueño?

Además del descanso físico, el sueño permite la regulación y buen funcionamiento del sistema hormonal, el sistema inmune, cardiovascular y el apetito. En otras palabras, la falta de sueño se ha visto relacionada con la hipertensión arterial, el exceso de peso corporal y el mayor riesgo de infecciones. Además, el sueño permite la liberación de determinadas hormonas fundamentales para la homeostasis (equilibrio del organismo).

Con el sueño profundo se produce tanto la recuperación física, como la de la función cognitiva, de manera que la falta de sueño o el mal descanso crónicos se traducen en falta de concentración, peor humor, cansancio y bajo rendimiento. También se puede manifestar como estrés o irritabilidad.

¿Cuánto sueño es necesario?

En los adultos se considera necesario un promedio de entre siete y ocho horas de sueño por noche. Para lograr el máximo de los beneficios restauradores del sueño, es importante conseguir una noche completa de sueño de calidad. En términos generales, se considera un sueño correcto el formado por entre cuatro y seis ciclos, es decir, sucesiones de fases diferentes de sueño, de entre 90 y 110 minutos aproximadamente.

Recomendaciones para un sueño satisfactorio

Dentro de las recomendaciones saludables del estilo de vida se incluye el disfrutar de una etapa de sueño satisfactoria. Para la gran mayoría de la población conciliar y mantener el sueño durante la noche es un proceso normal.

Para poder mantener esta rutina saludable se aconsejan una serie de hábitos, conocidos como “higiene del sueño” que permiten dormir mejor. Básicamente consisten en evitar y controlar los estímulos que pueden generar insomnio y regular los horarios.

  • Establecer una rutina horaria para fijar el reloj biológico. Evitar las siestas largas, trabajar por la noche y dormir en un horario irregular.
  • Estimulantes: evitar sustancias que estimulan el cerebro e interfieren en el sueño. Esto incluye café, alcohol, nicotina y cualquier excitante.  La ingesta de café y de alcohol deben evitarse a partir de la tarde.
  • Ejercicio Físico: en general hacer ejercicio de forma regular ayuda dormir mejor, pero depende de la hora en que se realiza. Así, debe evitarse su práctica antes de acostarse ya que si se practica en las horas cercanas al sueño puede interferir con el mismo.
  • Ambiente adecuado: se ha intentar tener el mejor ambiente posible, lo que incluye una cama confortable, una habitación tranquila, sin ruidos, ni luces incómodas y con una temperatura adecuada.
  • Dieta: evitar comidas pesadas y abundantes antes de irse a la cama. Lo más recomendable es una comida ligera (como mínimo una hora antes de acostarse) y si es posible tomar leche y productos lácteos ya que contienen triptófano (hipnótico natural).
  • Utilizar la cama sólo para dormir: evitarse irse a la cama hasta tener sueño, no ver la televisión, leer o comer en la cama.
  • Trabajar y controlar el estrés. Realizar ejercicios de relajación, meditación, biofeedback e hipnosis algunas veces resulta beneficioso para aliviar los problemas del sueño.

Se aconseja ser constante en mantener buenos hábitos y practicar las reglas de higiene. Si en un mes y medio no se han logrado resultados, se recomienda consultar con un profesional.

Trastornos del sueño más frecuentes

  • Insomnio: es de los trastornos del sueño más frecuentes y consiste en la incapacidad para conciliar el sueño o para mantenerlo a lo largo de la noche. Las personas que lo sufren tienen una mala calidad del sueño y ello interfiere en su vida cotidiana.  El insomnio puede ser transitorio (dura menos de tres semanas) y generalmente se soluciona al modificar o eliminar los factores que lo provocan o crónico (más de tres semanas de duración). El tratamiento va dirigido a tratar las enfermedades que lo pueden originar y al uso de fármacos como hipnóticos y antidepresivos o ansiolíticos.
  • Hipersomnia: es un exceso de somnolencia diurna excesiva. Puede ser debida a múltiples trastornos y, por tanto, el tratamiento dependerá de la causa. La hipersomnia tiene una gran repercusión social y laboral. Dentro de estos síndromes con somnolencia diurna excesiva se incluyen trastornos como la narcolepsia.
  • Narcolepsia: es una enfermedad de causa desconocida que causa hipersomnia excesiva y se acompaña de otros síntomas como la cataplejía (pérdida brusca del tono muscular desencadenada por emociones que pueden provocar caídas) y la parálisis del despertar (imposibilidad para moverse durante uno o dos minutos al comienzo del sueño). El tratamiento se basa en el apoyo psicológico y tratamiento farmacológico. En estos pacientes es muy importante cumplir con unas estrictas medidas de higiene del sueño.
  • Parasomnias: son trastornos de la conducta, fenómenos anormales o alteraciones que ocurren durante el sueño. Aquí se incluyen las pesadillas, los terrores nocturnos y el sonambulismo, entre otros.  Son más típicas de la infancia y la adolescencia, aunque pueden persistir en la edad adulta.
  • Apnea del sueño: es una enfermedad en la que se producen pausas respiratorias durante el sueño provocadas por un colapso de la vía aérea respiratoria superior. Ello conduce a la aparición de cefaleas, somnolencia, mal descanso nocturno y ronquidos.  El tratamiento incluye bajar de peso, cirugía de la vía aérea superior en determinados casos y el uso de dispositivos respiratorios nocturnos (CPAP) para mantener la vía aérea abierta.