El tendón de Aquiles es el más potente y resistente del cuerpo humano, pues es capaz de soportar hasta más de seis veces el peso de una persona en carrera, por ejemplo. Se encuentra ubicado en la parte posterior de la pierna (pantorrilla) y es la unión del músculo gastrocnemio (gemelos) y del soleo (bajo el gemelo), que forman el músculo tríceps sural, y cuya inserción se encuentra en el hueso calcáneo (el hueso que se sitúa en el talón).
Como todo tendón, está formado por haces de fibras que se unen para formar una única estructura. Estas fibras están protegidas por unas vainas fibrosas, que las protegen y las mantienen en óptimas condiciones. Una de las características importantes del tendón es que tiene una pobre vascularización, lo que facilita que aparezcan lesiones a este nivel, sobre todo en la zona más cercana a la inserción en el calcáneo.
Las causas que ocasionan patología aquilea tiene distintos orígenes, de manera que puede venir provocada por factores inherentes al propio tendón, como depender de las acciones que lleve a cabo la persona. Respecto a las primeras, entre ellas encontramos:
Hay que destacar que no siempre se piensa que el origen de una lesión puede situarse en una zona alejada, pero en más de una ocasión eso sucede. Es así en aquellos casos en los que se ha producido una infección bucodental y otorrinolaringológica.
En cuanto a aquellas causas que dependen del individuo también existe una larga lista entre los que mencionaremos:
La sintomatología que lleva al deportista a la consulta del especialista suele ser la existencia de dolor en la zona posterior del tobillo, y en la exploración se palpa engrosamiento del tendón junto con inflamación y, en casos más avanzados, incluso crepitación.
En cuanto al tratamiento, el de tipo conservador suele ser habitual. La prioridad es disminuir el dolor y para ello es necesario reducir la carga deportiva. Dependiendo de la gravedad del caso no será necesario realizar un reposo absoluto sino que pueden practicarse otras modalidades. Aplicar hielo, nunca directamente, en la zona afectada es otra de las recomendaciones iniciales, ya que actúa como analgésico y antiinflamatorio.
También es conveniente realizar ejercicios para una mejor y pronta recuperación, pero siempre bajo la supervisión de un profesional. Los ejercicios excéntricos son los que forman parte del programa de recuperación, y son aquellos en los que el movimiento conlleva un alargamiento del músculo. Existen varios, de menor o mayor complejidad, pero cada uno de ellos con un objetivo determinado. Entre los más habituales encontramos el que consiste en colocar la punta del pie en un escalón y flexionar el tobillo de forma que quede a una altura inferior a la de los pies. Se puede hacer primero con los dos pies (ofrece menor dificultad) y pasar luego a trabajar solo con una pierna.
Otro de los ejercicios puede ser el caminar “punta-talón” en el que se combinan estas dos posiciones y se trabaja de forma concreta el tendón.
El tratamiento es de suma importancia cuando aparece la lesión, pero el objetivo sería evitarla y es por ello que hay que conocer cuáles son los factores predisponentes para poder actuar ante ellos. Es difícil poder reducir el riesgo de lesión cuando se habla de factores intrínsecos como problemas anatómicos ya que no todo tiene solución, pero en muchos casos sí se puede corregir alguno de ellos. Un ejemplo sería el uso de plantillas cuando el problema está en la forma del pie. Por lo que respecta a los factores que dependen de la persona, una buena alimentación, hidratación, el uso de calzado adecuado, conocer el camino y la superficie por la que se va a practicar el deporte, entre otras cuestiones, pueden ayudar a evitar la temida lesión.