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El dolor de pecho o dolor torácico es una de las consultas más habituales, tanto en las consultas de atención primaria como en las urgencias de los hospitales. No obstante, tan sólo en una pequeña proporción de los casos, este dolor suele revestir una situación de gravedad para los pacientes.

El dolor de pecho o dolor torácico es una de las consultas más habituales, tanto en las consultas de atención primaria como en las urgencias de los hospitales.

¿Cómo es este dolor?

El dolor torácico agudo podría definirse como toda sensación álgica (de dolor) por debajo de las clavículas y por encima del diafragma. El objetivo principal sobre este síntoma consiste en diferenciar las causas que potencialmente pueden tener gravedad y las causas que no.

Para los profesionales médicos, este motivo de consulta representa un gran desafío diagnóstico debido a las múltiples causas por las que se puede desencadenar dolor en esta localización. Por tanto, resultará imprescindible una correcta interpretación de las causas y del significado de los síntomas del paciente.

Qué tener en cuenta ante un dolor torácico

Además de las características del dolor y del resto de síntomas acompañantes, son importantes otras consideraciones como:

  • La edad y sexo del paciente.
  • Los antecedentes personales y familiares.
  • El sobrepeso y la obesidad.
  • El consumo de tabaco y alcohol.
  • El consumo de otras sustancias tóxicas.
  • La presencia de otras enfermedades que tenga el paciente, principalmente:
      • La hipertensión arterial.
      • La diabetes mellitus.
      • La hipercolesterolemia (aumento de colesterol en sangre).

Algunas causas

Existen una infinidad de causas de dolor torácico agudo que, debido a su gran variabilidad, solemos agrupar en función del órgano o aparato del cuerpo humano al que afectan. Cada causa tiene su tratamiento específico. Entre las de mayor frecuencia y a destacar, unas más graves y otras más banales, encontramos:

  • Cardiovasculares
    • Isquémicas: disminución o incluso detención de la circulación sanguínea a través de las arterias, lo cual conlleva a un estado de sufrimiento y muerte celular por falta de oxígeno. En este tipo, potencialmente graves, destacan:
      • Cardiopatía isquémica: infarto agudo de miocardio y angina de pecho.
      • Valvulopatías: problemas en el cierre y apertura de las válvulas que regulan la entrada y salida de sangre en las cámaras del corazón.
      • Policitemias o anemias severas: aumento o disminución significativo de las células sanguíneas encargadas del transporte de oxígeno, es decir, los glóbulos rojos.
      • No isquémicas: no se produce destrucción celular por falta de aporte de oxígeno, pero pueden ser potencialmente graves igualmente. A destacar:
        • Pericarditis: inflamación del pericardio, que es una doble membrana fibrosa que recubre el corazón.
        • Angiopatías de la aorta: problemas relacionados con la principal arteria que distribuye la sangre por todo el organismo, la aorta.
        • Valvulopatías.
      • Pulmonares
          • Infecciones de vías respiratorias bajas: bronquitis agudas y neumonías principalmente.
          • Neumotórax: presencia de aire entre ambas pleuras pulmonares, que puede ser generado por múltiples causas.
          • Tromboembolismo pulmonar: obstrucción de una de las arterias pulmonares por un coágulo de sangre procedente del sistema venoso.
      • Osteomusculares
          • Traumatismo torácico.
          • Costocondritis: inflamación de los cartílagos costales.
          • Hernia discal cervical o torácica.
          • Trastornos articulares: artrosis (desgaste crónico) o artritis (inflamación aguda) a nivel cervical e intercostal.
          • Contracturas y espasmos musculares.
      • Digestivas
          • Trastornos relacionados con el esófago (conducto del aparato digestivo que comunica la cavidad oral con el estómago y que atraviesa el tórax medialmente): espasmos, reflujo, hernia de hiato, esofagitis…)
          • Úlceras gástricas y duodenales.
          • Perforación de víscera hueca (esófago, estómago o intestino).
          • Trastornos relacionados con el hígado, la vesícula biliar o el páncreas.
      • Psicógenas y por consumo de tóxicos
          • Estados de ansiedad o depresión, acompañado normalmente de aumento de la frecuencia respiratoria.
          • Consumo de cocaína y anfetaminas, entre otras drogas.

      Muchos casos de diagnóstico incierto

      Debido a la gran variedad de causas mencionadas, hasta en más de la mitad de los casos, y a pesar de un estudio exhaustivo, no se logra establecer un diagnóstico de certeza ni en las consultas de atención primaria ni en las urgencias hospitalarias. Esto nos lleva a pensar que, cuando la causa de un dolor torácico es verdaderamente una emergencia (causas cardiovasculares y pulmonares principalmente), sí que existe una mayor facilidad para establecer un diagnóstico con las pruebas complementarias de las que se disponen habitualmente en los centros hospitalarios.

      Entre las causas que con más frecuencia contribuyen a este alto porcentaje de casos con diagnóstico inicial incierto están:

      • Origen psicógeno, debido mayoritariamente a la sintomatología ansiosa y/o depresiva.
      • Origen respiratorio, causado principalmente por infecciones de vías respiratorias bajas con un posible componente de irritación pleural o, simplemente, por el esfuerzo continuado de toser.
      • Origen osteomuscular de causa no traumática, principalmente debido a alguna alteración en los cartílagos intercostales o en las inserciones musculares desencadenadas por malos gestos, sobresfuerzo físico, tos…

      Qué nos alerta de que es grave

      Por último, los signos y síntomas clínicos que pueden revestir gravedad en un dolor torácico de aparición reciente (en los últimos minutos u horas) y, por tanto, se deben valorar inmediatamente en un centro de urgencias hospitalarias serían:

      • Dolor de características opresivas, es decir, como una presión en el pecho.
      • Sensación de mareo o inestabilidad, acompañado o no de sudoración y/o náuseas.
      • Pulso arrítmico o sensación de palpitaciones.
      • Dificultad para respirar y aumento en la frecuencia respiratoria, o sea, respiraciones rápidas y poco profundas.
      • Cambios en la presión arterial, ya sea por debajo de 100/60mmHg o por encima de 140/90mmHg.
      • Empeoramiento del estado general repentino o del nivel de conciencia.

      Como inicialmente se ha comentado, estos últimos signos y síntomas clínicos mencionados representan una baja proporción de los casos que se nos presentan con dolor torácico en la práctica habitual. No obstante, todo paciente debe conocerlos y tener en cuenta que, ante la aparición de alguno de ellos, se debe solicitar ayuda inmediatamente o acudir a unas urgencias hospitalarias.