Las disfunciones sexuales son problemas en la respuesta sexual humana que impiden una realización erótica plena, y afectan no sólo a la relación de pareja sino también a la salud integral y a la autoestima de la persona. Dichos problemas tienen que ver con cuatro áreas fundamentales: el deseo, la excitación, el orgasmo y el dolor.
Nacemos sexuados por naturaleza. Desde los primeros días de vida aprendemos a descubrir nuestro cuerpo, construyendo nuestro propio concepto de sexualidad a lo largo de todo el ciclo vital. La sexualidad, por tanto, evoluciona. Es posible modificar lo que no está funcionando y convertirlo en lo que debería ser: una fuente de placer y bienestar personal y relacional. Sin embargo, lo que debería ser es a veces nuestra mayor pesadilla. Y es que los problemas relacionados con la sexualidad son muy habituales. Se calcula que alrededor de un 40% de las mujeres los tienen, y un 12% de ellas experimenta un auténtico malestar. Es importante señalar que muchas mujeres tienen normalizado el dolor durante las relaciones sexuales, motivo por el que no siempre llegan a consultar profesionalmente. No obstante, existen amplias posibilidades de solución. Veamos, primero, los principales diagnósticos:
Es la disminución (o ausencia) de pensamientos eróticos y deseos de sexualidad. También puede reducirse la excitación durante la relación sexual. Es importante considerar que lo que se considera “normal” y “anormal” está muy marcado por variables personales. Entre los factores que pueden afectar al deseo encontramos:
Es la aversión extrema y con tendencia evitar todos o casi todos los contactos sexuales genitales. Lo que caracteriza esta problemática es el elevado nivel de ansiedad y pánico que genera, bloqueando incluso la posibilidad de tener una pareja por miedo a las relaciones íntimas. Pueden incluso rechazarse los propios genitales. Entre las causas posibles para esta disfunción encontramos:
Una vez iniciada la interacción sexual no se producen los cambios fisiológicos ocurridos típicamente en la fase de excitación sexual (lubricación, tumefacción vaginal, tensión muscular, alteraciones respiratorias…) ni sensaciones subjetivas de excitación. Sería el análogo femenino de la disfunción eréctil en el hombre. Habitualmente esta dificultad sexual se asocia a problemas en el deseo y también a problemas del orgasmo.
Entre las principales causas destacan:
Es la ausencia o retraso del orgasmo después de una fase de excitación sexual normal. El orgasmo es erróneamente entendido como el objetivo de la relación sexual, en vez de como la consecuencia, por lo que dejan de atenderse las sensaciones de gozo. La ansiedad que produce el no llegar al orgasmo, aún lo aleja más. Cabe decir que entre las mujeres existe una amplia variabilidad entre el tipo y la intensidad de la estimulación que desencadena el orgasmo.
Entre las causas encontraríamos:
Es la aparición recurrente de espasmos involuntarios de la musculatura del tercio externo de la vagina que ocurre durante el coito. Se produce una oclusión de la abertura vaginal en el que la entrada del pene se hace imposible o muy dolorosa. Puede llegar a requerir anestesia para exploraciones médicas vaginales. Esta problemática puede darse con o sin juego sexual, es decir, en algunas pacientes existe masturbación y sexo oral sin problemas, haciendo que la vida sexual sea gratificante a todos los niveles salvo en la penetración, o puede que la persona evite cualquier tipo de juego erótico para que no se precipite el coito. Hay diversos niveles de gravedad (en los casos más leves es posible la introducción de un tampón o un dedo y en casos más graves se puede generar una gran aversión al sexo). La tensión con la que se plantean las relaciones sexuales tiende a bloquear aún más, ya que la tensión muscular es un reflejo de la tensión mental.
Entre las causas que lo generan encontramos:
Es un dolor genital persistente asociado con la relación sexual. Puede ser de origen psicológico o de origen físico (por alteraciones físicas o musculares, p.ej. una contractura en la musculatura vaginal). Las causas que la producen son las mismas que en el vaginismo.
Recomendaciones para mejorar tu salud sexual:
Busca ayuda profesional. Antes de iniciar un tratamiento psicológico es importante descartar cualquier causa física que pueda estar produciendo o interfiriendo en la disfunción, por lo que se recomienda una valoración médica previa por un especialista.
El tratamiento psicológico opera en varios niveles: no solamente a través de protocolos de actuación estructurados, sino también analizando procesos psicológicos más profundos que interfieren en el concepto de sexualidad, del amor, las necesidades, etc. que se basan no sólo en factores biológicos sino también sociales. Es importante remarcar que los psicoterapeutas sexuales también colaboran con otros especialistas como fisioterapeutas del suelo pélvico para optimizar resultados.