El cuerpo humano presenta una gran superficie cutánea y mucosa por la que entra en contacto con el medio ambiente. En esta superficie existen diversos sectores (piel, intestino, boca y vagina), donde residen microorganismos con diferentes características de humedad, temperatura, pH y disponibilidad de nutrientes.
La flora humana es el conjunto de gérmenes que conviven con el huésped (humano) en estado normal, sin causarle enfermedad. Su composición es característica para la especie humana, tanto en los gérmenes que la componen como en su número y distribución en el organismo.
Actualmente, se sabe que el intestino del recién nacido no es estéril antes del parto, así pues, el traspaso microbiano madre-hijo empieza en el vientre materno y continúa inmediatamente después del nacimiento a través del parto vaginal. Inicialmente, diversos géneros de aerobios colonizan el tubo digestivo, sobre todo enterobacterias tipo Escherichia coli y también diversas especies del género Lactobacillus. Estas consumen el oxígeno del ambiente y progresivamente se establece un microsistema en el que hay un predominio abrumador de especies anaeróbicas, sobre todo Bacteroides, Clostridia, Eubacteria y Bifidobacterias. A los dos años de edad, la flora establecida es ya prácticamente definitiva, en tanto que suele ser muy estable a lo largo de la vida del individuo.
Antiguamente conocida como flora intestinal, se trata de un complejo ecosistema lleno de microbios beneficiosos para la salud. Lleva a cabo diversas funciones a nivel metabólico, fisiológico y a nivel de sistema inmunológico. Cada individuo alberga 100.000 millones de microorganismos de 400 especies, en su mayoría bacterianas. Más del 95% vive en el tracto digestivo, sobre todo en el colon.
Recientemente, se ha observado que ésta tiene un papel muy importante en la aparición de muchas enfermedades. Se ha visto que muchas dolencias presentan un desequilibrio en la composición de la microbiota intestinal, conocida como disbiosis intestinal.
Uno de los principales mecanismos a través del cual influye en el organismo son las interacciones con el sistema inmunitario. La presencia de la flora establece:
La influencia de la dieta en la composición de la microbiota intestinal es el factor más determinante sobre el que podemos intervenir. También durante las primeras fases de la colonización: gestación, lactancia y primeros alimentos sólidos que ingiere el recién nacido. Los cambios en la dieta pueden explicar el 57% de la variación total de la estructura de la microbiota intestinal.
Es importante llevar una dieta equilibrada y variada ya que cuando estamos comiendo, a la vez también lo hacen los miles de microorganismos que habitan nuestro intestino, para así, llevar a cabo sus funciones.
Se ha visto que las personas que siguen una alimentación basada en cereales refinados, pobre en fibra y en alimentos fermentados, y con un gran abuso de aditivos y endulzantes (edulcorantes), sufren las consecuencias en la composición de la microbiota intestinal, comprometiendo la diversidad y variabilidad de especies, en comparación con los que siguen una dieta rica en fibra, con cereales integrales, etc.
Uno de los factores para evitar la disbiosis intestinal es seguir una alimentación equilibrada rica en alimentos vegetales, alimentos fermentados, etc. Se ha visto que los hábitos alimentarios a largo plazo tienen un papel determinante en la composición y estructura de la microbiota intestinal. Añadiendo alimentos con efecto pre y probiótico se puede modular en positivo la microbiota intestinal aportando múltiples beneficios a nuestro organismo.
Numerosas evidencias científicas han demostrado que determinadas cepas bacterianas pueden aportar beneficios concretos a la salud. Con ello se ha introducido un nuevo concepto:
A diferencia de los probióticos, la mayoría de los prebióticos son utilizados como ingredientes de alimentos en galletas, cereales, chocolates, productos de untar y productos lácteos. La industria los oferta como productos saludables induciendo a pensar que dichos productos enriquecidos con prebióticos son beneficiosos para la microbiota intestinal, y esto no es así. Los microorganismos que albergamos y, en general, el ser humano, necesitan alimentarse de alimentos de verdad para su normal nutrición y funcionamiento.