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Dieta para controlar el colesterol

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Si hay un concepto que está en boca de todos cuando tenemos los resultados de una analítica en mano es, sin duda, el colesterol. Este parámetro ha ido ganando importancia en los últimos años pues su estudio es fundamental para entender el riesgo cardiovascular y de ateroesclerosis de una persona. Pero, ¿conoces realmente qué es el colesterol? ¿y sabías que cumple funciones importantes en el organismo? Pues sí, el colesterol es una grasa producida por el hígado y necesaria para regular una serie de funciones orgánicas como la síntesis de hormonas, de vitamina D y de ácidos biliares. Y la dieta juega un papel básico a la hora de regularlo.

El colesterol es una grasa producida por el hígado y necesaria para regular una serie de funciones orgánicas como la síntesis de hormonas, de vitamina D y de ácidos biliares.

Pero antes de hablar del colesterol total, es importante entender que esta grasa circula en nuestra sangre en forma de lipoproteínas, entre las que destacamos dos tipos: las LDL (lipoproteínas de baja densidad) y las HDL (lipoproteínas de alta densidad). La diferencia entre estas dos radica en que las lipoproteínas HDL recogen el colesterol no utilizado y lo devuelven al hígado para su excreción o almacenamiento, mientras que el exceso de LDL provocará que dicha grasa se adhiera a las paredes de las arterias formando una placa de ateroma. Por todo ello se deduce que, elevados niveles de HDL frente a niveles aceptables de LDL predicen un menor riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular, independientemente de cuál sea el valor del colesterol total.

COLESTEROL E HÍGADO GRASO

Estudios muy recientes han demostrado que el colesterol total tiene una participación más importante que los triglicéridos en el desarrollo de la enfermedad de hígado graso no alcohólico (EHGNA), por lo que un alto consumo de colesterol en la dieta aumentaría el riesgo de sufrirla y, en consecuencia, de padecer cirrosis hepática o cáncer de hígado.

¿Cómo interpretar mi analítica?

Hasta ahora nos fijábamos sólo en el marcador de colesterol a la hora de revisar una analítica, pero recientemente algunas analíticas ya están empezando a incluir unos marcadores séricos que nos pueden orientar en la predicción del riesgo cardiovascular. Estos cocientes también los podemos calcular nosotros, como te mostramos. También reflejamos cuáles serían los valores óptimos:

  • Triglicéridos / HDL: menor de 3
  • LDL / HDL: menor de 3
  • Colesterol total / HDL: menor de 5

Alimentarse bien es básico

La hipercolesterolemia tiene un factor genético hereditario y, aunque a veces requiera de tratamiento farmacológico con estatinas, se puede mejorar mediante cambios alimentarios y de estilo de vida que analizaremos a continuación. Por tanto, ante cifras de colesterol elevado deberíamos centrar los esfuerzos en instaurar hábitos saludables que permitan mejorar nuestro perfil de lipoproteínas LDL y HDL y, a su vez, reducir otros factores desencadenantes de riesgo cardiovascular como son: sobrepeso/obesidad, hábito tabáquico, consumo de alcohol, estrés, sedentarismo, diabetes e hipertensión.

Entre los factores modificables que influyen en la mejora de las cifras de colesterol, la alimentación es una pieza clave. Asimismo, cuando se habla de dieta para el colesterol, no tiene sentido centrarse en la exclusión de un grupo de alimentos como se hacía hasta ahora, sino que es más importante concebirla como un conjunto general de nutrientes cuyas interacciones en nuestro organismo permiten mejorar la salud cardiovascular. Las recomendaciones alimentarias más relevantes para dicha mejora incluyen:

  • Mejor grasas saludables. Ni todas las grasas son iguales ni se comportan igual en nuestro organismo. En consecuencia, hay una falsa creencia en asociar la grasa animal con “mala” y la grasa vegetal con “buena”. Nada más lejos de la realidad: los aceites de palma o coco o las grasas “trans” (presentes en la margarina vegetal) son grasas vegetales que elevan el colesterol “malo” (LDL) y los triglicéridos. De hecho, el consumo de margarina contribuye a aumentar el riesgo de enfermedad cardiovascular significativamente más que el consumo de mantequilla. Además, según los últimos estudios realizados al respecto, no existe una relación clara entre el consumo de ciertas grasas saturadas (como las presentes en el huevo, la leche y las carnes magras) y el riesgo cardiovascular. Por consiguiente, las recomendaciones alimentarias deben enfatizar más en la calidad de la grasa que en su cantidad. En este aspecto, las grasas con mayor incidencia en la mejora del perfil lipídico encontramos:
    • Grasas monoinsaturadas, cuyo principal representante es el aceite de oliva (mejor si es virgen extra) ya que contiene ácido oleico y polifenoles con efectos antioxidantes y antiinflamatorios. Otros alimentos ricos en grasas monoinstauradas son: aguacate, olivas, almendras, avellanas y nueces de macadamia.
    • Grasas poliinsaturadas, en las que hay que destacar el omega-3, ácido graso con elevado efecto cardioprotector, ya que aumentan el colesterol HDL. Estas grasas están presentes en los pescados azules (atún, sardina, boquerón, salmón, caballa…), las semillas de lino o de sésamo y las nueces.
  • No a las grasas “trans” ni hidrogenadas, cuyo consumo ha demostrado elevar los niveles del colesterol LDL y disminuir el HDL, por lo que se aumenta el riesgo de infarto, coágulos e incluso diabetes. Entre los alimentos o productos con mayor contenido en grasas “trans” encontramos: margarina, alimentos fritos, comida procesada, comida rápida o “fast food”, algunos “snacks” o aperitivos ultraprocesados, bollería industrial y en la mayoría de postres dulces
  • Menos azúcares refinados y alimentos ultraprocesados. Ante la insistencia en culpar al colesterol alimentario como uno de los principales causantes del aumento del colesterol sanguíneo, se ha reemplazado el consumo de grasas a expensas de aumentar en exceso el consumo de productos ricos en azúcares simples o de cereales refinados. Esto ha supuesto mayores riesgos para la salud (aumento de dislipemias o diabetes tipo 2). Por ello, es importante no sustituir las grasas saludables de la dieta por carbohidratos refinados (azúcar, bollería, productos ultraprocesados, etc.)
  • Más fibra. Un aporte adecuado de este nutriente, especialmente de fibra soluble (7-13 g fibra soluble/día) reduce las cifras de colesterol total y de colesterol- LDL en un 5%. Encontramos fibra soluble en cereales integrales (entre los que destacan la avena y la cebada), en legumbres (lentejas, garbanzos, judías, soja), en las verduras (berenjena, zanahoria, calabaza, brócoli, etc.) y en frutas como manzanas, uvas, fresas, kiwis y naranjas. A efectos prácticos, para llevar una alimentación rica en fibra se recomienda:
    • Consumir al menos 2-3 piezas de fruta al día (preferiblemente con piel o pulpa).
    • Consumir 2 raciones de vegetales u hortalizas al día (de las cuales una ración debería tomarse en crudo en forma de ensalada) ya sea en el plato principal o como acompañamiento
    • Consumir los cereales en su forma integral, evitando productos ultraprocesados como los panes de molde o cereales de desayuno
    • Consumir legumbres a razón de 2-3 veces por semana, acompañadas de verduras en vez de usar derivados cárnicos o embutidos en su elaboración

¿SABÍAS QUE…

Existen dos alimentos que han sido señalados como responsables de aumentar el riesgo cardiovascular y cuyas últimas revisiones no demuestran que su consumo en personas sanas tenga efectos negativos? Se trata de los huevos y la leche.

  • Los huevos, aun conteniendo unos 200 mg de colesterol en su yema, nos aportan un bajo contenido en ácidos grasos saturados y alto en poliinsaturados, por lo que no existe relación entre el consumo de un huevo al día y el aumento del riesgo cardiovascular. De hecho, al aumentar la ingesta de huevos se aumentará el colesterol HDL, que ejerce un efecto protector contra la enfermedad coronaria.
  • La leche entera y sus derivados (como queso o yogur) contienen grasas saturadas (cuyos efectos no influyen en los niveles de LDL y colesterol total) además de calcio y péptidos bioactivos que reducen la presión arterial y el desarrollo de arteriosclerosis. Así pues, no hay necesidad de sustituir los lácteos enteros por desnatados dentro de un marco de dieta equilibrada en el resto de nutrientes.

A moverse más

Realizar actividad física de forma regular es una de las mejores formas de mejorar el perfil lipídico ya que contribuye de manera significativa a aumentar los niveles de colesterol HDL y disminuir los de colesterol LDL y los triglicéridos. Por ello, se recomienda llevar una vida activa (caminar unos 10.000 pasos diarios -lo que equivale a unos siete u ocho kilómetros) además de realizar sesiones de actividad física mixta, es decir, combinando ejercicio aeróbico (caminar, carrera suave, ciclismo, natación) con entrenamiento de fuerza (pesas, tonificación, body pump, etc.) con una frecuencia de tres a cinco sesiones semanales de 60 minutos o incluso de 30 minutos diarios.

En conclusión…

Con todo lo expuesto, podemos decir que, para ganar la partida a la hipercolesterolemia, hay un trío de recomendaciones generales cuya combinación es la ganadora:

  • Aumentar el consumo de grasas instauradas en detrimento de las grasas “trans” y de azúcares simples y refinados (cereales azucarados, bollería, galletas, pan refinado, pasta blanca, etc.)
  • Ingerir una correcta proporción entre grasas totales, cereales integrales (pan, arroz, pasta), y alimentos ricos en fibra (vegetales y frutas).
  • Realizar ejercicio físico regular.