El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) es el causante del síndrome de la inmunodeficiencia adquirida (SIDA), que es una enfermedad que provoca que la persona infectada sea mucho más sensible a infecciones poco habituales en personas sanas. El virus ataca progresivamente el sistema inmunitario del huésped, que es nuestro sistema de defensa, impidiendo defendernos de las infecciones, que pueden llegar a ser letales.
No es lo mismo, pues pueden pasar años desde el contagio hasta el desarrollo de la enfermedad, y con el tratamiento adecuado puede que nunca llegue a manifestarse.
Este periodo de latencia desde la infección hasta el desarrollo de la enfermedad, durante los cuales el sujeto no es consciente de estar infectado, puede ser largo, de varios años, con lo que muchas veces el diagnóstico se hace de forma diferida. Conviene hacer hincapié en la importancia del diagnóstico precoz, pues iniciar el tratamiento antes de que la enfermedad evolucione es crucial para el pronóstico, y también para reducir el riesgo de contagio a terceras personas.
La transmisión del virus se produce por intercambio de sangre o fluidos corporales, es decir, se puede transmitir mediante las relaciones sexuales (sexo vaginal, anal u oral sin protección con una persona infectada) y también por una transfusión sanguínea, o un trasplante de órganos o mediante el intercambio de jeringuillas. De madre a hijo se puede transmitir a través de la placenta o durante la lactancia materna. No se transmite por el contacto casual, la convivencia, la saliva o el sudor.
El diagnóstico es sencillo mediante distintas pruebas de laboratorio. Hay que tener en cuenta que existe un periodo “ventana” durante el cual, justo después del contagio, puede no ser posible detectar el virus. Este periodo ventana es variable en función de qué prueba de laboratorio se usa, pero es aproximadamente de tres meses para las más habituales. Con lo cual, ante un contacto de riesgo deberemos realizar el test de detección al cabo de tres meses para que el resultado sea fiable. El test lo podemos realizar confidencialmente a través de nuestro médico de cabecera o centros especializados a tal efecto, incluso existe un test rápido que tiene resultado en 20 minutos en algunos centros y farmacias con una pequeña muestra de sangre o saliva. Y, aún más, existe un auto-test que nos permite hacernos personalmente la prueba en nuestro domicilio de forma sencilla, con una alta fiabilidad de resultados, aunque en casos de positividad haya que comprobarlos con pruebas de laboratorio.
La prevención se fundamenta en la no exposición a los mecanismos de transmisión: ante un contacto sexual del cual desconocemos su estatus frente a esta enfermedad, utilizar el preservativo en cualquier tipo de relación sexual y durante todo el tiempo. No intercambiar jeringuillas, cuchillas, agujas… De ahí la importancia de los programas de suministro de material de venopunción en condiciones a colectivos de drogadictos por vía endovenosa.
También existe un tratamiento “preventivo” tipo “pastilla del día después”, para casos de emergencia por rotura de preservativo, que se puede administrar en las siguientes 24 horas a un contacto confirmado VIH+, reduciendo el riesgo de contagio.
Las madres seropositivas también se medican durante todo el embarazo para minimizar el riesgo de contagio del bebé.
El tratamiento es complejo con múltiples fármacos antirretrovirales, pero si se inicia antes de que el sistema inmune se deteriore y se siguen estrictamente los controles y las indicaciones médicas, actualmente podemos decir que la infección puede considerarse como una enfermedad crónica, pero bajo control.
Los puntos más importantes que deben quedarnos claro son: