El parto vaginal se asocia con la posibilidad de desgarros perineales, afectando al 80-85% de las mujeres durante el parto.
El desgarro perineal es una solución de continuidad, esto es, un corte transversal que afectará a distintos músculos según su grado (asociado a la profundidad del corte).
De este modo, debido a la maniobra en la que la cabeza del bebé debe atravesar la abertura vaginal durante el parto, se puede producir una lesión en la zona perineal, ya sea un desgarro o una episiotomía realizada expresamente por el médico.
Además, el parto vaginal también se relaciona con lesiones de la musculatura perineal, del esfínter anal y lesiones del músculo elevador del ano, con mayor incidencia en el parto instrumental (parto a través de fórceps o ventosa) que en el parto espontáneo.
Los desgarros o traumas perineales se pueden clasificar en función de la profundidad de la región anatómica a la que afecten en:
Cuando se produce un desgarro perineal es importante una correcta identificación del mismo, ya que de lo contrario pueden quedar secuelas como dispareunia o dolor durante el acto sexual, dolor perineal crónico, incontinencia urinaria o incontinencia fecal.
En el caso de la lesión del esfínter anal durante el parto, su relevancia radica en su relación con la incontinencia anal y con diferentes síntomas defecatorios, incluyendo la urgencia defecatoria y el dolor.
La incontinencia anal se define como la pérdida involuntaria de gases o heces, que suele estar precedida de una sensación de urgencia y que puede afectar de forma muy importante a la calidad de vida de la mujer.
Es importante tener en cuenta durante el parto las actuaciones necesarias para prevenir el desgarro perineal durante el parto. De este modo, se pueden establecer las siguientes recomendaciones:
Entre los factores de riesgo para la aparición de lesiones perineales más graves (tercer y cuarto grado) se encuentran:
Entre estos factores, algunos son modificables, sobre todo la instrumentación del parto, la realización de episiotomía y la posición materna. Su modificación permite disminuir la incidencia de las lesiones anales.
Por otro lado, la episiotomía sistemática no ha demostrado ser útil para la prevención de los desgarros perineales, por esto se aconseja realizarla de forma restrictiva.
En cuanto a la reparación de los desgarros perineales, se recomienda su sutura una vez que se ha producido el parto, salvo que se trate de lesiones del periné anterior que no sangren ni distorsionen la anatomía y de la piel del periné o el epitelio vaginal si los bordes están próximos y no hay sangrado.
Finalmente, en algunos casos es recomendable algún tratamiento farmacológico. Es el caso de una profilaxis antibiótica intravenosa antes de la reparación del desgarro del esfínter anal y su prolongación durante 5-7 días.
También se puede establecer un tratamiento con laxantes en caso de desgarro del esfínter anal o de la mucosa rectal.
En el caso de mujeres que han tenido un desgarro perineal, especialmente de los grados más graves, a la hora de plantearse otro embarazo la preocupación se centra en la posibilidad de que esta lesión pueda repetirse y que aparezcan o se agraven los síntomas.
De este modo, después de haber padecido un desgarro de tercer o cuarto grado durante el parto, si la mujer se vuelve a quedar embarazada, se debería tener en cuenta: