¿Has oído hablar de los factores crecimiento? ¿Sabes qué son? Se trata de un conjunto de proteínas presentes en el plasma y en las plaquetas de la sangre, que tienen una función protagonista en los procesos de reparación y regeneración de los tejidos de nuestro cuerpo. Tienen un papel importante dentro de la medicina regenerativa, sobre todo en las especialidades de dermatología, reumatología y traumatología para la cura de lesiones en la piel, músculo esqueléticas o inflamatorias articulares.
Esto es debido a que son capaces de desencadenar en las células procesos biológicos como la proliferación y la diferenciación celular, la generación de vasos sanguíneos (angiogénesis) y la migración o desplazamiento de células a lugares donde son necesarias (quimiotaxis). En otras palabras, los factores de crecimiento son mensajes que utiliza nuestro organismo para informar a las células cuándo crecer, cómo diferenciarse o a dónde moverse para reparar un tejido dañado. Además, ayudan a que el lugar dónde se repara la lesión esté protegido de infecciones y disminuya el dolor y la inflamación.
Rita Levi-Montalchi, una científica italiana especialista en neurología, fue la descubridora del primer factor de crecimiento conocido, el NGF (factor de crecimiento neuronal), por lo que fue laureada con el Premio Nobel de Medicina en 1986. Este trabajo realizado en la Universidad Washington, en San Luis, fue imprescindible para descubrir que las células sólo comienzan a reproducirse cuando reciben la orden de hacerlo, orden que transmiten unas proteínas llamadas factores de crecimiento.
Hay una gran cantidad de factores de crecimiento en nuestro organismo, y aquí te vamos a explicar los más importantes:
Los factores de crecimiento se usan como tratamiento de muchas enfermedades desde hace un par de décadas. Por ejemplo, son ampliamente utilizados en enfermedades hematológicas (de la sangre) tales como las granulocitopenias, los síndromes mielodisplásicos, las leucemias, las anemias aplásicas y los trasplantes de médula ósea. Por ejemplo, la eritropoyetina (EPO) se utiliza en pacientes con anemia e insuficiencia renal.
Otro de sus usos es dentro de la medicina regenerativa, sobre todo en las especialidades de dermatología, reumatología y traumatología para la cura de lesiones en la piel, músculo esqueléticas o inflamatorias articulares.
La medicina regenerativa es una parte de la medicina relativamente moderna. Tal y como su nombre indica, su objetivo es regenerar tejidos dañados por la vejez o por un traumatismo. Este tipo de medicina se vincula a diferentes áreas científicas como la terapia celular avanzada, la ingeniería genética o la de tejidos. El uso de células madre, hematopoyéticas (las células de la sangre que proceden de la médula), la terapia génica (consiste en insertar un gen en una célula para sustituirlo o bloquear su función), la ingeniería de tejidos (desarrollo de órganos bioartificiales cultivados en el laboratorio) o el uso de sustancias como los factores de crecimiento.
Hace unos años sería imposible pensar que podemos mejorar una lesión o frenar la progresión de una artrosis utilizando sustancias que fabrica nuestro propio cuerpo. Este planteamiento tiene ciertas ventajas ya que no presenta efectos secundarios, intolerancia o rechazo porque no estamos introduciendo ninguna sustancia extraña en nuestro organismo.
El tratamiento se realiza bajo prescripción médica, en un ambiente estéril y sin anestesia. Para poder obtener los factores de crecimiento del paciente hemos de realizar una extracción sanguínea. Es el mismo proceso que una analítica. Esta sangre se procesa y se separa el plasma que es rico en factores de crecimiento. Tras obtener el concentrado se infiltra en la zona a tratar.
El proceso, que puede durar entre 25 y 40 minutos, se realiza en un ambiente estéril y sin anestesia en la mayoría de los casos. Puede usarse en una articulación o durante una intervención quirúrgica. El número de infiltraciones, en patología articular, que es la más frecuente, suelen ser tres sesiones durante tres semanas consecutivas, con una sesión de recuerdo a los seis meses o un año si la evolución es favorable.